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ASIA

Cruzadas. Fueron iniciativa de papas, reyes y nobles principalmente. Los vascos, en especial los navarros, tomaron parte en ellas. A la primera, predicada por el Papa Urbano II (1095) para liberar Jerusalén de la invasión turca y sarracena, acudió un núcleo de vascos capitaneado por el Infante D. Ramiro de Nav. Se le unió el Conde de Tolosa, Raimundo de Saint-Gilles junto con otros grupos de gascones y aquitanos. Tomaron parte en grandes acciones de guerra, como la toma de Antioquía. Entraron en Jerusalén el día 15 de julio de 1099. En la cruzada de 1189- 1192 (3ª.) también tomaron parte núcleos vascos unidos al ejército de Ricardo Corazón de León y a título de señores vascones o de aliados. Se ven en ella al Obispo de Bayona D. Bernardo de Lacarra, al pamplonés Beltrán de Cruzat y, sobre todo, a Berenguela, la princesa navarra, prometida entonces de Ricardo. El señor de Vizc. D. Diego López de Haro fue dispensado de ir para poder hacer frente a las fuertes invasiones de sarracenos en la Península. Lo más notable de esta cruzada para los vascos es el Código jurídico, social y judicial dado por D. Felipe de Nav., dejado como gobernador de Chipre, añadido a la colección de sentencias y códigos palestinos (1232- 1239) hecha por los gobernadores de ese país conocida con el nombre Asisias de Jerusalén (v. César Cantú, Hist. Univ., 1869, p. 681). Los vascos, salieron de Bayona, unos por mar y otros por tierra, para reunirse en Marsella y recorrer por tierra todo el camino hasta Jerusalén. Ricardo Corazón de León llegó a una tregua con Jerusalén (1192) con la sola condición de permitir a los peregrinos la libre visita de los Santos Lugares. A la sexta cruzada (1238-1242) predicada por Gregorio IX solamente acudió el rey Teobaldo o Tibalt I de Nav. Le acompañaron los señores vascones y Raimundo Guillermo V, vizconde de Zuberoa. No se desanimó el rey trovador. Compuso versos y coplas que se cantaron en toda Nav. enardeciendo el entusiasmo popular. El ejército navarro hizo una entrada triunfal en París para de ahí dirigirse a Marsella y embarcar con destino a Esmirna en el Asia Menor. Las jornadas por tierra fueron muy azarosas sobre todo en las grandes luchas en monte Tauro. Entraron en Jerusalén a finales de 1240.