Bailarak

BAIGORRY, Valle de

Situación financiera e intervención estatal a fines del siglo XVIII. En vísperas de la Revolución el valle se halla empobrecido y cubierto de deudas hasta el punto de no poder pagar al marqués de Logras las repetidas gestiones que llevó a cabo en la Corte francesa para lograr una revocación de la línea Ornano. ¿Cuál es la causa de este empobrecimiento general? No podríamos achacarlo al mero estancamiento de las fuerzas productivas, sino que junto a un excesivo apego al modo tradicional de vida colocaríamos un desfase respecto a los nuevos rumbos de la administración que cambian rápidamente y que hacen aparecer torpe y lenta la vieja organización campesina. Ya hemos visto las innumerables argucias empleadas por el valle para escabullirse de la corvea real en el asunto de la carretera a Arnéguy, argucias que sólo consiguen atraer una gran cantidad de gastos ocasionados por el pleito, que, además se pierde. Los bosques sufren desde mediados del s. XVII una peligrosa deforestación en función a las naves de la marina; la población, por otra parte, aumenta. (Ver ARBOLADO). Pero no es el incremento de los impuestos lo que endeuda al valle sino los pleitos en que se enzarza ya sea para librarse de hacer un camino, para no perder los pastos de Quinto Real, para evitar que las tierras comunales sean objeto de apropiación privada, etc. Por otra parte, el valle debe de pagar la taille, impuesto fiscal discutido, afortunadamente, entre el intendente real y los Estados de Navarra y el diezmo del clero. Luego están los gastos intermitentes del valle: multas, imposiciones de los Estados de Navarra, regalos a personalidades, retribución de gestiones, salarios de los jurados, etc. Estos últimos son una continua sangría para la economía del valle ya que multiplican los gastos con sus minuciosos viajes hasta para los más ínfimos asuntos. Luego vienen los sueldos de los delegados del valle en San Juan de Pie de Puerto, los abogados de Pau, el pago a los notables por sus servicios, los diputados en los Estados, etcétera. Al final, es una buena cantidad la que se suma a la taille que ha de pagar el baigorritarra y si a esto -como dice Cuzacq- ha de agregarse un gran desembolso como el de la remisión de la corvea real o el del pleito de los Aldudes, la bancarrota es inminente. En toda esta maraña financiera penetra lentamente el ojo del Intendente real. En 1787 prohibe que se sigan pagando recetas sin su consentimiento y pretende que todas las deliberaciones deben de serle dadas a conocer para su aprobación. El valle replica «al intendente de Navarra» que siempre había sido el soberano en la cuestación de ingresos y salidas, y continuó como hasta entonces. Se produce entonces una grave crisis; el Intendente prohibe que el tesorero pague recetas, que se recojan contribuciones, que las tarifas del síndico sean fluctuantes, etc. El valle, que había recurrido ya a préstamos, tiene que ceder y fija las tarifas del síndico. El Intendente, aprovechó la ventajosa situación para prohibir al valle que tome acuerdos sobre el mineral del mismo (Ordenanza del 6 de septiembre de 1788). Vemos pues que la Revolución encontrará su camino centralizador desbrozado, aunque aún, en vísperas de 1789, el margen de autonomía y autogestión de estos pequeños valles pirenaicos, entre los que entran los vascos, es amplio y generoso.