Sailkatu gabe

GIPUZKOA (HISTORIA: EDAD CONTEMPORÁNEA)

Rendición de los cuarteles de Loyola (28 de julio). Los cuarteles de Loyola continúan sujetos al asedio de los milicianos y fuerzas leales. Escaseaban en los mismos el agua, la comida y las medicinas. El 25 de julio un avión dejó caer alguna bomba sobre ellos causando bajas y destrozos. Irujo -desde San Sebastián- inició conversaciones telefónicas con el teniente coronel Vallespín. Una explosión cortó el teléfono. Entonces el jefe rebelde envió una áspera carta a los diputados exigiendo una peligrosa entrevista delante de los cuarteles. Se le dio la conformidad y se apresuraron los preparativos. No quedaba a los asediantes ni una caja de munición. Era preciso prolongar el alto el fuego por veinticuatro horas por lo menos. A la entrevista iban Irujo, Picabea, Lasarte, Irazusta y Amilibia. A poca distancia, en Oyarzun, se hallaban ya los requetés de Navarra. Costó trabajo ponerse de acuerdo con el comité del Frente Popular y miembros de las Juventudes Libertarias. Se envió a Vallespin una nota invitándole a salir a mitad de camino del cuartel y de donde se hallaban los diputados. No aceptó el lugar señalado por hallarse bajo el fuego del asilo donde se hallaban los milicianos y oculto a los cuarteles. Designó otro lugar al alcance del fuego de los mismos. La entrevista era peligrosa pero se aceptó con la condición de que se enarbolaran banderas blancas en los cuarteles. Frente a éstos, después de atravesar el puente, esperaban Carrasco, Vallespín y Erce. La situación era comprometida para los diputados. Allí fueron y se reunieron. La entrevista fue breve, Amilibia les pidió la rendición incondicional. Contestó Vallespín: "el ratón impone condiciones al gato". De todos modos, finalmente, se acordó y se dejó para el día siguiente el formular una propuesta definitiva. Se supo que los soldados se negaban a hacer fuego contra los milicianos. Continuaban las deserciones. Al día siguiente se reunían Amilibia, Lasarte e Irujo con el comandante Erce que traía una carta de Vallespín con las condiciones de rendición, pero él había desaparecido durante la noche de los cuarteles no se sabia si hacia Oyarzun, donde se hallaban las tropas de requetés de Beorlegui, o hacia Navarra. Era urgente la rendición de los cuarteles. Se acordó que a las nueve de la mañana seria la toma de posesión del material. Se dejó una guardia de miqueletes custodiando el puente y varios camiones blindados para impedir un asalto al cuartel por parte de los milicianos. Los diputados se trasladaron a la Diputación y volvieron con Larrañaga, Tacho Amilibia, Leizaola, secretario de la Diputación, el comandante García Larrea e Irujo más otras personas. Recibidos en uno de los cuartos de banderas -como dice Irujo- por los jefes, se tomó posesión de los cuarteles en nombre del Gobierno. Amilibia y Larrañaga dieron las órdenes oportunas para hacerse cargo del armamento. Leizaola se quedó para levantar un inventario de municiones, víveres y demás efectos. Los jefes y oficiales rendidos fueron introducidos en camiones excepto Carrasco que tomó asiento en el coche que abría la marcha. La caravana se dirigió a la Diputación Foral donde se había concentrado un inmenso gentío hostil a los militares rendidos. Hubo muchas dificultades para la salida de los camiones y coches. El comunista Jesús Larrañaga salió al balcón principal para prometer al pueblo que los Tribunales harían justicia. Entretanto corrían estas peripecias los prisioneros, los de la CNT, conocedores de todo lo tratado por haber tomado parte en las conversaciones de rendición, horadaban los muros traseros de los cuarteles y se apoderaban de todo el material de guerra, fusiles, ametralladoras, armas cortas, morteros y municiones. Unicamente dejaron la artillería. Guipúzcoa quedó a merced de la organización más extremista.