La leyenda que recoge la venida del apóstol Santiago a Galicia, su evangelización de la región, la vuelta a Jerusalén -donde es decapitado y su posterior traslado en el "arca marmórea" hasta la actual Santiago de Compostela, hunde sus raíces en los oscuros años de la Reconquista del territorio peninsular recién invadido y dominado por los musulmanes. Ya en el himno Dei Verbum del año 785 aparece el hijo de Zebedeo como defensor de la cristiandad amenazada. Durante cientos de años, por otra parte, la historiografía cristiana adobó el mito de la batalla de Clavijo, según éste, victoria acaecida merced a la aparición de Santiago a lomos de un caballo blanco. Santiago Matamoros se convierte en el símbolo de la nueva Cruzada contra el "infiel". Es en estas circunstancias cuando, hacia el año 813, un ermitaño llamado Pelayo junto con el obispo de Iria Flavia hallan unos sepulcros en los que reposarían los restos de Santiago y de sus nueve discípulos gallegos dando a continuación cuenta a la cristiandad (Alfonso II de Asturias, Carlomagno y el Papa) de tal descubrimiento. No tardan en acudir viajeros, de los cuales el primero del que poseemos constancia documental es Gotescalco, obispo del Puy, que acudió hacia el 950 con un séquito de caballeros aquitanos. Estos peregrinos de los siglos IX y X recorrían la calzada romana o los caminos pastoriles entrando en el país por Bayona-Oiartzun-Vitoria-Miranda, por la Baja Navarra Orreaga-Roncesvalles o por Somport-Lumbier, atravesando la Burunda, Bizkaia, el norte de Burgos.
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