Udalak

Urretxu

La villa medieval de Urretxu tiene su origen en el fuero de Azpeitia que el rey castellano Juan I le concede el 3 de octubre de 1383. Es por tanto una población de fundación real, como su antiguo nombre bien indica (Villarreal de Urrechua), y del siglo XIV que surge de nueva creación gracias a la petición que los pobladores del entorno le hacen al rey para vivir agrupados y en aras a vivir en un ambiente urbano. Se ubica en el valle como era costumbre y a la orilla de un río, en este caso del Urola.

Un paso más en la evolución urbana de las villas medievales y también notable en Urretxu es la ampliación de los solares en los siglos de Época moderna, principalmente a partir del siglo XVII, para edificar en el centro de la villa palacios y casas notables de dimensiones mucho mayores. En la calle Iparragirre encontramos ejemplos de casas destacadas del siglo XVI como la Casa de los Curas -Apaizen Etxea- realizada íntegramente en piedra de sillería con cuatro alturas en la actualidad, y que se adapta a un solar medieval. Ello obliga a descentrar la portada, espléndido arco de medio punto con intradós moldurado, y el resto de los vanos. Una fina línea de imposta marca el paso a la planta principal. De similares características es la Casa Galdós, situada en las cercanías del Ayuntamiento, en esta misma calle. Es también una casa del siglo XVI propia de familias importantes, en este caso fue propiedad de los Galdós. Su fachada está labrada en piedra de sillería y tiene tres plantas. La primera tiene el acceso en arco de medio punto descentrado y a su izquierda dos ventanas, correspondientes a la planta baja y a la entreplanta, ésta con alfeizar moldurado. El piso principal tiene amplio balcón con rejería sobre la puerta de entrada y ventana con alfeizar labrado. Un tercer piso bajo cubierta, con dos vanos menores, completa la fachada. Ésta se remata con cornisa pétrea y sobre ella el alero de madera tallada.

También del siglo XVI, y colindante a la Casa de los Curas, encontramos la Casa Factorecua o Faktorekua Etxea, ocupando un solar en esquina resultado de la fusión de varios medievales. Consta de una armoniosa y esbelta fachada con cuatro alturas y tres calles. La portada, en arco de medio punto enmarcado por alfiz de pilastras y centrada, organiza la fachada y sus vanos simétricamente. A sus lados se sitúan los vanos de la primera planta y de la entreplanta. Sobre ella el cuerpo noble y principal con tres balcones de forja enmarcados por columnas de tercio inferior diferenciado sobre ménsulas y rematado con cornisa. Una planta superior bajo cubierta y sus vanos componen el final de la fachada, rematada noblemente con cornisa pétrea y gárgolas con formas animales también labradas en el mismo material.

De época barroca destaca la construcción del Palacio Corral Ipeñarrieta, actual Ayuntamiento de Urretxu y situado en la misma calle Iparragirre, frente a la plaza mayor de la villa, que se abre delante de la iglesia de San Martín. Destaca su amplia fachada con fuerte carácter de horizontalidad, prueba de la ampliación de solares con respecto a los originales medievales. Su fachada en piedra de sillería se organiza en tres cuerpos separados por impostas y cinco calles, formando un frente rigurosamente simétrico. Tiene vano de entrada adintelado y centrado entre sendas ventanas. Sobre la puerta figura la leyenda "EN LA CASA DEL QUE IURA NO FALTARA DESVENTURA". En el piso principal cinco amplios balcones con recerco pétreo y con buen trabajo de rejería, destacando el central, por estar decorado por sendos escudos familiares a los lados y otro menor sobre el dintel, aludiendo al Ayuntamiento actual. La segunda planta consta de cinco vanos menores, también con antepecho de forja. Una fina cornisa pétrea y un doble alero de madera con canes labrados rematan el tejado. Este palacio fue construido por Cristóbal Ipeñarrieta Galdós, contador del rey Felipe III, y acabado por sus hijos, Pedro y Bernardo. Fue propiedad del Barón de Areizaga y desde finales del siglo XIX es propiedad del Ayuntamiento donde tiene su sede. Obras de restauración a lo largo del siglo XX han adaptado el interior del palacio a su nueva función, estando la planta principal dedicada a Salón de plenos.

