Concept

Musulmanes

En el año 711 las tropas musulmanas, bajo el mando del bereber Tariq ibn Ziyad, penetraron en la Península Ibérica derrocando al último rey visigodo de Toledo, Rodrigo, que en los postreros intentos de salvar su reino se vio obligado a desplazarse precipitadamente desde las cercanías de Pamplona, donde se encontraba sofocando una revuelta de los vascones. Tras ser derrotado en la famosa batalla de Guadalete, los invasores iniciaron las campañas de dominio de la Península Ibérica. Este hecho fue enormemente trascendental: implicó, en primer lugar, la desaparición del reino visigodo de Toledo que por aquel entonces ya estaba muy debilitado por las luchas intestinas; en segundo, la entrada en la Península, que pasará a denominarse al-Andalus, en la órbita del Mundo Islámico, que desde el punto de vista político no abandonará hasta 1492 y que desde el cultural dejará huellas hasta nuestros días.

En los primeros tiempos, la conquista árabe del reino visigodo no afectó a la mayor parte del a Península Ibérica que cambió de gobernantes sin apenas resistencia. Y es que los musulmanes no pretendieron transformar la estructuración político-administrativa del extinguido reino, ni siquiera sus bases productivas, sino apoyarse en ellas al objeto de llevar a la práctica su dominación. Por ello, la invasión no fue traumática y la mayor parte del territorio se entregó o asumió los pactos de capitulación, por lo que la aristocracia hispanovisigoda pudo continuar manteniendo su bases territoriales y la autoridad que venía ejerciendo a cambio del pago de un tributo.

Los primeros musulmanes no llegaron a la cuenca del Ebro hasta el año 714. Comandados por el árabe Musa ibn Nusayr, aunque llevando en vanguardia a su liberto bereber Tariq, se hicieron de inmediato con Zaragoza, su ciudad más importante y de ahí remontaron el Ebro, entrando en contacto con los vascones. Las demás poblaciones fueron sometidas rápidamente. Todo este espacio se configuró como un territorio militarizado frente a los núcleos cristianos pirenaicos y vascones, y recibieron en su conjunto el nombre de Marca o Frontera Superior. De las diferentes marcas fronterizas (tugur) que tuvo en la Edad Media el imperio arabeislámico sobresalen dos por su gran importancia histórica: la Marca Siria y la Marca o Frontera Superior de al-Andalus, frente a la Galia en un principio, y, a partir del siglo IX, frente a los reinos y condados subpirenaicos. No sólo fue frontera de encuentro militar, sino también de convivencia y de relaciones económicas entre las dos líneas. Pero también y debido a su distancia con Córdoba, fue un territorio apto para los levantamientos y las conjuras en busca de una mayor autonomía.

La situación en los territorios de los vascones fue diversa pudiéndose observar distintas formas de reacción a la conquista:

En el área meridional encuadrada en la organización administrativa visigoda hubo una pronta sumisión cuyos protagonistas lo serían en buena medida de la historia del sur de Vasconia durante bastantes años: se trata del conde Casius, gran terrateniente de origen vascón, hispanorromano o visigodo, cuya sede estaría en torno al límite de las actuales provincias de Zaragoza y Navarra. Los descendientes de Casio, que adoptaron el Islam como religión utilizaron el nombre arabizado de Banu Qasi. Estos Banu Qasi mantuvieron sus posesiones territoriales y el poder inherente a ellas, que no dudaron en defender mediante revueltas y levantamientos contra los soberanos omeyas, establecidos en Córdoba desde 756. Durante la primera mitad del siglo IX fueron parientes y aliados de la familia Íñigo que gobernaba en las tierras de Pamplona.

En la Cuenca de Pamplona se produjo un modelo de sometimiento diferente al anterior, aunque también utilizó como base la estructura político-administrativa precedente. A la llegada de los musulmanes, Pamplona era una civitas presidida por una aristocracia local encargada de su mantenimiento y encargada de relacionarse con los poderes centrales. La materialización del dominio ismaelita se hizo efectiva a través de un pacto de capitulación por lo que a cambio de un pago de tributo, garantizaban que aquellos conservaran su autoridad, posesiones y religión. La fecha concreta en que dicho pacto se efectuó se desconoce pero debió ser anterior a 718.

