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Siderurgia

Desde las ferrerías hasta la creación de las grandes acerías vizcaínas, el proceso seguido por la siderurgia ha recorrido todos los aspectos de la evolución de la economía vasca. Del tradicional sector ferrón se pasó a la vorágine de los comienzos de la siderurgia vizcaína, para devenir en las distintas crisis que determinaron la transformación y reconversión de este sector.

Hablar de la explotación del hierro en Bizkaia es remontarse a los orígenes de las ferrerías. En el Bajo Medievo ya se reseñaba que entre las partidas exportadas por el puerto de Bilbao se encontraba un importante volumen de hierro elaborado. El siglo XVII fue el siglo dorado de las ferrerías cuya producción era exportada en gran parte por el puerto bilbaíno. La industria ferrona vizcaína logró un alto prestigio en Europa por la calidad de sus producciones. La protección de esta producción por una severa legislación evitaba desafueros que perjudicasen lo que era uno de los pilares de la economía vizcaína.

En el último tercio del siglo XVIII y principios del XIX la industria ferrona entra en una grave crisis, fruto de los nuevos avances técnicos y, también, de las nuevas legislaciones.

Transcurridas las guerras carlistas, impuesta la abolición foral, y con la invención del convertidor Bessemer, que exigía la utilización de hierro no fosfórico del que Bizkaia contaba con importantes criaderos, el panorama minero del territorio dio un cambio radical. Bizkaia ofrecía una infraestructura altamente cualificada para la extracción de este hierro no fosfórico y los ingleses supieron aprovechar esta situación. El fácil laboreo y acarreo del mineral y la presencia de los ferrocarriles mineros facilitaron el progreso industrial que se vivió en las décadas siguientes.

La convención de intereses entre productores mineros vizcaínos e industriales extranjeros se vio plasmada en la creación del Círculo Minero de Bilbao. Fundada en 1886, esta asociación llevaba la representación de los intereses minero-siderúrgicos de Gran Bretaña, Francia, Bélgica y otros países europeos, y también de los propietarios y arrendatarios de las minas vizcaínas. Los intereses de estos grupos foráneos estaban representados por un conjunto de empresas que dotaron rápidamente a toda la cuenca minera de los medios capaces de explotar y transportar el mineral en las mejores condiciones. Estas empresas se asociaron con capitales vizcaínos propietarios de minas.

En 1873 se constituyó la sociedad "The Orconera Iron Ore Cp. Limited", en 1876 se registró la "Cie Franco-Belge des Mines de Somorrostro". Ambas empresas eran de capital mixto con presencia de capital vizcaíno encabezado por los Ibarra. En 1886 se fundó "The Luchana Mining Co" y también "The Parcocha Iron Ore and Railway Co. Ltd.", las dos de capital exclusivamente inglés.

Estas y otras empresas se afanaron en dotar a la zona minera de las infraestructuras necesarias para su buen funcionamiento. Se instalaron tranvías aéreos, cadenas sin fin y ferrocarriles mineros que facilitaron la reducción del coste en el transporte del mineral.

Por otra parte, la producción minera exigía el respaldo de una organización empresarial consolidada. De este modo, surgieron tres instituciones que aglutinaron a los propietarios, arrendatarios y contratistas de arranque de mineral: El Círculo Minero de Bilbao, la Asociación de Patronos Mineros de Vizcaya y la Cámara Oficial Minera de Vizcaya. A pesar de ser entidades jurídicamente independientes, sus componentes eran básicamente los mismos.

En 1900 las principales factorías siderúrgicas de Bizkaia se encontraban asentadas en Sestao: Aurrera, José Martínez Rivas, La Iberia, La Vizcaya y Sociedad Altos Hornos de Bilbao. En 1901 se constituyó la compañía Altos Hornos de Vizcaya, por la fusión de Altos Hornos de Bilbao, La Vizcaya y La Iberia. Por su parte, la siderurgia Santa Ana de Bolueta era la única que no tenía su ubicación en esta parte de la Ría, sino en su parte superior.

La diversificación productiva de este sector era mínima en esta zona, centrándose ante todo en la elaboración de productos siderúrgicos primarios (tochos de hierro, laminados, railes), que luego eran consumidos por otras industrias de transformaciones metálicas.

