Udalak

Andoain

El 26 de enero de 1615 Andoain apareció en la historia de Gipuzkoa como una villa independiente con capacidad de autogobierno en los ámbitos que le eran propios. Fue un largo camino, una aspiración reiteradamente buscada y que estuvo jalonada de distintas tentativas de exención jurisdiccional de la villa de Tolosa a la que había estado vinculada y sometida, desde un punto de vista jurídico.

Poco sabemos sobre los orígenes de Andoain, a quien Pablo Gorosabel asignó el nombre originario de Leizaur (Gorosabel, 1862), dada la preeminencia que tenía el linaje de Leizaur en ese entorno. Pero finalmente se impuso la denominación de Andoain, vinculada a la población agrupada en torno a la iglesia de San Martín, en las faldas del monte Buruntza. Todavía quedan algunas dudas sobre su evolución durante la Baja Edad Media, pero otros muchos interrogantes ya han sido resueltos. En el contexto de la crisis del siglo XIV, la tierra o universidad de Andoain buscó el amparo y la protección de dos grandes poblaciones y las ventajas económicas y fiscales que se derivaban de acogerse a unos fueros concejiles, que habían sido otorgados por los monarcas castellanos: primero San Sebastián y luego Tolosa. Pero ello no impidió que algunos linajes importantes de parientes mayores continuaran teniendo una fuerte influencia política, económica y espiritual sobre los hombres de este espacio: la casa de Leizaur, la más poderosa, cuyo poder se extendía en torno a la ermita de Santa Cruz; la casa de San Millán, con influencia en el barrio de Zumea y Goiburu; y la casa de Acelain, la que perduró más tiempo, en la tierra de Sorabilla (Ayerbe; Díez de Salazar, 1996).

En 1379 se confirmó la vecindad de Andoain con la villa de San Sebastián; fue una unión voluntaria y a perpetuidad. Pero un siglo después, pesó más en Andoain su relación con Navarra y sus vínculos económicos y comerciales con las tierras del interior de Gipuzkoa, que determinaron la basculación hacia el sur y la firma de un nuevo contrato de avecindamiento de Andoain en la influyente villa de Tolosa en 1475. Mientras Gorosábel indica que en 1479, los de Andoain volvieron a avecindarse en San Sebastián hasta 1516 en que retornaron a Tolosa, Ayerbe y Díez de Salazar han confirmado que desde 1475 Andoain permaneció bajo la vecindad de Tolosa (Ayerbe; Díez de Salazar, 1996; Etura, 1997). De todos modos, los problemas con la cabeza jurisdiccional surgieron casi inmediatamente, en 1499, pues algunos vecinos de Andoain plantearon que el avecindamiento se había realizado contra su voluntad y, además, con carácter a perpetuidad.

Estas tensiones entre Andoain y Tolosa continuaron durante todo el siglo XVI, ya que Andoain fue precisamente una de las aldeas de Tolosa que presentó una oposición más activa al desarrollo de la preeminencias fiscales, militares y judiciales por parte de su cabeza de jurisdicción (Truchuelo, 1997). Estos conflictos surgieron en 1517, a causa del rechazo de Andoain a la realización de alardes militares de armas en Tolosa. El nivel de tensión fue creciendo cuando Tolosa, en 1528, condenó a fuertes multas a varios andoaindarras. El pleito, dirimido en la Chancillería de Valladolid, estableció que los vecinos de Andoain no tendrían que desplazarse a Tolosa a hacer los alardes, aunque un escribano de la villa daría testimonio de su realización (Ayerbe, Díez de Salazar, 1996; Irijoa, 2006). Pero las relaciones con Tolosa fueron degradándose progresivamente hasta que en 1570 Andoain plantea, junto a Berastegi y Elduain, en la Chancillería de Valladolid su exención de Tolosa, sin éxito. Se entablaron nuevos pleitos los años siguientes por motivos diferentes, todos ellos vinculados al ejercicio de la jurisdicción ordinaria por parte del alcalde de Tolosa: por ejemplo, se rechazaban las visitas a las posadas, tabernas, pesas y medidas. La universidad de Andoain basaba su alegación en su condición de comunidad libre con jurisdicción propia en el momento de su incorporación al señorío colectivo de Tolosa y en el posterior incumplimiento de las condiciones del contrato de avecindamiento por parte de la villa. Pero la Chancillería fue favorable a Tolosa, como "cabeza de jurisdicción".

Nuevos conflictos surgieron en 1589, 1600 y 1604 (Truchuelo, 1997) hasta que, finalmente, Andoain junto a Berastegi encabezaron la solicitud de exención jurisdiccional, y consiguieron que Felipe III enviara una real cédula al corregidor de Gipuzkoa el 19 de marzo de 1614 para que investigara la conveniencia de la exención de la jurisdicción de Andoain y otras aldeas. Tras no pocas disputas, poco después, el 26 de enero de 1615 Felipe III concedió a Andoain el asiento y la real cédula que le eximía de la jurisdicción de Tolosa, concediéndole el título de villa, así como la jurisdicción civil y criminal. Andoain alcanzaba así su independencia de Tolosa y ascendía a la categoría de villa, con lo que podía incorporarse de manera personal en las Juntas Generales de Gipuzkoa.