En las faldas del monte Irimo, cerca de la ermita de Santa Bárbara, está la imponente casa-palacio de Ipeñarrieta. Se trata de una construcción compacta de los primeros años del Barroco con predomino de líneas clasicistas. Se adapta en planta al terreno y se organiza en un gran volumen cúbico del que sobresale un cuerpo central más alto en el que se aloja la caja de escaleras, que organiza a su alrededor el resto de dependencias del palacio. Fue diseñado por Martín de Basagoitia en los primeros años del siglo XVII, por encargo de Cristóbal de Ipeñarrieta, en un emplazamiento cercano al caserío familiar y emplea en su construcción mayoritariamente la piedra de sillar. En su fachada principal cuenta con dos pisos bien organizados simétricamente. Se realiza ésta en piedra de sillería y dispone el vano principal, adintelado y decorado con dovelas almohadilladas, en el centro de la fachada. A su lado sendas ventanas con recerco en resalte. Una línea de imposta separa este piso del segundo, organizado al igual que la planta baja con cinco vanos, balcones en este caso, también con su perfil recercado. El central se encuentra realzado por dos bellos escudos familiares realizados en piedra blanca, en los que se lee el emblema familiar "SOLI DEO HONOR ET GLORIA". Esta fachada se encuentra rematada por una elaborada cornisa pétrea con ménsulas en las que apoya el tejado. En cuerpo central, trabajado asimismo en piedra de sillería, se eleva un cuerpo más sobre este primer tejado y se encuentra organizado por tres grandes ventanas en cada lado, que como las de la fachada se encuentran recercadas en su contorno. Se repite el remate del muro con cornisa y ménsulas antes de cubrir el espacio con un tejado a cuatro aguas.

En un lugar privilegiado de la villa, en el centro, se encuentra la iglesia de San Martín, patrono de la población. Se trata de una iglesia de tres naves a la misma altura, esto es una iglesia de planta de salón. La construcción actual data del siglo XVI con algunas modificaciones importantes como la torre, adosada a la zona de los pies en el siglo XVIII, la ausencia del ábside original, derruido a mediados del siglo XIX para permitir el paso de la carretera hacia Azkoitia o la incorporación del pórtico moderno en la zona sur.

La iglesia cuenta con dos accesos, uno en la zona occidental compuesto por arco polilobulado con remate conopial con dos arquivoltas que se asientan en sendos pilares góticos. Esta portada se completa con una puerta de dos hojas hecha en madera y hierro de gran valor. El acceso en el muro del sur se hace a través de un arco apuntado y moldurado.

La torre, adosada al flanco oeste de la iglesia, se construye a partir de 1720 con proyecto de Juan de la Incera, después de que la anterior se viniera abajo después del incendio que afectó a la villa en 1658. Trabajan en su construcción José Lizardi, los hermanos Juan y Martín de Iturbe, Gabriel y Gregorio de Salezán y Pedro de Zumeta. En su fábrica se emplea únicamente piedra de sillería, consta de un primer cuerpo macizo y cuadrangular dividido en dos pisos por una línea de imposta. En él se abre, además de una ventana, una hornacina rematada en venera en el lado sur, en la que se aloja una bella imagen de San Martín Obispo de Tours, en actitud de bendecir y que posiblemente es obra de siglos anteriores. Este primer cuerpo se remata con cornisa saliente. A partir de él, surge un nuevo cuerpo también cuadrangular pero con los ángulos achaflanados entre pilastras que articulan los muros. En el primer cuerpo sobre la cornisa se sitúa el reloj y cuatro adornos esquineros compuestos por pirámides y bolas. En el segundo se abren cuatro arcos de medio punto en el que se colocan las campanas. Sobre la cornisa de este cuerpo de campanas se levanta la cúpula gallonada y peraltada, con linterna y cúpula menor sobre ésta, rematándose todo con bola y cruz. Es posiblemente este último cuerpo de remate el que hiciera a partir de 1723 Andrés de Garro.