Sobre el resto del territorio vasco peninsular los problemas son mayores. Se ha supuesto que en Álava sucedió algo similar a Pamplona y que a través del correspondiente pacto de capitulación pudieron controlar el territorio aunque lo único claro sobre la presencia musulmana en tierras alavesas es su tardía documentación, cuando el reino de Asturias mostraba signos de fortaleza y los musulmanes atacaban las fronteras más frágiles para debilitar el reino. Muchas más carencias documentales se poseen referentes a los territorios de Bizkaia y Gipuzkoa, lo que demuestra una falta de interés en la ocupación de estos espacios.

En definitiva, la llegada de los musulmanes no debió de alterar sustancialmente la situación de los territorios vascos, y las aristocracias locales mantuvieron sus prerrogativas.

Los límites cronológicos de la ocupación musulmana abarcan desde la llegada entre el 713-714 de Tariq hasta el 1119, en que Tudela se entregó al rey aragonés, y entonces también de Pamplona, Alfonso I. Durante este período se puede distinguir dos épocas: la primera, del 714 al 1031, en que la Frontera Superior fue una provincia dependiente del Emirato y luego Califato de Córdoba; y segunda, de 1031 hasta 1118, de los reinos de Taifas, y la corta dominación almorávide, durante la cual, gobernaron en el taifa de Zaragoza, al cual pertenecía toda la zona de la Ribera de Navarra, dos dinastías, la de los Tuyibíes y la de los Hubíes.

Desde el punto de vista de los acontecimientos históricos del conjunto de la comarca, cabe destacar las luchas que allí tienen lugar por ser territorio en disputa y fuertemente militarizado. En un principio interesó dominar Pamplona y su entorno para controlar los pasos pirenaicos hacia las galias. Ello se manifiesta, a partir del año 721, cuando las tropas agarenas iniciaron campañas de conquista del reino franco pero que acabaron con el fracaso militar de Poitiers (732). Esta derrota musulmana debió provocar la rebelión de Pamplona, negándose al pago de los tributos acordados en la capitulación, quedando la ciudad al mando de la aristocracia local. Sin embargo, pronto los musulmanes establecieron en ella una guarnición, cuya permanencia también parece que fue efímera puesto que el levantamiento de los bereberes en el 740, las luchas intestinas entre los conquistadores y la renuncia a la Galia, dejaron a nuestra civitas al margen de los intereses prioritarios de Córdoba. Los años que preceden al desembarco en Al-Andalus del futuro emir omeya Abd al Rahman en el año 755 son bastante oscuros y confusos.

Las siguientes décadas, hasta el 778, apenas hay noticias de expediciones militares musulmanas contra Pamplona y es de suponer que la ciudad quedó bajo la autoridad de los linajes aristocráticos locales. En 755, cuando el gobernador Yusuf al-Fihri quiere desembarazarse de unos adversarios inoportunos los envía contra los vascones de Pamplona con muy pocas fuerzas, a fin de que perecieran desastrosamente, tal y como ocurrió. En el 767 el gobernador Badr dirigió una expedición contra Álava y tras diversos combates sus gentes se sometieron a pagar tributo y a entregar rehenes.

En la época del emirato Omeya, la Marca evoluciona y alcanza su pleno desarrollo y organización. Los Omeyas construyeron una red de fortalezas (husun) en los puntos más avanzados ante territorio enemigo, a modo de primera línea defensiva, precedida por una zona limítrofe de ciudades fortificadas que constituía la segunda línea de defensa, como era el caso de Tudela. El buen resultado de esta disposición se traduce en que hasta principios del siglo XI la línea fronteriza apenas fluctuó.