Para conseguir el título de villazgo, Andoain pagó a Felipe III 25 ducados por vecino. Su población ascendía a 293 vecinos y 1/2 y 1/4 , y por tanto, se pagó a Felipe III 2.725.734 maravedís; una cantidad que no varía sustancialmente de los datos asignados por otras fuentes, que ascienden a 2.855.589 maravedís (Etura, 1990; Truchuelo, 1997). Esta elevada cantidad de dinero se obtuvo de la siguiente forma: 2/3 partes de la venta de bienes de propios y rentas concejiles (tras la obtención de una licencia real que permitía vender algunos terrenos concejiles) y 1/3 a través del repartimiento entre los vecinos, proporcional a la hacienda y bienes de cada uno. También se estableció un censo, de 10.000 ducados, que fue redimido la mitad en 1620 para establecer otro nuevo de 5.000 ducados (Etura, 1990).

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El título de villa conllevaba la capacidad de gobierno, desde el punto de vista fiscal, administrativo, económico, educativo, militar... y la sujeción exclusiva a las entidades políticas consideradas superiores en las que estaba incluida Andoain: las Juntas Generales, como órgano de gobierno de la Provincia de Gipuzkoa, y el rey de Castilla. A partir de ese momento, Andoain envió a las Juntas a su propio representante para que defendiera sus intereses, sin la intermediación de Tolosa, recuperando así los 24 fuegos que tenía asignados para votar y pagar los gastos generales de las Juntas. Andoain fue, junto a Berastegi y Elduain, la única de entre las treinta nuevas villas creadas en 1615 que no se integró en ninguna Unión de villas para el envío conjunto del procuradores junteros. A partir de ahora, la comunidad de Andoain también se encargó del autogobierno interno en cuestiones militares -como la realización y supervisión de los alardes de armas- y fiscales, -como la recaudación de impuestos reales o provinciales, a través de sisas o repartimientos para los gastos ordinarios y los extraordinarios, como el pago de tropas o nuevos impuestos (Truchuelo, 1996).

La nueva villa de Andoain continuó estando organizada en torno a varios barrios o entidades territoriales bastante diferenciadas, congregadas en torno a una iglesia (Etura, 1997): en un extremo se encontraba Andoain propiamente dicho, en las faldas del monte Buruntza, articulada en torno a la iglesia de San Martín; Zumea, en la confluencia del Oria y el Leitzaran, en torno a la ermita de Santa Cruz de Zumea; y en el extremo opuesto, en la orilla izquierda del río Oria se encontraba Sorabilla, junto a la ermita de San Martín de Sorabilla, que era un término rural dominado por el señor de Acelain, antiguo banderizo, y que estaba integrado no en Andoain, sino en otra entidad política: la alcaldía mayor de Aiztondo. La agregación efectiva de Sorabilla a Andoain, desde un punto de vista político, no se produjo hasta mucho más tarde, en 1882.

El sistema de gobierno implantado en 1615 en Andoain seguía el modelo general guipuzcoano: un concejo cerrado y un concejo abierto en el que todos los vecinos que cumplieran los requisitos restrictivos exigidos tenían derecho a voz y voto para tratar cuestiones de importancia para la comunidad, como establecimiento de censos, obras en la iglesia o en el molino, construcción de la casa concejil, designación de oficiales o cuestiones relacionadas con el honor del concejo. Pero quien dictaba las normas cotidianas de obligado cumplimiento en la villa era el concejo cerrado, un órgano restringido de gobierno, que representaba al concejo, y cuyos oficiales eran elegidos cada 29 de septiembre, día de San Miguel, en la iglesia de San Martín (también en la casa Torrea, casa Echazarra, casa Pasterorena...) hasta que se edificó la casa concejil entre 1649 y 1662, con un gasto total de 37.901 reales (3.445 ducados).

