Villes

Bilbao. II República y Guerra Civil 1931-1937

En la primavera de 1936, Bilbao vivía un clima de más paz social y menos violencia política que la mayor parte de España. Por eso, cabe hablar del oasis bilbaíno y vizcaíno, que era consecuencia de la entente cordial existente entre el PNV y las izquierdas para la rápida aprobación parlamentaria del Estatuto vasco. Dicha entente fue sellada por sus líderes Aguirre y Prieto en el homenaje al ex presidente catalán Francesc Macià organizado por el Ayuntamiento de Bilbao, con motivo de dar su nombre a una calle de Deusto el 14 de abril de 1936. Esos dos diputados vizcaínos fueron los principales artífices del Estatuto de 1936.

Es cierto que algunos políticos derechistas y oficiales del regimiento de Garellano preparaban un pronunciamiento militar contra la República. Pero Bilbao y su provincia se daban por perdidos por el general Mola, el director de la conspiración y comandante militar de Pamplona, por varios factores: la gran fortaleza del movimiento obrero vizcaíno, la debilidad de las fuerzas derechistas, la no colaboración del PNV con éstas y la fidelidad al régimen republicano de los mandos superiores del ejército y de los cuerpos de seguridad sitos en Bilbao.

El 18 de julio de 1936, la sublevación fracasó rotundamente en Bilbao, la única capital vasca donde no se produjo y el poder republicano, representado por el gobernador civil Echeverría Novoa, mantuvo el control de la situación contando con el apoyo de dichos mandos, del Frente Popular y del PNV Fue en Bilbao y en Bizkaia donde este partido se posicionó más claramente a favor de la República y en contra del golpe mediante la famosa nota escrita por el BBB, presidido por Juan Ajuriaguerra, y publicada sin firma en su diario Euzkadi el 19 de julio. Los militares rebeldes no fueron capaces de sacar a la calle las tropas del cuartel de Garellano, vigilado por fuerzas izquierdistas armadas. La mayoría de ellos fueron encarcelados y meses después juzgados por el Tribunal Popular de Euskadi, siendo fusilados cinco jefes y oficiales. Los conspiradores civiles tampoco llegaron a intervenir; unos fueron detenidos y otros huyeron.

Por este doble motivo, ausencia de sublevación y mantenimiento del poder republicano, Bilbao, a diferencia de San Sebastián, no vivió un intenso proceso revolucionario en el verano de 1936 y la situación fue relativamente tranquila, en comparación con lo sucedido en Gipuzkoa. Así, el "oasis" vizcaíno, de carácter republicano y nacionalista, surgido en vísperas de la Guerra Civil, subsistió en cierta medida.

El pluralismo político bilbaíno se redujo por la represión a las derechas, que con su adhesión al alzamiento militar se habían colocado fuera de la legalidad; pero continuó existiendo, más que en ningún otro lugar de las dos zonas en que quedó dividido el Estado español, como prueba la heterogeneidad ideológica de las fuerzas políticas y sindicales que defendían la República: nacionalistas, republicanos, socialistas, comunistas y anarquistas. Muestras de ello fueron su numerosa prensa y las polémicas periodísticas entre dichas fuerzas sobre la naturaleza de la guerra en Euskadi o sobre la relación entre la cuestión social y el problema nacional. Nunca en la historia Bilbao tuvo tantos periódicos como en el año escaso que duró la guerra, cuando se publicaron 16 diarios y otros tantos semanarios o revistas políticos y sindicales, además de las publicaciones económicas, profesionales y religiosas (caso de El Mensajero del Corazón de Jesús).

Prensa de Bilbao en la Guerra Civil (julio de 1936/junio de 1937)
Derechista (incautada) El Nervión, El Pueblo Vasco y La Gaceta del Norte
Independiente El Noticiero bilbaíno y Hoja Oficial del Lunes
PNV Euzkadi, La Tarde, Excelsius, Eguna (en euskara) y Gudari
STV Lan Deya y Euzko Langille
Nacionalista radical Patria Libre
ANV Tierra Vasca
Republicana Unión
PSOE-UGT El Liberal, La Lucha de Clases y Vida Nueva
JSU de Euskadi Joven Guardia
PC de Euskadi Euzkadi Roja, Erri y El Pionero
CNT C.N.T. del Norte y Horizontes
Femenina antifascista Mujeres
Gobierno Vasco Diario Oficial del País Vasco, Servicio de Información de Gobierno de Euzkadi y Ereintza (Consejería de Agricultura)
Ejército Vasco Gudari (PNV), Creación (Izquierda Republicana), Disciplina, Alerta, Ofensiva y Frente Ferroviario (PC de Euskadi)

Todos los sectores pro republicanos participaron en los dos órganos de poder que gobernaron sucesivamente Bizkaia en el verano de 1936: el Comisariado y la Junta de Defensa. Ésta fue presidida por el gobernador civil y en ella tuvo clara mayoría el Frente Popular y escasa representación el PNV, que no se correspondía con su gran implantación en Bizkaia. Aunque hubo muchos menos desmanes que en Gipuzkoa, la Junta de Defensa no pudo evitar dos matanzas en los barcos-prisiones atracados en la Ría de Bilbao el 25 de septiembre y el 2 de octubre, como represalias por los bombardeos de la aviación de Mola, siendo asesinados más de un centenar de presos de derechas.

