Kontzeptua

Jauregia (1993ko bertsioa)

Influencias extrañas. Las casas palacianas de todos los países están influenciadas por las construcciones de los pueblos fronterizos. Un arte tan íntimamente relacionado con las costumbres como la arquitectura palaciana, no puede permanecer indiferente a los diversos vaivenes de la sociedad, producidos por las modas y gustos de la época. Y si esta influencia es muy marcada, los palacios construidos en estas condiciones pudieran considerarse como transplantados de sus países de origen, y, por lo tanto, exóticos a la construcción típica.

Las casas medioevales anteriores al tipo vasco, formado en el s. XVI, y las casas mudéjares capitaneadas por Loyola estarían en este apartado muy en su lugar. Ya que las hemos estudiado al principio de los palacios por las circunstancias especiales que en ellas concurrían, trataremos aquí de aquellas obras que tienen algún rasgo señalado, opuesto a los típicos palacios reseñados. No por estar aquí queremos indicar que son completamente extraños al País. La mayoría, al ser construidos y dirigidos por gente vasca, han adquirido un cierto carácter similar a las más típicas casas.

El maestro Lampérez ya señala el hecho de que los palacios alaveses son los más influenciados por el arte castellano. El de Bendaña, en Vitoria, con su patio, es una buena prueba. Y perdidos por la llanura alavesa no sería difícil encontrar multitud de ellos. A veces esta influencia castellana es tan insignificante que apenas debilita el recio carácter vasco, como ocurre con la casa de los Velasco, también en Vitoria.

Algo semejante ocurre con la casa de Lazarraga, de Oñate, que, a pesar de su patio -rasgo castellano-, es un buen modelo de la casa vasca, con sus proporciones, alero, pináculos, etc. Fue construida adosada a una torre, del XV, esgrafiada como las segovianas. Forman la torre y el palacete un conjunto sumamente interesante, tanto por la construcción arquitectónica como por lo adecuado del mobiliario que en ella se guarda.

Otro ejemplar del palacio con patio adosado a la vieja torre se encuentra en la de Ubillos, en Zumaya. Magnífico edificio del XVI, salvado de la ruina por un gallardo gesto del Ayuntamiento. A pesar de tener patio, no pueden ser más vascas las fachadas de la casa de doña Aldonza de Mondragón. La influencia extraña sólo ha intervenido en la confección de las plantas, siendo, por el contrario, las fachadas acordes con las otras casas de Escoriaza.

Hasta el corazón de Guipúzcoa llegó el arte castellano con el magnífico palacio, construido en el segundo cuarto del s. XVII, en la pintoresca villa de Lazcano, por los descendientes de Juan López de Lazcano. La distribución es a base de un patio central con galerías alrededor, estando en planta baja los locales de servicio y, en la principal, los salones, comedor y dormitorios. La fachada principal, de movida silueta por los dos torreones de las esquinas, tiene toda la decoración agrupada en el centro, formando las columnas y entablamentos un adecuado marco a la gran puerta de entrada y al balcón principal que encima de su arquitrabe muestra el escudo de los Lazcano, admirablemente labrado y guardado por dos barbudos centinelas.

Medio siglo más tarde, hacia 1716, edificaban, en Lequeitio, el palacio de Zubieta, don Miguel Vélez de Larrea y doña Josefa Jacinta Adan de Yarza, también con un patio central y con dos torres flanqueando la fachada principal. En su centro, en vez del escudo, como colocaron en Lazcano, pusieron un nicho, con la imagen de San Miguel, cuajado de adornos barrocos. El arquitecto que ejecutó este palacio fue Domingo de Abaria, con arreglo a los planos de autor desconocido, remitidos por el Señor Vélez de Larrea.

Por esta época fue construida en Narvarte (Navarra) la casa de Reparacea, con sus dos torres en los dos lados de la fachada principal. El patio que vimos en Lazcano y Zubieta no aparece en este ejemplar, y la sillería que formaba los muros principales de aquellos palacios ha sido aquí sustituida por mampostería enfoscada y blanqueada, adquiriendo con esta innovación un aspecto tan risueño y alegre como el paisaje que le rodea.

El tipo de las torres inspiró al Conde de Peñaflorida para edificar su palacete de «Insausti», en Azcoitia. No ha tenido patio castellano, ocupando el centro de la casa una amplia escalera alumbrada cenitalmente. En la planta baja se encontraban la cocina, granero, leñera, cuadras y servicios; en el principal, el comedor, salas y saletas; en el segundo, los dormitorios de los señores e hijos, y, en el último, con lumbreras como los palacios navarros, dormían los criados. Frente a la fachada del Poniente hay una capillita muy s. XVIII con un altar afrancesado.

La influencia de la arquitectura montañesa no puede mostrarse mejor que viendo el palacio de Buya, con sus tres arcos de entrada apoyados en bien perfiladas columnas con basa y capitel toscanos. Y, por último, las influencias aragonesas aparecen pujantes en la frontera de Navarra y Aragón. Entre los muchos palacios que existen de este género, son los más característicos los del Conde de Parcent, en Barillas, de ladrillo; el del Conde de Altamira, en Buñuel, también de ladrillo y con la típica galería aragonesa coronando la fachada; el palacio de las Cadenas, en Corella; en Sangüesa y Tudela son muchos los ejemplares marcadamente aragoneses, y hasta cerca de Pamplona han influido los constructores vecinos al colocar en el palacio de Gorraiz la galería superior de pequeños arcos de medio punto y de ladrillo, como en las casas más típicamente aragonesas.