En los primeros años de andadura de la nueva villa, siguió vigente el sistema anterior de designación de los oficiales, que se basaba en la combinación del sorteo y de la designación directa, aunque había diversas variantes. Éste era uno de los modelos electivos: los asistentes a la reunión escribían su nombre en un papel y se depositaban en una jarra; luego un muchacho extraía al azar cinco papeles y las personas cuyos nombres estuvieran escritos en los carteles serían los electores, también por sorteo, de los oficiales. Los electores escribían en un cartel cinco candidatos y, tras insacularlos, los elegidos, según su orden, serían alcalde y teniente de alcalde; luego se insacularían otros cinco nombres, y los tres extraídos de la jarra en el sorteo serían los regidores; otros cinco nombres para la elección del síndico-mayordomo, otros cinco para el alcalde de la hermandad y, por último, otros cinco para la elección de los tres guardamontes. Por supuesto, la participación en el gobierno de la comunidad estaba restringida a los varones que cumplieran unos requisitos económicos, residenciales, estamentales y culturales (aunque la alfabetización de los alcaldes era ampliamente incumplida). De todos modos, de la asistencia a la reuniones de los concejos abiertos se deduce que entre un 10 y un 18% de la población participaba en los concejos (Truchuelo, 1996). Las mujeres de Andoain, como todas las del Antiguo Régimen, no tenían capacidad de participar en el gobierno, sino que tenían totalmente interiorizados los modelos y comportamientos de la sociedad estamental desigualitaria, como se ha estudiado para el caso de las señoras de la casa de Acelain (Oliveri, 1996). Además, en 1644 se redactaron nuevas ordenanzas concejiles, que alteraban el procedimiento electivo, pero su confirmación debió plantear algún problema dado que permanecieron en el Consejo Real hasta 1653, aunque desconocemos si finalmente fueron confirmadas (Truchuelo, 1996).

Como era habitual en el Antiguo Régimen, las actividades económicas dominantes eran las agrarias, basadas en el caserío "y sus pertenecidos" como unidad de explotación. En Andoain abundaban los manzanales para el consumo privado y la elaboración de sidra, así como perales, que eran todos ellos arrendados por el concejo, convirtiéndose en una de las fuentes de ingresos más rentables de la villa en el siglo XVII (Truchuelo, 1996). Pero en Andoain no abundaba el cereal, como en el resto de Gipuzkoa y, en períodos de escasez y malas cosechas, era aportado desde otros territorios como Andalucía, como sucedió en 1630. También contaba con una cabaña ganadera, de ganado vacuno y ovino; y parte de sus ingresos provenían de la explotación forestal (Etura, 1997), que estaba protegida por el concejo. El comercio también era intenso en esta área, al encontrarse la villa en las vías de comunicación que conectaban con Donostia-San Sebastián y con Navarra. Este mismo marco geográfico ventajoso favorecía que los intercambios comerciales no siempre se realizaran dentro del marco de la legalidad, participando los vecinos de Andoain en las actividades de contrabando, en particular de tabaco a partir del siglo XVIII (Aparicio, 2004).

Por otra parte, las actividades manufactureras se centraban en las ferrerías y molinos, aunque ya estaban en declive en este período. En el siglo XVII, al igual que en el período medieval, las ferrerías estaban vinculadas a las familias más renombradas del lugar, herederas de los antiguos parientes mayores, y que no estaban integradas en el seno de la comunidad de Andoain. La casa Lizaur o Leizaur tenía herrerías -mayor y menor (también denominada Olazarra)-, que arrendaba temporalmente. Y la casa Acelain era dueña de la herrería de Acelain, sita en Sorabilla, junto a la casa solar; en realidad eran dos ferrerías: Olaechea y Azpicoola o Uzelayeta-Azpicoola (Etura, 1997). El concejo contaba asimismo con dos ferrerías: Yeribia y Olaberria, arrendadas anualmente. También había varios molinos, unos particulares y otros del concejo: el molino de Leizaur pertenecía a la familia del mismo nombre y el del concejo era Azpicoerrota, junto al río Oria y la casa Ondarreta, y se arrendaba anualmente con la obligación de que todos los vecinos molieran en él sus ceberas. En 1673 el concejo ordenó construir un nuevo molino, el de Varansoro, que quedó terminado dos años después (Etura, 1997).

En el ámbito espiritual Andoain contaba con una importante representación de iglesias, ermitas y cofradías religiosas. La iglesia parroquial de San Martín se localizaba en la falda del monte Buruntza y en 1649 comenzaron a oírse con fuerza las primeras voces que demandaban su traslado a un lugar menos excéntrico de la villa. Pero hubo que esperar bastantes años, entre 1759 y 1770 para que se construyera la parroquia de San Martín de Tours en la actual Goikoplaza (Mendiluze, 1989). En la confluencia entre los ríos Oria y Leitzaran se encuentra la ermita de Santa Cruz de Zumea, de la que hay noticias desde 1529 (Aguirre, 1992) cuyas obras de profunda remodelación se iniciaron en 1664. En un alto, en Goiburu, se encuentra la ermita de San Esteban, de la que constan referencias de 1548; su altar mayor fue realizado en 1663 por Pedro de la Tijera. Por último, en el otro extremo, la iglesia de San Martín de Sorabilla era de patronato laico y estaba en manos de los señores de la casa de Acelain.

