Lexikoa

VERDUGO

Marginación social del verdugo. Este empleo contaba con un fuerte rechazo social que dificultaba encontrar personas dispuestas a desempeñarlo, algo que no sólo afectaba a las localidades vascas, sino que también al resto de la Corona de Castilla como se pone de manifiesto en las Cortes celebradas en Madrid en 1435. Las razones de este rechazo social radican en la escala de valores de esa sociedad, según la cual, la realización de oficios infames, y el de verdugo era el más infame de todos como recordaba Castillo de Bobadilla en el s. XVI -"se tuvo por cosa abominable el oficio de verdugo y carnicero de hombres, y se vino a tener por oficio vil, odioso e infame"-, deshonraba al que lo ejercía, y no hay que olvidar que el honor era el principal activo de una persona y su familia que por nada del mundo deseaba perder. Un ejemplo del proceso de exclusión social al que se veían sometidos los verdugos es el caso de Martín de Azpeitia. éste, en la década de los noventa de la centuria decimocuarta aceptó el oficio de pregonero de la villa de San Sebastián con la condición expresa de que no se le obligara a ejercer de verdugo. Mientras no realizó ninguna ejecución la sociedad donostiarra toleró su presencia y trato; sin embargo, desde el momento en que "por fuerza y contra su voluntad" el Concejo le exigió "esecutar e dar azotes a algunos culpantes" quedó privado de toda comunicación social: "le han separado y evitado de la comunicación y trato social, cuanto sería habido y recibido si no hubiese usado y usase el dicho oficio de verdugo". Curiosamente, entre los que evitaban el trato de Martín de Azpeitia, y demás pregoneros-verdugo, estaban los propios miembros del Concejo que le habían obligado a ejecutar la justicia: "algunos de los oficiales del dicho Concejo recibían y habían congoja, y por la dicha violencia [la de ajusticiar] nos les recibían según que de primero". Al verdugo de Bilbao no le era permitido participar junto a los miembros del Concejo, a cuyo servicio estaba, en las comidas de hermandad: "que no vaya el dicho pregonero a comer a ninguna yantar de concejo donde los oficiales comieren salvo que le den veinte mrs. e coma en su casa". En San Sebastián, incluso cuando simplemente actuaban como pregoneros y entraban en algún domicilio para dar una información o notificación, el temor que inspiraban hacía que "algunas mugeres preñadas en cuyas casas entraban abortaban y movían sus criaturas". En Bayona el verdugo debía abstenerse de tocar las vituallas con sus manos a fin de evitar el horror que su tacto pudiera producir entre el pueblo y en Bilbao debía señalar los alimentos que quería adquirir con una vara: "que el dicho pregonero traya en la mano con la que señale la vianda e non toque con la mano una bara de codo e medio e en otra manera no toque en vianda alguna sopena de cinco mrs.". No siempre resultaba fácil encontrar vecinos dispuestos a alquilar sus casas para vivienda del verdugo, tal y como ocurría en Pamplona, ya que alegaban "hacerles agravio". Por ello, en 1588 el Regimiento pamplonés decidió comprar una casa "donde menos agravio podrán recibir los vecinos", y el lugar elegido fue la calle de Cantarranas, concretamente junto a la casa de Joan Vizcaíno, donde en 1557 se había instalado la mancebía pública. La marginación social del verdugo se prolongaba más allá de su vida. En Vitoria su sepultura de piedra negra se encontraba a la entrada de la iglesia de San Vicente, desplazada de los lugares donde estaban situadas las del resto de vecinos; no sólo se le excluía del espacio de inhumación central y preferente de una iglesia, situándole en la periferia, sino que incluso se le enterraba junto a los ajusticiados.