Toponimoak

ASIA

Viajes y exploraciones. No se tienen noticias de más allá de la edad media en relación a los vascos tan distantes e incomunicados con el Asia. Jerusalén era considerada como el centro del mundo para el mundo occidental. Los árabes, una vez fundado el Islam, estuvieron en condiciones de conocer gran parte de las naciones asiáticas recorridas por sus ejércitos. Pero estas noticias no trascendieron a la mayor parte del mundo cristiano. No obstante Benjamín de Tudela, nuestro ilustre geógrafo y viajero, hizo ya sus viajes entre 1159 y 1173. Puede considerársele como el primer explorador del Oriente. Sus observaciones las dio a conocer en su libro Massaoth schel Raffi Binjamin publicado por primera vez en 1543 en Constantinopla y traducido posteriormente del hebreo original a muchos idiomas tales como el francés, inglés, alemán, latín, danés, holandés, italiano. La traducción española la hizo Arias Montano y se publicó en Amberes en 1565. Se da cuenta en esta obra singular -el documento medieval más antiguo en su género- de todo lo visto y aún oído durante su viaje desde Cataluña, Marsella, donde embarca, pasando por Italia, Grecia, isla de Negreponto, Salónica, Constantinopla, Samos, Rodas, Chipre, Antioquía, Jerusalén y Hebrón. Su objeto era visitar las sinagogas judías. Viajó hasta el nacimiento del Jordán, pasó por Damasco y Alepo y curso inferior del Eúfrates. Es extraordinario que visitara también China y finalmente Egipto. En el s. XIV llega a Tartaria el franciscano Fray Pascual de Vitoria. Sale de Vitoria en 1334 en compañía de Fray Gonzalo de Irastorza. De su carta sobre este viaje entresacamos los trozos más interesantes traducidos de la edición crítica de Wyngaert. «En Venecia embarcamos en una carraca para atravesar los mares Adriático y el Póntico, y entre Eslavonia y Turquía varamos en Grecia, en el paísde los Gálatas, junto a Constantinopla, hallándonos allí con el Padre Vicario de Cathay, de la Vicaría Aquilonar. Volviendo a embarcarnos, navegamos por el Mar Negro, de profundidad inconmensurable hasta arribar a Crimea, predio de los tártaros; de allí, por otro mar, también insondable, llegamos a Tana (Azof). Habiendo llegado yo antes que mi compañero, marché en carro tirado por caballos, en compañía de algunos griegos, hasta Sarai (Stalingrado); mi compañero junto con otros religiosos alcanzaba Urganth. También yo deseaba ir con él pero, habiendo pedido consejo, preferí aprender primeramente la lengua de aquella región, y, por la gracia de Dios, aprendí la lengua camánica y la escritura vigúrica que son las usadas en todas estas regiones o posesiones de los tártaros, persas, caldeos, medos y el reino de Cathay. Mi compañero salió de Urganth para volver allí; yo, aborreciendo volver al vómito y anhelando alcanzar la indulgencia plenaria concedida a los misioneros que llegamos a estas tierras, así como la tienen concedida los que peregrinan a Jerusalén y que solamente la alcanzan los que perseveran hasta el fin, no quise volver. Desde que aprendí la lengua camánica prediqué frecuentemente y sin mediación de intérprete, la palabra de Dios, tanto a los sarracenos como a los cristianos cismáticos y herejes. En ésto, recibí un mandato de mi Vicario para que, por mérito de la santa obediencia, continuara la peregrinación interrumpida. Pasado el año de estancia en Sarai, ciudad sarracena en el imperio de los tártaros, situada en la jurisdicción de la vicaría franciscana aquilonar -donde un año antes padeció glorioso martirio a manos de los sarracenos un hermano nuestro en religión llamado Esteban-, me embarqué en una nave en compañía de algunos armenios para surcar el río Tigris, bordeando la orilla del mar llamado Vatuk (Mar Caspio) abordamos en Saraschuk tras doce días de navegación. Tomando en Saraschuk un carro tirado por camellos, en penosísimo viaje, arribamos el quincuagésimo día a Urganth, ciudad límite del imperio de los Tártaros y de los Persas, conocida también con el nombre de Us, donde descansa el cuerpo de Job. Nuevamente sirviéndome de un carruaje tirado por camellos y acompañado de agarenos, único cristiano entre tantos seguidores de Mahoma, exceptuando un criado, de la región de Ziquo, entré en el Imperio de los Medos mediante la ayuda divina; allí padecí lo que sólo Dios sabe y sería demasiado prolijo manifestarlo en una carta. Por razón de que el Emperador de los Medos había sido asesinado por un hermano suyo, temiendo una guerra y un atraco, se detuvo en algunas ciudades la caravana sarracena de la que yo formaba parte, motivo que alargó mi compañía entre los sarracenos, a quienes durante muchos días prediqué sin temor y sin rebozos el nombre de Jesucristo y su Santo Evangelio, explanando además y ridiculizando los sofismas, las falsedades y la ceguera de su falso profeta Mahoma y dando contestación adecuada y en alta voz a los ladridos de sus secuaces. Puesta toda mi confianza en mi Señor Jesucristo no les abrigaba temor alguno, merced a la iluminación y fortaleza que recibía del Espíritu Santo. A fin de calar más cumplidamente la raigambre de mi fé, el día solemne de su Pascua me citaron frente a su Mezquita. Con motivo de la Pascua habían concurrido al lugar de muy diversas partes muchos Caídes, que son los obispos sarracenos, y talismanes o sacerdotes, con quienes gracias a la enseñanza del Espíritu Santo, disputé a lo largo de veinticinco días en el predicho lugar, en las puertas mismas de su mezquita, sobre todo lo divino y sobre la falsedad del Alcorán, tan entregado a mi apostolado que no me sobró en tantos días tiempo suficiente para engullir un pedazo de pan y deglutir un sorbo de agua. Entonces estos hijos del diablo trataron de sobornarme ofreciéndome mujeres, doncellas, oro y plata, propiedades y ganado y cuanto de material puede anhelar un corazón en este mundo. Al observar que despreciaba todos sus ofrecimientos, me despreciaron y calumniaron de mil diversos modos, maltratándome barbaramente durante dos días, lapidándome, quemando al fuego mi rostro y mis pies, arrancándome la barba y llenándome de calumnias, insultos y afrentas. Fortalecido con el auxilio divino, continué mi peregrinación hasta Armalek, situada en el corazón del Imperio de los Medos, en la Vicaría franciscana de Cathay. Desde Urganth, límite de los Imperios Persa y Tártaro, hasta Armalek, viajé durante cinco meses, solo entre tantos sarracenos, predicando sin cesar con la palabra, con el ejemplo y hasta con mi santo hábito. Ellos frecuentemente me propinaron veneno, trataron de ahogarme en el agua y me maltrataron con un sadismo incapaz de poder ser expresado en una carta. En Armalek, Imperio de los Medos, en la fiesta de San Lorenzo de 1338». Muere ejecutado dos años después de escribir la carta a resultas de un cambio de gobierno. Ref. Anasagasti, Fr. Pedro: Un vasco en Tartaria en el s. XIV. Homenaje a Urquijo, II.