En octubre de 1936, tras la aprobación del Estatuto por las Cortes republicanas y la formación del primer Gobierno vasco, de coalición PNV/Frente Popular, presidido por José Antonio Aguirre, Bilbao se convirtió en la capital del Estado vasco, que de hecho existió durante casi nueve meses por el enorme ensanchamiento del régimen autonómico que se dio a consecuencia del conflicto bélico y del aislamiento de la Euskadi autónoma (reducida a Bizkaia y con pequeños enclaves en Álava y Gipuzkoa) del resto de la España republicana, así como por el sumo interés del PNV por dotarse de un embrión de Estado. Toda la administración vasca tuvo su sede en Bilbao: la Presidencia del Gobierno (en el Hotel Carlton), sus once Consejerías, la Audiencia Territorial, el Tribunal Popular, el Tribunal Militar, la Academia Militar, la Universidad con su Facultad de Medicina (en el Hospital Civil), el Colegio Notarial, la Cruz Roja de Euskadi y los numerosos organismos creados por el Gobierno vasco, que concentró todos los poderes.

En su seno la hegemonía pasó al PNV, que ostentó la Presidencia y los Departamentos más importantes (Defensa, Gobernación, Hacienda y Justicia y Cultura) y asumió el mayor protagonismo político y militar, hasta entonces desempeñado por el Frente Popular, aun contando los cinco partidos de esta coalición más Consejerías: Industria, Trabajo y Asistencia Social (PSOE), Comercio y Abastecimientos y Sanidad (republicanos), Obras Públicas (PCE) y Agricultura (ANV). El giro del Gobierno vasco hacia la moderación acentuó el carácter excepcional de Bizkaia dentro de la zona republicana, manifiesto sobre todo en la ausencia de revolución social, permaneciendo la banca y las grandes empresas en manos privadas sin ser colectivizadas, y en el respeto a las iglesias, abiertas al culto, y al clero, colaborando los sacerdotes afines al nacionalismo en la administración autonómica (en especial, en cultura) y en el ejército vasco (los capellanes de gudaris de los batallones del PNV). Así quedó patente en los dos cortometrajes cinematográficos producidos por el Gobierno de Aguirre. Entierro del benemérito sacerdote vasco José María de Korta y Semana Santa en Bilbao (1937).

Bilbao era una ciudad en guerra y este hecho modificó profundamente la vida cotidiana de sus moradores. La escasez de alimentos obligó al racionamiento de los productos de primera necesidad como el pan, la leche, el aceite, el arroz o el azúcar, mientras la carne y los huevos brillaban por su ausencia e incluso en ocasiones el pescado. Hubo momentos en que la población pasó hambre. El plato más socorrido de los bilbaínos fueron los garbanzos mejicanos, pues habían llegado al puerto de Bilbao en grandes cantidades en vísperas del estallido bélico. Esta situación de penuria económica se agravó por el bloqueo marítimo a que le sometió la armada franquista durante algún tiempo y por tratarse de una ciudad superpoblada con la llegada de decenas de miles de refugiados procedentes de Gipuzkoa y de pueblos vizcaínos. Para ellos, la Consejería de Asistencia Social organizó comedores y alojamientos colectivos, que fueron sufragados mediante la incautación de los cines. Éstos supusieron la mejor distracción para los bilbaínos, quienes se evadían de la dramática realidad contemplando películas americanas y españolas de la época.