Estas parroquias estaban bajo la jurisdicción eclesiástica del corriedo de Erniobea que, a su vez, se encontraba dentro del arciprestazgo de Gipuzkoa, incluido en este período en el obispado de Pamplona. La parroquia de San Martín fue la que recibió un mayor número de encargos testamentarios de celebración de misas en la primera mitad del siglo XVII (en torno al 70 % de los conservados en los testamentos). Pero en la segunda mitad del siglo XVII, además de aumentar el número de encargos, apareció una distribución más equilibrada entre las parroquias, que benefició principalmente a la ermita de Santa Cruz (con el 37 % de los encargos de misas, aunque la que atraía a más creyentes seguía siendo San Martín, con el 41 % de los encargos) en un reparto que se mantuvo en término similares en el siglo XVIII (Ibáñez; Rodríguez; García; Hernández, 2001), lo que apunta a una mayor consolidación de la comunidad en el entorno de la ermita de Santa Cruz.

Por otra parte, Andoain también contó con varias cofradías religiosas, que reflejan el fuerte sentido de comunidad espiritual que se vivía en la villa a partir del Concilio de Trento: de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario hay referencias desde 1599, de la cofradía de la Natividad de Nuestra Señora (formada por sacerdotes del corriedo de Erniobea) desde 1615 y de la de Nuestra Señora del Carmen hay documentos desde 1674. En 1726 se sumó la cofradía de Ánimas del Purgatorio o de San Agustín, en 1771 la de la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús o Apostolado de la Oración y en 1845 la cofradía de San José (Rodríguez, 2002).

El sistema asistencial y de beneficencia estaba directamente vinculado a la organización religiosa. Y desde al menos mediados del siglo XVII se han encontrado testimonios de la existencia de un hospital en Andoain, que funcionó hasta mediados del siglo XIX. Además, los andoaindarras, algunos residentes en lejanas tierras gaditanas y americanas, también se encargaban de sufragar esta asistencia a través de las mandas testamentarias, en las que se incluían obras pías y ayudas económicas para el hospital, como las dejadas por Juan Legarra Echeveste, y Sebastián y Agustín de Leiza (Alijostes; Garmendia, 1996): el primero fue el fundador de un seminario para recoger y educar a jóvenes pobres de Andoain, Amasa y Villabona en 1735 (Ruiz, 1990) y los Leiza crearon un patronato para ayudar a las mujeres pobres de su familia y sufragaron los cuantiosos gastos de la construcción de la nueva iglesia parroquial de San Martín (Garmendia, 1994).

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Durante el siglo XIX los vecinos de Andoain padecieron los mismos avatares que el resto de los guipuzcoanos y se vieron envueltos en las guerras carlistas y en la dinámica industrializadora que acompañó a las demás villas de Gipuzkoa. El régimen liberal fue acompañado por cambios políticos en el gobierno de la comunidad de Andoain, pero seguía siendo un grupo reducido el que ejercía el poder municipal, al menos en el primer tercio del siglo XIX, teniendo que ser electos a los cargos los propietarios de casa y de bienes raíces así como los hidalgos limpios de sangre (Otaegi, 1990), al igual que en los siglos anteriores.

A principios del siglo XIX Andoain contaba con un censo de 1370 habitantes y Sorabilla con 145. La tendencia fue al crecimiento de la población, incluso durante las contiendas bélicas: por ejemplo, entre 1822 y 1845 la población de Andoain creció un máximo del 27 % (Lema; Muro; Vázquez, 1994). De todos modos, ese crecimiento sufrió todavía grandes oscilaciones, bajo los negativos efectos de las guerras y de las enfermedades epidémicas que conllevaban mortalidad catastrófica: las epidemias de cólera morbo en 1834, 1855 y, principalmente, en 1885 generaron un aumento de las defunciones en Andoain que dificultaba el crecimiento demográfico (Muro, 1998).

Los vecinos con mayor capacidad económica, que a la vez participaban en los ayuntamientos, fueron quienes más se beneficiaron del intenso proceso de ventas de bienes concejiles para el pago de los gastos de las guerras de principios de siglo, incluidas alguna ferrería y molino hasta entonces municipal. La participación en la guerra carlista consistió no sólo en la contribución con hombres, sino también en el suministro de alimentos a las tropas, lo que supuso una sangría para la comunidad y la hacienda municipal de Andoain: hubo que vender bienes comunales, embargar bienes particulares y que establecer nuevos impuestos. Además, a partir de 1837 Andoain, con una mayoría defensora del bando carlista, se convirtió en escenario directo de la guerra; el cuartel general carlista se instaló en la villa para dirigir las acciones bélicas, que tuvieron lugar en ese mismo espacio. Aunque no se libraron batallas decisivas, tras el triunfo carlista en Andoain en 1837, la línea carlista se mantuvo en la villa hasta el final de la guerra (Otaegui, 1990).

