Elkarteak

Euskal-Erria

"El partido liberal monárquico -escribe Campión [Conferencia acerca del Origen y desarrollo del regionalismo nabarro dada en la Lliga Catalana el 3 de junio de 1891, "España Regional", 1891, X, p. 385-406] es un nombre nada más; flor de invernadero que se aja y muere en cuanto sale de la estufa oficial". Este partido liberal monárquico (ya sea conservador ya fusionista) es la resultante del deslizamiento vasco por la vía de la "transigencia", ya aludida en el párrafo anterior, durante el decenio 1876-1886. Apuntalado desde el poder, el liberalismo vasco filial del estatal pudo establecer una limitada clientela de notables que le permitió representar, mediante un menguado cuerpo electoral, a los distritos uninominales vascos en las Cortes. La otra cara de esta enfeudación fue la protección que se esperaba fuera dispensada por la corona a la incipiente industria vasca, en especial vizcaína.

[De 1880 a 1890 Vizcaya conoce una euforia económica sin precedentes: implantación de empresas siderometalúrgicas, astilleros, extracción a gran escala, finanzas, red ferroviaria, etc.], cosa que acaece principalmente a partir del segundo gabinete Sagasta (1885). La adscripción a uno u otro de los primos hermanos de turno en poder obedece a razones fortuitas de amistad o vasallaje personal, mucho más que a matizaciones ideológicas. Las elecciones legislativas siguen con fidelidad el amigable turno de partidos establecido en el Pardo; cuando en Madrid gobierna Sagasta (1881), nuestras cuatro provincias, por medio del sufragio censitario, eligen a 13 liberales fusionistas de 17 escaños disponibles; cuando lo hace Cánovas (1884), se elige a 14 conservadores de 18 diputados; y, al volver Sagasta (1886) los liberales tornan a ser mayoritarios

"Según transcurren los años los mismos que en las elecciones anteponían ante todo su calificativo de fueristas, sin determinar o dejando en segundo término su significación respecto a los partidos turnantes en el poder, se presentan ya al comicio electoral, salvo en el caso de los tradicionalistas, que siempre lo hicieron con esa significación, como afiliados a partidos que extendían su influencia por toda la nación y sin recordar su carácter fuerista".

Ybarra: Política nacional en Vizcaya, Madrid, 1941; p. 78

Del luto de 1876 pasan rápidamente al medio luto algunos y al desembozado alivio los más de los liberales.

"Este es un asunto que pasó a la historia y si se exceptúan Trueba, Sagarmínaga, los Adanes de Yarza y otros pocos llamados aquí euskalerriacos, los liberales, que están en la realidad de las cosas, no desean la vuelta de la integridad del Fuero; mas los carlistas, que anteponen a todo D. Carlos y su unidad católica, se servirán de este arma, si encontrasen cándidos e ilusos que les siguieran por ese camino."

Escribe el diputado liberal vizcaíno Eduardo de Aguirre en el Imparcial en 1884. La "realidad de las cosas" es, en lenguaje de este prohombre, la feliz conjugación de proteccionismo estatal y concierto económico; es, hacia estos dos objetivos-arropados de una hueca retórica foralista adonde convergen todos los esfuerzos de nuestros liberales. El mismo Aguirre contrapone al que "honradamente y sin adulaciones a nadie (a la opinión fuerista) manifiesta lo que cree más conveniente a los intereses de su tierra natal (desarrollo prioritario de las fuerzas productivas) a aquél (fuerista) que reduce sus méritos a escribir Bizkaya con B, Euskalerria con K y a cantar todos los días el Guernicaco-arbola [Angulo: Op. cit., t. II, p. 148-149. El texto entre paréntesis es miol". Estos hombres establecen las bases del régimen concertado que, pese a diversos altibajos, rige las relaciones entre el Estado y las provincias vascas hasta 1937. Euskalerriacos primero, nacionalistas vascos después, se verán obligados a defender estos que Arana denominara los "Fueros del dinero" a falta de una completa autonomía foral, politice y administrativa.