El interior de la iglesia destaca por su amplitud espacial, propia del mejor Renacimiento y por su cubierta en madera de roble y castaño. La nave mayor, salvo en el tramo de los pies, se cubre con cúpulas rebajadas apoyadas en pilares cilíndricos, que a mitad de altura continúan en madera. Las naves laterales se cubren por bóvedas de crucería soportadas por los pilares que dividen éstas de la nave central y por ménsulas que descansan en los muros perimetrales. También el coro, situado a los pies de las naves, es una interesante construcción en madera sobre pilares cilíndricos de piedra. Estas construcciones arquitectónicas en madera constituían un paso previo, más económico, a las cubriciones pétreas. En el caso de Urretxu, como en tantos otros se convirtió en definitivo y ha llegado tal cual se ideó por Juan de Lizarazu y se acabó en el siglo XVI al XX, no así al XXI.

En las obras de restauración emprendidas en 1982 se llevaron por delante el revoco y sin duda más pintura del XVI, como los despieces de sillería, con los que se pretendió cubrir y homogeneizar el pobre material con el que tuvieron que finalizar la iglesia y los medallones que decoraban las pechinas de otras cúpulas de esta iglesia. También desaparecieron en este momento los enlucidos de las paredes. De este lamentable modo se perdieron las pinturas renacentistas documentadas para 1571 y 1572 realizadas por Juan de Elejalde, uno de los grandes pintores de muros, vecino de Mondragón. De todo aquel trabajo pictórico se conservan las cuatro pechinas de la cúpula del crucero con cuatro Padres de la Iglesia, San Gregorio Magno, San Jerónimo, San Ambrosio y San Agustín, insertos en óvalos con cartelas correiformes y con decoración vegetal sobre fondo blanco.

La iglesia conserva en la actualidad tres retablos en la cabecera, el mayor y dos laterales y numerosas imágenes sueltas que han sido descontextualizadas de sus conjuntos. El retablo mayor es una construcción moderna que alberga figuras de retablos anteriores. Está presidido por un Calvario compuesto del Crucificado gótico, y las hermosas tallas romanistas de la Virgen y San Juan. En las calles laterales dos tallas de una santa mártir y de San Martín, titular del antiguo retablo, ataviado como obispo de Tours. En el banco cuatro tallas representan a San Juan Bautista y San Antón y San Martín vestido de diácono y con una oca a sus pies y otra imagen no identificada. En el ático tallas también antiguas de San Pablo y San Pedro.

El retablo mayor, del siglo XVI, era obra de Juan de Lizarazu, algunas de cuyas tallas están distribuidas por el actual retablo mayor y por los muros de la iglesia y fue policromado por Juan de Elejalde.

El retablo del lado del evangelio, dedicado a Nuestra Señora es obra de Domingo de Mendiaraz y Martín de Echeverría, ejecutado entre los años 1582 y 1595. Consta de banco y dos cuerpos de tres calles, integrando el último el remate del conjunto. Preside la arquitectura del retablo una bella serliana bajo la cual se sitúa la talla de la Virgen con el Niño. En los relieves de las calles laterales encontramos el martirio de Santa Águeda y la escena de la Adoración de los pastores. En el segundo cuerpo remata el retablo la Asunción Coronación de la Virgen y a los lados la Circuncisión y la Epifanía. El banco contiene relieves relativos a la Pasión de Cristo como la Oración en el Huerto, El Camino del Calvario y el Prendimiento y, entre hornacinas, santos, evangelistas y Padres de la Iglesia.

El retablo de Santa Catalina, en el lado de la epístola, fue realizado por Andrés de Araoz a partir de 1574. Se compone de banco, cuerpo principal y ático también de tres calles. En la calle principal destaca la imagen de Santa Catalina como mártir. A los lados sendos relieves con episodios de su martirio y en el ático, Dios Padre y dos imágenes de Evangelistas.