Con el final de la contienda civil, tras el convenio de Bergara de 1839, Andoain vivió primero un período de necesaria recuperación de las pérdidas de hombres y bienes durante la guerra. Poco después, se inició una etapa de prosperidad que se plasmó en el crecimiento demográfico y en el inicio del desarrollo económico, vinculado a la implantación de la industrialización. Al mismo tiempo, fueron asentándose cambios en el ámbito político, como fue el establecimiento progresivo de una mayor representación, aunque todavía muy restringida y de base censitaria. Sólo temporalmente, como en el resto del territorio, se utilizó en 1868, durante "La Gloriosa" el sufragio universal masculino, extendido, con limitaciones, en 1890. Pero estos cambios no se produjeron sin dificultades ni sobresaltos, como muestra el impacto de la segunda guerra carlista en Andoain (Garmendia, 1998). Por otra parte, con el nuevo régimen liberal los jóvenes andoaindarras comenzaron a ser reclutados de manera obligatoria para realizar el servicio militar e, incluso, participaron en contiendas internacionales como la guerra de Cuba y Filipinas (Alijostes, 1994). Años antes, en 1882 se produjo la definitiva agregación de Sorabilla a la villa de Andoain tras convocarse a que votaran sobre la unión a la villa los 350 vecinos que tenía entonces Sorabilla (Múgica, 1994).

Desde mediados del siglo XIX, con la paz y el traslado de las aduanas a la costa en 1841, las actividades agrarias y manufactureras tradicionales -como las derivadas de las ferrerías, molinos, etc. -fueron perdiendo importancia, adaptándose a los nuevos tiempos (Berriochoa, 2010), para dejar paso a una incipiente industrialización que incorporó a los andoaindarras en el mismo proceso de cambio que se estaba implantando al mismo tiempo en Gipuzkoa y Bizkaia. Las industrias papeleras, textiles y algodoneras, siderúrgicas, armeras y alimenticias comenzaron a establecerse en Andoain a partir de 1841 (Bengoechea, 1990). La energía hidraúlica barata y abundante proveniente de los saltos del Oria facilitaba la instalación de estas industrias. El paso por Andoain de la nueva red ferroviaria que conectaba Madrid e Irun abarataba el transporte de la producción industrial; y el paso del nuevo camino real por Andoain, unía directamente a esta villa con Donostia-San Sebastián y con el nuevo espacio económico que se estaba consolidando en torno a la costa, basado en la exportación. Las actividades industriales tradicionales -como los molinos o algunos telares domésticos- no desaparecieron totalmente de Andoain en el siglo XIX, pero pronto irían siendo sustituidas ante el empuje de las nuevas fábricas, como la Algodonera, con un buen número de máquinas que abarataban la producción. Al mismo tiempo, estos cambios fueron acompañados de un fuerte crecimiento demográfico y de transformaciones urbanísticas en la villa -surgiendo barrios nuevos como Etxeberrieta o las casas de la Algodonera- (Larrinaga, 2004) que repercutieron en todos los aspectos de la vida, por ejemplo, en la mejora del abastecimiento de agua de esa población en crecimiento, a través de la introducción de medidas sanitarias y de la canalización del agua para consumo humano (Larrinaga, 2002) y de la luz pública (Segurola; Muro, 1996).

A principios del siglo XX muchos andoaindarras trabajaban ya en un gran número de pequeñas y medianas industrias, sitas en la localidad, dedicadas al sector metalúrgico, forestal, eléctrico, químico, minero, cantero, construcción y, principalmente, textil. Ya poco tenía que ver el mundo que se iniciaba en el Andoain de principios del siglo XX con aquel que encontramos en la recién creada villa de 1615.

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El 17 de agosto de 1936 la villa de Andoain era ocupada por los sublevados que progresaban por el Oria desde Tolosa, localidad de la que se habían apoderado el día 15 de agosto. Andoain, ante las amenazas de ser bombardeada, había sido evacuada por sus defensores y por gran parte de la población como veremos más adelante. Los sucesos de Beasain, que tuvieron lugar tras la entrada de las tropas "nacionales" a finales de julio, supusieron un importante cambio en la mentalidad con la que los guipuzcoanos hicieron frente a la Guerra Civil. Tras el fusilamiento de varios vecinos de Beasain y la destrucción de bienes y propiedades, los guipuzcoanos cambian su percepción sobre el conflicto que ya se percibe en la evacuación de Tolosa el día 14 de agosto y de Andoain el día 16 del mismo mes. Por tanto, a partir de ese momento la historia de Andoain entra en una nueva etapa, caracterizada por el desarrollo del llamado "Nuevo Estado" que, pese a que se prolongará hasta la transición democrática en la década de los setenta del siglo XX, no será una realidad homogénea sino que irá evolucionando a lo largo del extenso periodo que supuso el Franquismo.