El primer alto horno que se puso en funcionamiento fue el de la empresa Santa Ana de Bolueta en 1948. En 1882 se fundó, a partir de la fábrica Nuestra Señora del Carmen, Altos Hornos de Bilbao, con un capital inicial de doce millones y medio de pesetas. Este año también se abrió la siderurgia San Francisco, que en 1886 pasó a denominarse José Martínez Rivas. También, en 1882, otro grupo de inversores constituyeron la Sociedad Anónima de Metalurgia y Construcciones Vizcaya (La Vizcaya). En 1890 se inscribió la empresa Sociedad Anónima Iberia, situada en los terrenos adyacentes a La Vizcaya.

Estos empresarios consiguieron el amparo del Gobierno, mediante una política de protección arancelaria que permitía dirigir las producciones al mercado español. La siderurgia vizcaína ya se constituyó a fines del siglo XIX como el motor de la industrialización de la región. Facilitaba las materias primas necesarias para aquellas empresas que habían surgido al amparo de esta producción.

En 1901 se creó Altos Hornos de Vizcaya (A.H.V.) al fusionarse Altos Hornos de Bilbao, La Vizcaya y La Iberia. Altos Hornos de Vizcaya era el inversor mayoritario sobre un capital inicial de 32.750.000 pesetas. Dentro de esta política de fusiones empresariales, Altos Hornos de Vizcaya compró en 1924 la fábrica de San Francisco.

La política proteccionista del Gobierno, que culminó con las leyes de 1907 que obligaban a utilizar material español en las obras públicas, permitió el buen desenvolvimiento de la siderurgia vizcaína. Con la I Guerra Mundial este sector seguía contando con el mercado interior. Al llegar la dictadura de Primo de Rivera, se invirtieron las ganancias surgidas de este conflicto bélico, lo que favoreció la modernización de las siderurgias y alcanzar cotas de producción que no se rebasarían hasta la expansión de los años cincuenta.

Al igual que en otros sectores económicos del País Vasco, la guerra puso en evidencia la deficiencia de sus infraestructuras. Es más, la economía de la postguerra estaba marcada por la autarquía y la intervención estatal. En esta etapa se concedía una importancia vital a la recuperación de la actividad industrial, por lo que la industria recibiría todo el apoyo del Estado. La siderurgia vizcaína se benefició de importantes pedidos para reconstruir el país. En 1944 desde la Cámara de Comercio de Bilbao se hablaba de la recuperación de las principales actividades económicas vizcaínas. La falta de artículos manufacturados del extranjero hizo posible la recuperación de la siderurgia, y, con ello, del resto de los sectores que estaban subordinados a ella.

Sin embargo, durante este periodo la capacidad productiva de la siderurgia vizcaína estuvo infrautilizada como consecuencia de la escasez de materias primas y energía. La escasez de suministros de carbón obligó a Altos Hornos de Vizcaya a reducir durante nueve meses un 35 % la producción de las baterías de coque. La principal consecuencia de estas restricciones fue el no poder atender un mercado que estaba ahí y que demandaba sus producciones, como el de material ferroviario.

En 1949 el crecimiento inicial de la siderurgia se había estancado y se indicaba que la razón no era otra que las restricciones de carbón, chatarra y energía. Al mismo tiempo, comenzaba a plantearse una de las cuestiones vitales para la supervivencia del sector siderúrgico vizcaíno, el coste de las producciones. Para las asociaciones de productores la modernización del sector repercutiría en el aumento y abaratamiento de la producción. El problema era que no había los medios ni necesarios ni suficientes para acometer estos cambios.

Los industriales indicaron al Gobierno que era más viable y barato renovar las instalaciones ya existentes que crear nuevas empresas en otras regiones ajenas a la dinámica industrial vasca. Además, los representantes de las industrias de transformados del hierro y del acero se oponían al desmantelamiento de la siderurgia vizcaína, base de todas sus producciones. Detrás de este temor al desmantelamiento de la siderurgia vizcaína planeaba el agotamiento de las minas. En los años cuarenta descendió considerablemente la producción y exportación de hierro de Vizcaya. Aunque se recuperó en la década de los cincuenta, no se llegaron a alcanzar las cifras anteriores a la guerra.