A partir del 778 y hasta el 824 las tensiones en Pamplona fueron en aumento debido de una parte a las luchas internas entre las diferentes familias nobles y por otra parte al fortalecimiento de los poderes vecinos, al norte los francos, con Carlomagno a la cabeza y al sur los musulmanes, con el emir omeya Abd al-Rahman I instalado en Córdoba desde el 756 tras salir victorioso de la guerra civil que asoló el valle del Guadalquivir. A partir de ahora, las fuerzas cristianas del norte peninsular no se van a enfrentar con gobernadores de mando efímero, sino con una emir investido con poderes permanentes.

En el año 778, Carlomagno realiza la expedición contra Zaragoza que a pesar de su fracaso y la derrota de Roncesvalles tuvo importantes repercusiones. La primera, el emir se dio cuenta de la gran importancia estratégica de la Marca Superior como espacio fronterizo y consideró que este territorio debía ser consolidado y mantenido. Sometida Zaragoza por el emir Abd al-Rahman I, según los autores árabes, "realizó una campaña en tierras de los francos y de los vascones y contra los reyes que estaban más allá de ellos". Da la sensación de que el emir intervino en todos los núcleos indígenas de la frontera. Sobre los que encontró resistencia, actuó con energía y destruyó sus fortalezas; sobre otros procedió por el sistema habitual: conceder la paz a cambio del pago del tributo anual y, como garantía de cumplimiento, la entrega de rehenes. Hacia el año 781 quedaba la frontera asegurada y los vascones sometidos de nuevo a pagar tributo al emir cordobés, conservando, sin embargo, su peculiar organización y autonomía. Parece que calmó los ánimos levantiscos de esta frontera, ya que en los años siguientes las expediciones musulmanas se dirigen contra el reino asturiano.

Sucesos posteriores nos dejan vislumbrar que esta pacificación se habría producido por la conjunción de dos poderosas familias, una vascona cristiana, los Iñigo o Arista, y la otra de musulmana de origen muladí, los Banu Qasi.

Los Banu Qasi se mostraron fieles a Abd al-Rahman I y a su hijo Hishan I (788-796), sin sumarse a los movimientos levantiscos de Zaragoza y Huesca. Es posible que con el apoyo de los vascones se instalaran en Pamplona, donde sabemos que Mutarrif ibn Musa ibn Fortun gobernaba la plaza, en 798, en nombre del emir. El asesinato de Mutarrif en el 799 por los habitantes de Pamplona y el hecho de que en los años inmediatos se manifiesten en esta ciudad grupos partidarios de un entendimiento con la monarquía franca nos plantea la sospecha del renovado interés de Carlomagno por Pamplona.

Los Banu Qasi seguían mostrándose fieles al nuevo emir Al-Hakam I (796-822) a pesar de estar rodeados en esta parte de la frontera septentrional de grupos rebeldes a la autoridad del emir. Esta fidelidad se verá recompensada por el emir y paulatinamente irán asumiendo mayores cotas de poder. La situación de la Marca había empeorado y era inestable. El gobierno central, preocupado en apaciguar esta zona rebelde neutralizando las aspiraciones secesionistas de sus gentes, busca en los Banu Qasi un linaje influyente que asegure el control de Córdoba sobre la zona. Su importancia fue creciendo en el primer tercio del siglo IX hasta constituir un verdadero feudo o principado hereditario.

Esta familia empieza a descollar en el campo político-militar en la parte occidental del Ebro bajo el caudillaje de Musa ibn Musa. Las primeras noticias acerca de Musa ibn Musa en el año 839 reflejan un importante relevo en el gobierno de la Frontera Superior de al-Andalus, confiriendo al linaje de los Banu Qasi un protagonismo en la región del que hasta ese momento las fuentes no se habían hecho eco y que se prolongará hasta la primera década del siglo X. Musa mantuvo al principio una actitud colaboracionista con Córdoba, acudiendo al llamamiento de sus soberanos omeyas para participar en expediciones contra el reino asturiano y los normandos, aunque mantiene un equilibrio cordial y amistoso con el incipiente reino de Pamplona y el linaje de los Iñigo o Arista. Sin embargo, aprovechando los momentos turbulentos que atraviesa el emirato, en el 847, se subleva y sabe imponer su prestigio. Ante la intensificación de las insurrecciones por los diversos territorios de al-Andalus, el emir Muhammad I no tuvo otro remedio que reconocer el vasallaje de Musa, cuando éste alcanzó la cima de su poder después de extender sus posesiones y fortalecer su autoridad dominando de hecho la mayor parte del valle del Ebro, incluidas Zaragoza y Huesca. A cambio, Musa, continuó siendo fiel al emir y defendió este territorio.