  • La evolución del poder local

Uno de los aspectos más llamativos del Franquismo en la villa de Andoain es la evolución del poder local. Como es lógico suponer, la huída de los republicanos supone la desaparición del Ayuntamiento elegido en 1931, al frente del cual se situó el nacionalista Pablo Eguibar, quien dirigió una corporación formada por nacionalistas y tradicionalistas (Barruso, 1992). Durante la Guerra Civil, al igual que ocurrió en otros municipios guipuzcoanos el Ayuntamiento permaneció en un segundo plano, ocupándose de las escasas labores municipales que se mantuvieron, un comité formado por representantes de todos los partidos que se mantuvieron fieles a la República (Barruso, 1996). En Andoain, los concejales tradicionalistas permanecieron en la localidad, pero no tenemos noticias de que fueran detenidos o molestados en el período en que la villa estuvo bajo control republicano, si se exceptúa el que hubieran sido cesados de sus cargos por la orden del Gobierno de la República de 2 de agosto de 1936, mediante la cual se destituía a aquellos cargos públicos que se hubieran opuesto a la legalidad republicana.

El mismo día de la ocupación de Andoain, tal como recogen las actas municipales, se constituye el primer Ayuntamiento de la nueva etapa. En el transcurso de una sesión extraordinaria, a la que concurren -por indicación de la Junta Carlista de Guerra- los concejales tradicionalistas de la localidad, es nombrado alcalde Domingo Soroa, quien se pone al frente de un consistorio formado exclusivamente por los concejales que habían formado la minoría tradicionalista durante la II República. El nuevo consistorio, siguiendo las indicaciones de la Junta Carlista de Guerra, adopta sus primeras resoluciones como son la adopción de la bandera bicolor -en sustitución de la enseña republicana-, colocar el crucifijo en las escuelas y reentronizar la imagen del Sagrado Corazón en el Salón del Plenos del Ayuntamiento. Del mismo modo el nuevo consistorio adoptará otras medidas, principalmente relacionadas con la cuestión de la represión, de las que nos ocuparemos más adelante.

Tras la constitución del primer Ayuntamiento, en agosto de 1936, tendremos que esperar hasta el mes de octubre de ese mismo año -cuando ha culminado la campaña de Gipuzkoa- para que encontremos novedades en el ámbito municipal. El 3 de octubre se celebra una sesión en la que toman posesión cuatro nuevos concejales con lo cual se completa la corporación que queda, exclusivamente, conformada por tradicionalistas. Esta nueva composición municipal regirá los destinos de Andoain hasta marzo de 1937, fecha en la que se procede a una importante renovación. Tan solo permanecen dos de los integrantes de la corporación nombrada en 1936 y desaparecen aquéllos que habían sido concejales durante la II República. Al frente del nuevo Ayuntamiento se sitúa José María Trecu Alcain, a quien acompañan cinco tradicionalistas y dos falangistas además del propio alcalde. El cambio radical que se produce en la composición municipal debe ser explicado a la luz de los cambios que se van produciendo en la organización política de la zona "nacional" y como resultado del proceso de unificación entre la Comunión Tradicionalista y Falange Española de las Juventudes de Ofensiva Nacional-Sindicalistas (FE de las JONS) que conducen a la creación de Falange Española Tradicionalista y de la Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalistas (FET y de las JONS) (cfr. Barruso, 2000, p.275-285). El gobierno municipal permanecerá sin alteraciones hasta 1939, cuando en el mes de marzo, se produce la dimisión del primer mandatario municipal, que es sustituido por el tradicionalista Cándido Mendizábal, quien tendrá una breve permanencia en el cargo.

En 1940 se produce un nuevo cambio en la composición municipal. El cargo de máximo regidor municipal es ocupado por Manuel Laborde y el consistorio queda integrado por cinco tradicionalistas y tres "derechistas". La renovación es menor que en otras ocasiones ya que tan solo cuatro de los designados -entre ellos el alcalde- se incorporan por primera vez a las tareas municipales. Por el contrario, se mantiene -desde agosto de 1936- el tradicionalista Ignacio Artola y se reincorpora Carmelo Urdampilleta, que había ocupado un cargo de regidor en 1934 a raíz el conflicto de los ayuntamientos vascos del verano de ese año (cfr. Barruso, 1995).

La principal crisis municipal del Franquismo se produce en 1943, cuando se produce una nueva renovación del consistorio. Previamente, en 1942, el alcalde había sido sancionado por la Fiscalía de Tasas por cuestiones relacionadas con el racionamiento de la patata y varios concejales son acusados de situarse junto a la línea falcondista del tradicionalismo, opuesta al Régimen. Lo cierto es que en mayo de 1943 se nombra un nuevo Ayuntamiento en el que los tradicionalistas, con seis representantes -entre ellos el alcalde José María Aizpurúa- siguen siendo la "familia política" con más peso en el gobierno municipal. Quizá el aspecto más llamativo de la nueva composición sea la incorporación de Hilario Esnal, al que se le considera de filiación nacionalista antes de la Guerra Civil. En la nueva composición municipal cinco de sus integrantes ocupan por primera vez el cargo y dos habían sido concejales durante la II República.

