Lexikoa

MATRIARCADO

Observaciones. El que se fije en la serie de nombres que sirven para designar a los parientes de grado lejano de las dos ramas (paterna y materna), nada encontrará, a primera vista, que se pueda juzgar como elemento distintivo. Pero al llegar al estudio de los de los hermanos, se hallará con que los nombres del hermano y hermana de la mujer son distintos a los del hermano y hermana del hombre: "anae", "snaie", "anaia" = hermano del hombre, y "arreba" = hermana del hombre, forman pendant con "neba" = hermano de la mujer, y "aizpa" = hermana de la mujer. Hay que notar, sin embargo, que, excepto en Vizcaya, se usa "anae", "anate", como término general para designar al hermano, aun cuando en todos los dialectos exista la distinción de hermana del hombre y hermana de la mujer. No hay explicación clara de por qué es en aquella provincia donde ha quedado la distinción nominal. G. Baehr, en su interesante estudio sobre el tema, supone que "neba" está en relación con : "anae", que es una forma derivada de *(a)nae-ba, y que la palabra vizcaína sería la muestra de una evolución en la Idea del parentesco (105). La conjetura no me parece probable.

Hugo Schuchardt notó, por su parte, que el sufijo "ha" aparece exclusivamente en los nombres de parentesco, y quiso averiguar si este sufijo se refiere al parentesco paterno o al materno. Ahora bien; aunque el citado Baehr afirme que el resultado de la averiguación ha sido casi nula, hay motivos para defender la tesis de que en un principio el sufijo "ha" se refería al parentesco materno no al otro. En primer lugar, nos lo encontramos en "alaba" = hija, mientras que para decir hijo se emplea la palabra "seme", que algunos consideran de origen latino, erradamente según pienso, pues es muy significativo el paralelismo de ella con "ume" = cría, señalado por Baehr. En segundo lugar, en las dos citadas palabras "arreba" = hermana del hombre, y "neba" = hermano de la mujer, se halla igualmente el sufijo, como también se puede sospechar que en el nombre de "aizpa" = hermana de la mujer, entraba en un principio (106). Donde no se encuentra precisamente es en el nombre del hermano del hombre, "anae", "anai".

De la consideración de estos datos se deduce el cuadro siguiente: ver tabla en imágenes.

Es decir, que cuando se trata de fijar el parentesco entre hermanos y hermanas, aparece el sufijo "ha", pero no al designar a los hermanos cuando se habla de ellos sin referencia a las hermanas. Tampoco aparece en el nombre de los hijos varones y en el de las hijas. Esto es bien significativo y, en consecuencia, cabría pensar que nombres como el de "osaba", "oseba', "osoba" = tío; "izaba", "izeba" = tia, y "asaba" = abuelo, se referían en un principio a la rama materna únicamente, que sería la más considerada y tenida en cuenta. Un hecho que vale la pena de registrar también (que acaso esté relacionado con la cuestión del avunculado) es la confusión nominal que se observa entre abuelo y tío, y sobrino y nieto: "asaba" = abuelo, se puede relacionar, aunque oscuramente, con "osaba" = tío; con el nombre de "illoba", en vasco se designa tanto al sobrino como a la sobrina, al nieto como a la nieta. Teniendo en cuenta que además hay otros nombres de composición clara para designar al abuelo y a la abuela, que revelan respeto ("sitajaun", "amandre") o cariño ("aiton", "amon"), así como otros más oscuros para designar a los nietos ("aurso"), etc., se puede suponer que éstos en que no aparece el sufijo "ha" se han formado posteriormente al considerar, no una, sino ambas ramas de parentesco, o tal vez alguno sea resto de las denominaciones patrilineales.

Merece que se estudie la palabra "giñarreba", a la que, anteponiendo "aita" o "ama", significa suegro o suegra, aunque de ello no se han sacado grandes conclusiones por ahora (107). Los grados lejanos (bisabuelo, etc.) se matizan mediante sufijos y adjetivos o son de origen romance y no tienen interés aquí. En cambio, la palabra que designa al viudo y a la viuda indistintamente, "alargun", examinada desde el punto de vista etimológico, ha hecho pensar que en un principio no marcaba sino el sexo femenino, es decir, que significaba viuda. Baehr, que, con Campión, es el principal mantenedor de esta tesis, recuerda que en algunos pueblos de Europa estaba prohibido antiguamente que hubiera hombrea viudos, mientras que, en cambio, las mujeres no debían casarse de nuevo una vez muerto su marido, y sugiere si esta ley existiría también entre los vascos (108). Es imposible aceptar o rechazar esta sugerencia, aunque, siguiendo el texto de Estrabón, acaso encontraríamos una posible razón de tal ley en el matrilocalismo y la herencia.

Del examen hecho queda en pie que algunos nombres parecen "hacer resaltar de un modo particular a los parientes de nexo femenino y tal vez a los del lado materno", como dice el siempre citado Baehr al fin de su interesante estudio (109), y aunque, siguiendo a Aranzadi, no quiera entrar a tratar de la cuestión del matriarcado vasco, nosotros, siguiendo el método etnológico expuesto, no vemos que haya de inclinarse la balanza con los argumentos al lado de un primitivo patriarcado, ni mantenerse en un justo medio, sino que más bien debe inclinarse hacia el del matriarcado.

Matriarcado. Observaciones sobre los nombres de parentesco según J. Caro Baroja en Los pueblos del Norte de la Península Ibérica.