Durante este siglo los descendientes muladíes de Casio, enraizados patrimonial y políticamente en las riberas navarras del Ebro y custodios del flanco noroccidental de la "Frontera Superior" andalusí, iban a representar en paz o en guerra el poder interpuesto entre el soberano omeya de Córdoba y los Banu Enneco la estirpe de señores de Pamplona.

Este progresivo aumento de poder empezó a levantar recelos en Córdoba. Para contrarrestarlo e impedir que los Banu Qasi acapararan excesiva autoridad e incluso que se salieran de los límites del Valle del Ebro, los sucesivos emires omeyas se aplicaron en neutralizar su influencia construyendo asentamientos importantes desde el punto de vista estratégico, estableciendo en ellos a gentes fieles a su causa y a encargarles campañas contra los descendientes de Casio y los demás linajes muladíes de la zona.

Para estas fechas Tudela ya era una plaza fuerte de importancia dentro de la Frontera Superior, contando con gobernador propio entre los que se encuentra Musa ibn Musa, primer walí de Tudela y luego de Zaragoza y gobernador de toda la Marca. Tudela se presenta como centro principal de la zona de contacto entre musulmanes y vascones, ya que ejercía un control sobre sus alrededores y sobre las poblaciones islámicas ubicadas en el sur de Vasconia y en La Rioja. Se atribuye a Tudela las dependencias de Alfaro, Arnedo, Borja, Calahorra, Nájera, Tarazona y Viguera, convirtiéndose en la base de la estructura territorial de la zona; y el surgimiento de este término debe retrotraerse al momento de la [re]fundación de la madina, en 802. La creación del término de Tudela es parte integrante del proceso, que concluye en el siglo X de la formación política del Estado Omeya andalusí y la posterior asunción del título califal por Abd al-Rhaman III. La importancia de Tudela queda reflejada en el hecho de que llegara a batir moneda propia. Se pueden distinguir dos etapa en la Tudela musulmana, la primera desde su fundación hasta el 924 en que se encuentra bajo las lucha entre los Banu Qasi y Córdoba por afirmar su dominio sobre ella y los continuos cambios de gobernador de uno u otro bando, y a partir de esta fecha hasta 1119 en que primero el Califato y luego el taifa de Zaragoza dominan la ciudad y nombran sus gobernadores.

Reflejo de ese pasado se puede ver en la morfología urbana del núcleo habitado atravesado por tortuosas y quebradas calle, tan diferentes a los modelos urbanísticos planificados y reticulares empleados por los cristianos. También las excavaciones de la catedral proporcionan restos de la mezquita del siglo IX.

En los últimos años del siglo IX vuelven a producirse cambios importantes en la zona. Reina en Pamplona Fortún Garcés, en al-Andalus comienza un periodo de graves enfrentamientos internos y hacia el 880 un miembro de los Banu Qasi, Muhammad ibn Lubb, asume el liderazgo del linaje. El hecho de que Muhammad ibn Lubb sea el líder reconocido y absoluto en el linaje perfectamente consolidado y contando con un importante patrimonio tiene una enorme trascendencia, habida cuenta del inicio de los graves conflictos en Córdoba. La completa ausencia del poder emiral en la Frontera Superior, propiciará el enfrentamiento global en la región de todos los poderes locales, en una fuerte competencia por apropiarse de la mayor cantidad de territorio. El Banu Qasi no reparará en el credo religioso de los atacados, haciendo víctima de sus agresiones tanto a musulmanes como a cristianos, en particular los de Pamplona.