El Ayuntamiento no experimentará más modificaciones hasta 1948, cuando a raíz de las "elecciones orgánicas" de ese año se pone en marcha el sistema de representación municipal por tercios. La farsa electoral recupera los hábitos de la Restauración y recupera una suerte de "artículo 29" en el que en el caso de no haber más candidatos que los puestos a cubrir la proclamación de los mismos equivale a su elección. Este es el caso de la mayoría de los municipios guipuzcoanos entre los que se encuentra Andoain. De este modo son proclamados los tres concejales del Tercio Familiar (Nemesio Echezarreta, Domingo Soroa y José Zalacain). De éstos tan solo el último no formaba parte del consistorio. Por elección indirecta se eligen los representantes del Tercio Sindical, de los cuales dos (Juan Múgica y Regino Otegui) se incorporan por primera vez al gobierno del municipio. La nueva corporación se completa por la elección de los representantes del Tercio de Entidades, de los que tan solo José Antonio Amenábar es nuevo. El cargo de Alcalde recae en Francisco Zalacain que se había unido a la corporación en la renovación de 1943. En el consistorio de 1948 los tradicionalistas siguen siendo el principal grupo, con cinco representantes incluido el alcalde, mientras que los demás grupos -falangistas, CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) y EAJ-PNV (Eusko Alderdi Jeltzalea-Partido Nacionalista Vasco)- cuentan con un "representante".

La consolidación del sistema orgánico se produce en 1951, cuando se celebran las primeras elecciones parciales para renovar parte de los representantes municipales, que en el caso de Andoain se reduce a tres concejales los que deben ser remplazados, pero la renovación de 1951 se reduce a la sustitución del concejal de más edad del Tercio de Entidades (José Antonio Amenábar) por el falangista Víctor Placencia Aldazabal. En 1953 falleció el alcalde Francisco Zalacain que fue sustituido por Domingo Soroa, quien permaneció en el cargo hasta 1954. A partir de este momento el sistema orgánico queda plenamente consolidado y el Ayuntamiento reducido a tareas meramente administrativas, sumiéndolo en un letargo del que solo saldrá cuando dé comienzo la Transición.

  • Los efectos de la Guerra: éxodo y represión

Pese a que los efectos de la Guerra Civil son muchos y de toda índole, a los que haremos referencia más adelante, en el caso de Andoain hay dos aspectos que deben ser tratados de manera diferenciada. El primero de ellos es la cuestión de la evacuación de la villa y el proceso de inmigración que se produce durante el Primer Franquismo, el segundo es la incidencia de los procesos represivos que ponen en marcha las nuevas autoridades.

Tras la caída de Tolosa los republicanos establecieron una línea defensiva, con el fin de proteger la capital guipuzcoana, que tenía uno de sus puntos de referencia en el monte Buruntza. Esta circunstancia hizo que Andoain pudiese verse afectada por los combates, situación que provocó que parte de la población decidiese abandonar la localidad. De este modo, entre el 23 de julio y el 18 de agosto, un total de 359 personas abandonan la villa, produciéndose el éxodo más numeroso los días 10 a 16 de agosto en los cuales son 330 las personas que salen del municipio. Las razones aducidas para abandonar sus hogares, según la documentación conservada en el Archivo Municipal (A.M.A. 248/16 y 95/1), es mayoritariamente el miedo -argumento esgrimido por el 58% de los que abandonaron el municipio- seguido del "miedo a los rojos" que mencionan el 14%.

Ilustración 1

La mayor parte de los evacuados (50%) se dirigió a la localidad costera de Zumaia, principal destino de las personas que abandonan Andoain. La razón que explica este destino es que el municipio costero -en el que se refugió- la "Junta de Defensa de Guipúzcoa" tras la caída de Donostia-San Sebastián- se convirtió en el destino de gran parte de los refugiados, desde donde podían ser evacuados más fácilmente hacia Francia o Bilbao. De hecho, tras Zumaia, San Sebastián acoge tan solo al 9% de los que abandonaron Andoain situándose el resto de municipios a considerable distancia, y siendo muy reducido el porcentaje de los andoindarras que van a Bilbao (2%) o a Francia (1%).

Pero, en la mayor parte de los casos, el exilio no fue prolongado. Para enero de 1937 ya han regresado el 66% de los que abandonaron la villa. De éstos, el 33% ha regresado en octubre de 1936 y el 86% lo ha hecho en septiembre de 1937, cuando la derrota de la República en el norte se ha consumado. Pero el problema del abandono de la villa por la población local se vio subsanado por un proceso inmigratorio que se llevó a cabo como consecuencia del traslado de la fábrica de armas de Soraluze a Andoain (cfr. Barruso, 2001, p. 166). Éste hecho, supuso que entre agosto de 1936 y marzo de 1939, llegasen a Andoain un total de 335 personas, procedentes en su mayor parte de Gipuzkoa (el 42,5% del total, si bien más del 16% proceden de Soraluze lo que puede hacer suponer que se trataba de trabajadores de la citada fábrica) seguida de Navarra que aporta el 42% de las personas que llegan a Andoain en los primeros años del Franquismo. Pero, si bien la llegada de inmigrantes corrige la sangría demográfica de la guerra, provoca otros problemas. El primero de ellos es la carestía de vivienda, que junto con el racionamiento que se intensificó tras el final del conflicto, marcaron en buena medida la historia de Andoain en los años 40.