De gran interés resulta el banco de este retablo, en el que encontramos elementos importantes del Romanismo como dos atlantes sujetando las columnas del primer cuerpo, relieves en marcos ovalados con Santas mártires recostadas, pinturas de Padres de la Iglesia y el episodio de Cristo y la samaritana en el pozo del ciclo de la vida pública de Jesús.

Un conjunto de esculturas importante del siglo XVI decoran las paredes de la iglesia, una vez que desde el siglo XIX los retablos de esta iglesia tuvieron que ser desarmados y reubicados tras la desaparición del ábside. En el muro sur de la iglesia encontramos las tallas de Santiago el Menor, Santa Águeda y San Bartolomé. Todas ellas con una policromía en la que predomina el oro, propia de los primeros años del siglo XVI.

En un arco de medio punto decorado con casetones tanto en la rosca como en su intradós, que se abre en la pared del lado del evangelio, encontramos varias imágenes y bustos relicarios barrocos. Ente las primeras están las tallas de los jesuitas San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola y las del santo franciscano San Antonio de Padua con el Niño Jesús. En este mismo espacio se encuentran cuatro bustos relicarios femeninos alusivos a las Once mil Vírgenes, tallas de en torno a 1600 con magníficas policromías del natural propias de los últimos veinte años del siglo XVI y buena parte del XVII. Destacan los motivos vivos de esta decoración como rameados y tallos vegetales, pajarillos del país y niños estofados sobre oro, usando los tres colores canónicos del momento, el carmín, el azul ceniza y el verde montaña.

Como último conjunto escultórico a destacar en esta iglesia, en la misma pared del evangelio se dispone un relieve con la escena de la Quinta Angustia. Fechable en las primeras décadas del siglo XVI, bien pudo formar conjunto con todas las tallas de esa misma cronología que hoy se hallan repartidas y descontextualizadas por los retablos y paredes de la iglesia. En la escena encontramos a Cristo muerto sostenido por la Virgen y San Juan, rodeados de las santas mujeres y de San José de Arimatea y Nicodemo y otro personaje masculino no identificado.

Mención aparte merecen también el monumento funerario Neoclásico que la provincia de Guipúzcoa dedicó a Gaspar de Jauregui en 1852, guerrillero destacado en la lucha contra los franceses en la Guerra de la Independencia, alcalde de Urretxu y militar liberal. Destacan elementos decorativos alusivos a sus gestas bélicas y a la fama alcanzada, así como al paso inexorable del tiempo. También es importante destacar el hermoso sepulcro barroco con elementos ya próximos al Neoclasicismo, que cobija una talla moderna de Cristo muerto y que se elabora íntegramente en madera dorada y cristal.

Fuera de la villa, en la subida al monte Irimo encontramos la ermita de Santa Bárbara, muy cerca del impresionante palacio de Ipeñarrieta. Es una sencilla construcción en mampostería. Al interior destaca el coqueto retablo mayor ubicado en la cabecera de la iglesia, que pese a estar repintado, no esconde su factura del siglo XVI. Como los laterales que quedan en pie en la iglesia de San Martín de Urretxu, cuenta con banco, cuerpo y ático, ambos con tres calles. El banco está decorado con escenas de la Pasión de Cristo muy similares a las que encontramos en el retablo lateral de la parroquia que preside la Virgen con el Niño y Santos y Santas en hornacinas. El cuerpo principal está presidido por Santa Bárbara sedente y con el atributo más característico, la torre en la que fue encerrada por su padre, y un libro entre sus manos. En las calles laterales se representan escenas de su martirio, como la Flagelación, y el momento en que la santa va a ser decapitada por un sayón ante la presencia de dos testigos. En el ático dos santas y mártires acompañan el Calvario de la calle central. Todo el conjunto escultórico es de buena calidad y fue ejecutado por Domingo de Mendiaraz a finales del siglo XVI bajo los postulados del Romanismo. Hoy todo el conjunto se encuentra repintado, dificultando así la apreciación y valoración del conjunto.

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AGS 2011