Rey de Pamplona durante los años 905 a 926.
Sucedió en el trono a Fortún I Garcés, último rey de la dinastía fundadora del reino de Pamplona, la dinastía Arista, e inauguró la dinastía Jimena, cuyo nombre procede de su padre, el caudillo vascón García Ximénez. García Ximénez fue regente en el reino de Pamplona durante el periodo en el que Fortún Garcés estuvo cautivo en el Emirato de Córdoba.
Sancho Garcés llegó al trono con el apoyo del rey Alfonso III y del conde de Pallars. El monarca asturiano y el conde ocuparon Pamplona y forzaron a Fortún Garcés a abdicar.
Sancho Garcés I fue proclamado rey y Fortún se retiró como monje al monasterio de Leire. Para legitimar su posición, Sancho Garcés contrajo matrimonio con Toda Aznar, nieta del anterior monarca. Doña Toda era hija de Oneca y su segundo marido, Aznar Sánchez de Larraun, que era sobrino de Fortún Garcés.
Sancho I Garcés era un hombre destacado y reconocido por sus dotes militares. Su lucha contra los musulmanes había comenzado antes de llegar al trono y una vez en él, amplió las fronteras del reino recuperando e incorporando nuevos territorios; la Vasconia (Gascuña) le reconoció como rey y sus duques entraron a formar parte del reino, dominó sobre los pueblos de la tierra de Deyo, recuperó las tierras de la Ribera navarra y de la Rioja y se apoderó del condado de Aragón.
Bajo su gobierno se produce la consolidación y la expansión de la monarquía pamplonesa, expansión que pudo desarrollarse gracias a las alianzas mantenidas con los monarcas Alfonso III y Ordoño II. Con el fortalecimiento de este reino los astur-leoneses lograban la creación de un territorio al Este que hacía de freno a los ataques de los musulmanes, lo cual favorecía la defensa de su reino.