Otro de los efectos que hemos mencionado, junto con el éxodo provocado por el conflicto, es la cuestión de la represión. Pese a que éste aún es un tema abierto en la historiografía, ya podemos tener una idea aproximada de la incidencia de la represión en las distintas localidades. En Andoain parece que las primeras represalias se produjeron a los pocos días de la entrada de las tropas como consecuencia de los bombardeos que sufría la villa por parte de la artillería republicana, y que causaron varios muertos entre la población civil. Podemos contabilizar en Andoain al menos once fusilados (Lasa, 1994, p. 148) sin formación de causa a los que, al menos, podemos sumar otros cuatro que fueron fusilados -el 20 de octubre de 1936 en Donostia-San Sebastián- tras haber sido sometidos a un consejo de guerra el día 11 del mismo mes. En total, según los datos que conocemos, son catorce los vecinos de Andoain juzgados en consejos de guerra, sobre los que recaen penas -excluidos los condenados a muerte- que van desde la cadena perpetua impuesta al nacionalista Cirilo Sarasqueta, vigilante en la prisión bilbaína de "El Carmelo", hasta los dos años de prisión que se imponen a Eugenio Burgos, acusado de auxilio a la rebelión por leer el Heraldo de Madrid. A destacar que en el caso de Andoain, de las cinco penas de muerte que se imponen, se cumplen cuatro. Tan solo escapa a la muerte uno de los condenados, Francisco Olade, al que se le conmuta la pena por la de doce años de prisión.

Pero, pese a que la represión militar es aquella que impone sanciones más graves, que como hemos visto pueden llegar a acarrear la muerte del procesado, otros procesos represivos son puestos en marcha por el régimen. De entre ellos debemos destacar la intensa represión económica que se cierne sobre los supuestamente "desafectos". El 13 de septiembre de 1936, es decir el mismo día que San Sebastián era ocupado por los sublevados, la Junta de Defensa Nacional hacía público su decreto 108, mediante el cual se acordaba la incautación de los bienes de las organizaciones y personas que se "oponían" a la sublevación. De esta forma, en enero de 1937 se constituía la Comisión Provincial de Incautación de Bienes (CPIB) que se iba a encargar de esta misión. En Andoain son expedientados por la CPIB un total de once vecinos entre los que se encuentra el alcalde durante la República, el nacionalista Pablo Eguibar. En total son incautados 25 edificios, entre casas en el núcleo urbano y caseríos, a los que se unen diversos terrenos y otras propiedades. En la etapa de vigencia de la Comisión, es decir entre enero de 1937 y julio de 1939, ésta recauda para el estado un total de 46.030 pesetas, es decir unos 61.000 euros, procedentes de las rentas de las propiedades incautadas. Pero la represión económica no se detiene con la desaparición de la CPIB, sino que por el contrario se incrementa con la Ley de 9 de febrero de 1939, la Ley de Responsabilidades Políticas.

En virtud de la citada ley, que contempla una amplia variedad de conductas consideradas "delictivas", son procesados cinco vecinos de Andoain, entre ellos el concejal nacionalista durante la II República Pedro Ugalde Beloqui. Junto a él son procesados igualmente otros dos vecinos que habían sido procesados por la jurisdicción militar, entre ellos Máximo Lasarte, que había sido condenado a 15 años de prisión en octubre de 1936. Estas tres personas mencionadas son las únicas que son condenadas por la Ley de Responsabilidades Políticas, pero se les impone duras sanciones que oscilan entre las 500 y las 4.000 pesetas. Incluso el clero local se ve afectado por las medidas represivas de las nuevas autoridades. Al menos cinco miembros del clero local son incluidos en la lista de sacerdotes nacionalistas a los que el Gobierno Civil de Guipúzcoa pretende imponer sanciones. De ellos, al menos dos estuvieron en prisión (Joaquín Bermejo e Inocencio Munita), uno de ellos (Juan Aranguren) estuvo largo tiempo exiliado en Francia y en Cuba, y el resto fue trasladado de localidad (Andrés Gallego-Pazos, 2002, p. 436-437). El espectro represivo en Andoain se completa con las depuraciones laborales que en el caso que ahora nos ocupa se centra en los funcionarios de la administración local y en los maestros. A modo de ejemplo podemos citar al secretario municipal que permaneció un año en prisión, si bien finalmente fue confirmado en su puesto, a diferencia del veterinario municipal que fue cesado en su cargo. En 1938 se culmina la depuración municipal sin que sea cesado ningún empleado municipal más, si bien aquéllos que habían huido en 1936 fueron definitivamente apartados de sus cargos. En el caso de magisterio ningún maestro resultó afectado por la depuración (Barruso, 2000, p. 274).PBB 2003

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STG 2012