Las casas presentan en general tres o cuatro alturas, y parece ser que la tendencia más antigua es la del tratamiento mural tradicional en la arquitectura civil navarra, es decir un enlucido que salva los sillares esquineros, que tienen mejor tratamiento, y los enmarques de puertas y vanos, que son los puntos donde se concentra la decoración. En muchas ocasiones, no obstante, este tratamiento tradicional se ha visto alterado en reformas tardías, bien para aplicar revoques coloreados, o bien para eliminar el enlucido y dejar la piedra a la vista siguiendo modas recientes. Puertas y ventanas son cuadrangulares, aunque no faltan, especialmente en las construcciones mejor conservadas, los arcos de acceso de medio punto de las casonas dieciochescas, que constituyen el substrato más antiguo conservado de manera significativa. Las casas palacianas exentas tienen a mostrar plantas más desarrolladas, con vanos rectos a excepción de la puerta, que aunque puede ir adintelada prefiere el arco de medio punto e incluso el arco carpanel de tradición gótica. Vemos buenos ejemplos de este tipo de palacios en Zubielqui y Muneta. En algunos casos, por otro lado, la fachada se desarrolla en buena sillería, dispuesta a hueso, como vemos en dos ejemplares de Arbeiza, de los cuales uno presenta un importante recrecimiento en ladrillo.
En otro orden de cosas, debemos anotar también el puente de Artavia, construido a fines del XVI, así como el lavadero público tradicional que vemos en Muneta. En Aramendía, por último, vemos un crucero de estilo plateresco, propio de mediados del siglo XVI, protegido por un templete triangular.
En lo que a la arquitectura religiosa se refiere, debemos decir que, como es habitual en el medio rural navarro, el modelo más extendido, que ha servido de punto de partida para las posteriores reformas, es el de un templo construido en el tránsito del siglo XII al XIII. Se caracteriza por tener planta de una única nave, terminada en testero recto y con la torre apoyada sobre el primer tramo de la nave, que se cubre con bóveda de cañón de directriz apuntada. La puerta se abre de manera casi generalizada en el muro de la Epístola. A este modelo básico se solía añadir, en fechas posteriores, una o dos capillas laterales, a modo de transepto poco profundo, una sacristía adosada a la cabecera, un pórtico para proteger el acceso y un coro alto situado a los pies de la nave. A este tipo se ajustan más o menos las iglesias de Amillano y Larrión, y aunque el resto de los pueblos tuvieron este mismo tipo de templo con toda seguridad, de ellos hoy no queda más que la concepción espacial y, muy probablemente, parte de los muros perimetrales. En la actualidad las iglesias de Aramendía, Arbeiza, Artavia, Echávarri, Galdeano y Zubielqui obedecen a reformas del siglo XVI, y su más distintivo rasgo estilístico viene dado por las bóvedas de crucería con las que se cubren. Tal vez sea la de Aramendía la que sufrió la más profunda reforma, como atestigua su planta de cruz latina con cabecera poligonal. Los templos de Eulz y Muneta se reedificaron ya en lenguaje barroco, y aunque mantienen la concepción espacial de los templos de en torno al año 1200, se cubren con las características bóvedas de lunetos de filiación barroca.
En cuanto al capítulo de arte mueble, debemos decir que el valle de Allín presenta un panorama rico y variado, como atestiguan las tres pilas bautismales de principios del siglo XIII, conservadas en Amillano, Artavia y Larrión, que datan sin duda de las iglesias originarias. Especial importancia reviste la iconografía medieval mariana, pudiendo anotar la Virgen con el Niño de Galdeano, gótica del XIII, y ya dentro del siglo XIV las tallas de Nuestra Señora de Arbeiza, la de Nuestra Señora de la Purificación de Echávarri, la Virgen de la Salud de Eulz y la Virgen del Rosario de Muneta, ejecutadas todas ellas en lenguaje gótico. También contamos el Crucificado gótico de Artavia, de fines del XV. La retablística es cronológicamente posterior, y así se adscriben al Romanismo de principios del XVII los retablos mayores de Galdeano, Larrión, Arbeiza, Echávarri y Zubielqui, pudiendo resaltar el papel jugado por el taller de la familia Imberto, en especial el de Bernabé Imberto, que trabajó al menos en los de Arbeiza y Echávarri. Son manieristas de mediados del XVII los retablos de Aramendía y Artavia, barroco el retablo mayor de Muneta, y perteneciente a época moderna el de Amillano, ejecutado ya en estilo neoclásico.
JAS 2011.