Sin embargo, a partir del siglo X, nuevas élites de poder ajenas a las grandes familias muladíes establecidas por los omeyas habrían de ir haciéndose más poderosos en la Frontera Superior, hasta el punto de desplazar a los Banu Qasi, hacerse con sus territorios y con su influencia y forzar a los soberanos de Córdoba a realizar campañas militares contra ellos. Uno de estos linajes, el de los Tuyibíes, de origen yemení, prolongó su poder y su influencia hasta convertirse en la primera dinastía de la taifa de Zaragoza. Con la consolidación del califato y su época de mayor esplendor, la Marca Superior aparece muy vinculada al poder central que la vigila y dirige por medio de los tuyibíes.

Otro hecho de relevante importancia para el devenir de la zona es el ascenso al trono de Pamplona de Sancho Garcés I en el 905 y la instauración de la dinastía Jimena. En veinte años de reinado Sancho extenderá su dominio desde las fronteras de Sobrarbe hasta Nájera, incluyendo en ellas el territorio de Aragón. Arrebatará a los musulmanes la tierra de Deio con las fortalezas al otro lado del rio Ebro (Nájera, Viguera, Calahorra y Arnedo). La línea fronteriza por él establecida y fortificada va a sufrir escasas variaciones en más de un siglo; pérdida y recuperación de Calahorra y Arnedo y poco más.

En el 1018, en plena crisis del sistema califal, con una guerra civil que asola al-Andalus y con Sancho III el Mayor gobernando en Pamplona y ejerciendo su influencia en toda la Península cristiana, se crea el reino de Zaragoza, primer reino taifa surgido de la descomposición del poder califal en la Marca o Frontera Superior bajo el mando de la dinastía Tuyibí. A pesar de la fuerte hostilidad de Sancho III, la vieja frontera entre Pamplona y el poder islámico sigue siendo parecida, actuando como barrera el río Aragón y el extenso territorio de las Bardenas. La taifa de Zaragoza era muy próspera económica y culturalmente, en parte por permanecer al margen de los graves acontecimientos de Córdoba, pero se veía obligada a pagar el tributo o parias a los reinos cristianos, entre ellos el de Pamplona a cambio de una política de paz y buena vecindad. El inicio del fin del taifa de Zaragoza comienza con el rey Sancho Ramírez que ostentaba el gobierno de Aragón y Pamplona. En el 1084 conquista Valtierra y Arguedas y en el 1098 se construye el castillo de Milagro. La conquista de Tudela era cuestión de tiempo.

Con la muerte en la batalla de Valtierra (1100) de Al-Mustain, último rey de Zaragoza de la familia Banu Hud, en lucha con el rey de Aragón Alfonso I, el reino taifa pasa a manos de los almorávides, aunque poco después (1117) la ciudad caía en poder cristiano. La ocupación de Zaragoza suponía la sumisión de todo el reino que en el siglo XI había gobernado la dinastía Banu Hud (1039-1110). En 1119 se rendía Tudela, con lo que la ocupación política musulmana en territorio vascón tocaba a su fin tras cuatro siglos de dominio.

Mención aparte merece hablar de la aportación cultural del Islam al Valle del Ebro. Los principales protagonistas fueron los musulmanes, pero no fueron los únicos; los judíos asimilaron totalmente la estructura social, política, económica, intelectual y lingüística árabes y elaboraron una cultura propia acuñada con las categorías dominantes. Por eso, exponer la ciencia y filosofía, así como toda la cultura de la Frontera Superior islámica, exige incluir también a los intelectuales judíos. Y precisamente por esta razón, cuando dicha Frontera fue ocupada por los cristianos, fueron los judíos, sobre todo, los que se encargaron de heredar, desarrollar y trasmitir a Europa dicha cultura. Zaragoza se convierte durante los siglos X y XI en un gran centro cultural que irradia a toda la península y a todo el espacio musulmán grandes pensadores, matemáticos, médicos y literatos. De los originarios de lo que hoy es Navarra, destacan dos poetas judíos tudelanos y uno árabe: Yehudah ha-Levi (1070-1141), también famoso y reconocido médico; el infatigable viajero Abraham ben Ezra (1089-1164); y el poeta musulmán al-Ama-al-Tutili (muerto en 1126) conocido también como el Ciego de Tudela aunque la mayor parte de su vida transcurrió en Sevilla.