El Plan de Estabilización de 1959 dio lugar a la liberalización de la economía española. Las entidades financieras vizcaínas recomendaron reajustar las actividades industriales y comerciales y entrar en un mercado de libre competencia tanto interior como exterior, dirigido especialmente este último a los países de la O.C.D.E.. En definitiva, las industrias debían de redirigir su producción, adaptando precios y calidades hacia los mercados exteriores aprovechando las medidas estatales de fomento y beneficio a la exportación. La siderurgia vizcaína tuvo que adaptarse a las nuevas directrices estatales y reorientar sus producciones a los mercados exteriores, sin olvidar por ello el mercado español. Por lo tanto, el Plan de Estabilización supuso la integración de la economía vasca y española en el ámbito occidental.

Con el Plan de Estabilización la reactivación económica fue general, en particular de la industria siderúrgica. La mayor libertad comercial permitía acabar con el déficit de materias primas y de bienes de equipo. Además, las industrias se beneficiaron del acceso a los mercados internacionales y del proteccionismo de la nueva Ley Arancelaria de 1960, que le reservaba el mercado interior.

A partir de 1964 el Gobierno aplicó una política de protección industrial basada en diversos Planes de Desarrollo. El País Vasco quedó fuera de estas iniciativas estatales. Consecuencia de todo esto fue la crisis que vivió la industria siderúrgica durante los años 1966 y 1967. Las entidades industriales vizcaínas culpaban de esta situación al desarrollo económico general acelerado y al desequilibradamente planificado por parte del Estado. Se solicitó al Gobierno medidas correctoras que ayudasen a la siderurgia vizcaína y, también, la revisión arancelaria para defender la producción propia de la competencia extranjera. Ciertas corrientes de opinión abogaban por la reestructuración de aquellos grandes sectores industriales que habían quedado obsoletos e ineficaces, entre ellos, la siderurgia.

A partir de 1968 se inició una lenta reactivación de la economía vizcaína. La Cámara de Comercio de Bilbao solicitó de nuevo al Gobierno, además de medidas correctoras, la necesidad de instalar nuevas industrias que diversificasen la actividad económica vizcaína. Nada se decía de una renovación de la gran siderurgia.

La crisis que afectó a la economía mundial en 1973 no se hizo sentir en Bizkaia hasta 1975. Todas las entidades económicas de Bizkaia admitían la necesidad de un proceso de reconversión, pero también indicaban que la política estatal tenía que ser lo suficientemente flexible como para permitir que empresas que representaban elevados costes de inversión y miles de puestos de trabajo tuviesen la oportunidad de sobrevivir y transformarse.

El proceso de reconversión del sector siderúrgico se inició con una primera fase de saneamiento. A partir de 1984 se desarrolló una segunda etapa basada en la puesta en marcha de un programa de inversiones, otro laboral y un esquema financiero.

En 1991, el plan de reconversión de la siderurgia integral supuso la puesta fuera de servicio de la acería eléctrica de la fábrica de Altos Hornos de Vizcaya de Sestao y del tren desbastador de laminación que esta empresa tenía en Ansio (Barakaldo). La estructura de esta empresa se redujo a una planta de laminación en frío.

En 1994, el Ministerio de Industria decidió fusionar Altos Hornos de Vizcaya con Ensidesa. Con la aplicación del Plan de Competitividad conjunto AHV-Ensidesa, se creó el grupo "Corporación de la Siderurgia Integral" (CSI). En 1997 se reorganizó esta corporación dando lugar al surgimiento de "Aceralia Corporación Siderúrgica", que formaba parte del grupo Arcelor. En 1996 se cerraron definitivamente las últimas dependencias de Altos Hornos de Vizcaya.

Lo que quedaba de la fábrica de Sestao cambió de nombre para llamarse "Acería Compacta de Bizkaia" y tiene una capacidad de producción anual de 2 millones de toneladas. En el 2007 esta fábrica recibió un nuevo nombre, ArcelorMittal Sestao, con una producción ese año de 1,5 millones de toneladas, equivalente a un 8% de la producción española. ArcelorMittal es la mayor compañía siderúrgica mundial con una plantilla de 310.000 empleados en más de 60 países.