Bilbao sufrió varios bombardeos de la aviación alemana al servicio de Franco, ante los cuales se encontraba casi totalmente inerme por la escasez de aviones republicanos, teniendo sus habitantes que guarecerse en los refugios antiaéreos habilitados al efecto. Poco después de un bombardeo se produjo la única grave excepción al control del orden público mantenido por el Gobierno vasco. En la tarde del 4 de enero de 1937, la muchedumbre enfervorizada y milicianos armados de los batallones Malatesta, de la CNT, y Asturias, de la UGT, asaltaron las cárceles bilbaínas y asesinaron a 224 presos, entre ellos varios dirigentes derechistas, como el ex alcalde monárquico de Bilbao Adolfo Careaga y el antiguo jefe del Partido Integrista Juan Olazábal. El Gobierno de Aguirre reconoció su responsabilidad política ante tan trágicos sucesos y nombró juez especial al diputado nacionalista Julio Jáuregui, quien procesó a los principales responsables materiales de la matanza. En adelante, el Ejecutivo vasco reforzó la guardia de las cárceles y evitó que se volviese a atentar contra la vida de los presos, poniendo en libertad a unos 2.000 que quedaban la víspera de la caída de Bilbao.

La quinta columna actuaba en la villa y, según la prensa izquierdista, no era demasiado perseguida por la recién creada policía autónoma (Ertzaña). Pero fueron descubiertas dos redes de espionaje: la más importante la encabezaba el cónsul de Austria Guillermo Wakonigg, quien fue condenado a muerte y fusilado en el cementerio de Derio. El Tribunal Popular de Euskadi impuso 29 penas de muerte por delitos relacionados con la guerra, de las cuales 19 fueron ejecutadas y diez indultadas.

En la primavera de 1937, con la ofensiva militar de Mola sobre Bizkaia y tras la destrucción de Durango y Gernika por los bombardeos de la Legión Cóndor, la situación se hizo cada vez más angustiosa para Bilbao y comenzó la evacuación de una parte de su población, marchando en primer lugar más de 20.000 niños vascos en barcos a varios países europeos, en su mayoría a Francia.

El 11 de junio, el ejército de Franco rompía el cinturón de hierro, la línea defensiva construida por el Gobierno vasco en torno a la capital vizcaína, que resultó un fiasco por la defección del ingeniero Alejandro Goicoechea. Bilbao estaba perdido, pues era indefendible militarmente dada la abrumadora superioridad aérea y artillera de las fuerzas atacantes, a pesar de las arengas a la resistencia numantina lanzadas por la prensa bilbaína hasta su desaparición el 18 de junio.

Unos días antes, el Gobierno de Aguirre había abandonado Bilbao y había dejado el mando a una Junta de Defensa, presidida por el consejero nacionalista Jesús María Leizaola. Dicha Junta se encargó de entregar intacta la villa, sin daños personales ni destrucciones materiales, con la sola excepción de la voladura de los puentes sobre la Ría. También se ocupó de que no se ejecutase la orden, dada por el ministro Prieto, de destruir los altos hornos de Barakaldo y Sestao para que no sirviesen a la economía de guerra del bando franquista. Éste los militarizó y consiguió en pocos meses que la producción industrial vizcaína fuese muy superior a la habida en la etapa del Gobierno vasco.

El 19 de junio de 1937, los tercios de requetés, por vez primera en la historia, tomaban Bilbao, que así perdió la capitalidad de ese efímero Estado vasco y toda autonomía, incluso el Concierto económico, que fue derogado para Gipuzkoa y Bizkaia por decreto-ley de Franco, dado en Burgos el 23 de junio. Cumpliéndose el vaticinio del presidente Azaña en su Diario, varios batallones nacionalistas abandonaron la contienda y se rindieron en Bilbao y Barakaldo, hecho que algún autor ha denominado el pacto de Bilbao, precedente inmediato de la capitulación de buena parte del ejército vasco en el polémico pacto de Santoña a finales de agosto. Esto confirmaba la opinión de Azaña de que el nacionalismo vasco combatía más por la autonomía y semiindependencia de Euskadi que por la República española.

En junio de 1937 se extinguió el rico pluralismo político de Bilbao, que había nacido en la Restauración, había alcanzado su apogeo durante la II República y había subsistido en parte en el primer año de la Guerra Civil. Así, de los abundantes periódicos tan sólo continuaron publicándose La Gaceta del Norte y El Pueblo Vasco, que habían sido incautados y fueron recuperados por sus propietarios. Desde 1938 hasta el final de la Dictadura de Franco, la prensa diaria de Bilbao se redujo a tres cabeceras: el vespertino falangista Hierro, La Gaceta del Norte y El Correo Español-El Pueblo Vasco.

La democracia bilbaína desapareció, pues su mayoría sociopolítica había sido silenciada y proscrita, con las izquierdas y los nacionalistas encarcelados o exiliados. No en vano Bilbao había sido conquistado por las armas, como resaltó su nuevo alcalde, José María de Areilza, quien proclamó la muerte de la Euskadi autónoma, que fue fruto del pacto entre el nacionalismo de Aguirre y el socialismo de Prieto. Desde el verano de 1937, el Bilbao uniforme del Estado franquista fue la antítesis del Bilbao plural de la II República.