Udalak

ALBIZTUR

Ubicada en la plaza de la localidad, sobresale la casa concejil. Debido a las condiciones del anterior edificio, fue en 1767 cuando el concejo decidió erigir uno nuevo, dirigiéndose al arquitecto Martín de Carrera, cuyo proyecto se vería abaratado por la reforma solicitada a Javier de Echeverría, dada la negativa del corregidor en un primer momento.

Ese mismo año iniciaba las obras el maestro cantero Juan Ignacio de Careaga, a quien se obligaba a no demoler en su totalidad el edificio preexistente, es decir, a incorporar a la nueva construcción parte de la anterior. Tal circunstancia es la que explica la ausencia de simetría en la fachada principal, cuyos dos primeros cuerpos se construyeron con piedra sillar, mientras que el último piso es de mampostería revocada, con la excepción de los enmarques de los vanos y las esquinas, tal y como ocurre en el resto de los frentes. A pesar de esa falta de unidad en el plano principal, el arquitecto enfatizaría su eje central superponiendo dos balcones sobre el vano central de la arcada inferior, que al igual que la parte izquierda del edificio bien puede haber sobrevivido a la construcción anterior.

La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, muy próxima al edificio anteriormente reseñado, nos ofrece las primeras referencias en los años finales del siglo XVI, si bien, en su estado actual, es obra ejecutada entre los años 1655 y 1743. Su historia constructiva es larga y compleja, siendo en 1614 cuando Francisco Palear Fratín, veedor de obras del Obispado, recomienda erigir de nuevo la iglesia con su sacristía y torre, dado el uso generalizado de la madera en la anterior.

La obra la iniciaría Francisco de Landa, siguiendo Juan de Eceiza después, pero Juan Martínez de Aguirre tuvo que replantearla, finalizándose la primera fase en 1632. Seis años más tarde se examinarían las bóvedas realizadas por el propio Eceiza, correspondiendo esa responsabilidad a Miguel de Landa y Francisco de Narrubiza. En 1657 Juan de Zunzunegui construiría el campanario, sacristía y algunas paredes según la traza de Miguel de Abaria, pero un derrumbe ocurrido en 1680 provocaría un diseño debido a Lucas de Longa, asumiendo la obra Pedro de Beroiz Zabala. Con todo, conviene señalar que Alonso de Eizmendi nombró en 1738 a José de Lizardi para revisar su participación en dicho templo y otorgar instrucciones sobre la manera en que debía realizarse la media naranja del crucero. Algunos años más tarde, en 1743, el propio Eizmendi designaría a Ignacio de Ibero, para que, en compañía de Francisco de Eceiza, reconociera la labor de cantería del susodicho crucero.

Como consecuencia de toda esa labor, la iglesia nos demuestra una planta de cruz latina, el modelo más habitual del periodo, situándose en su cabecera un magnífico retablo-cascarón, cuyo diseño arquitectónico se debe a Juan Elías de Inchaurrandiaga, realización de carácter rococó y que debemos situar en torno a los años iniciales del último tercio del siglo XVIII. Además de un busto del Nazareno situado en la casa parroquial, cabe consignar que en la misma parroquia hay en el colateral del evangelio una Virgen de la Soledad con un Cristo yacente muy posterior en el banco y un lienzo con la estigmatización de San Francisco en el remate, mientras que en el altar mayor se dispone un Crucificado datable en torno a 1770.

En el límite ya del núcleo urbano se sitúa la ermita de San Gregorio. Con algunas cruces del calvario que en origen vendrían desde la parroquia, su aspecto actual sería el fruto de las importantes reformas emprendidas en 1765. En 1601 el escultor romanista Jerónimo de Larrea se comprometía a efectuar un retablo, junto con la imagen de San Gregorio, para esta ermita. Después, en 1616 adquiría el compromiso de realizar las imágenes de San Pedro y Santa Marina, pero su muerte en ese año haría que su hijo Martín fuera el autor de las mismas, examinadas por Domingo de Goroa y Bartolomé de Luzuriaga, siendo Lorenzo de Breheville quien las dorara y estofara. El sagrario que en la ermita se conserva, sensiblemente anterior a las fechas citadas, y que ha sido objeto de una restauración en el último tercio del siglo XX, es una realización sobresaliente, tanto en lo escultórico como en su recubrimiento polícromo, bien pudiendo deberse esta última tarea a Juan de Breheville y su suegro Pedro Fernández de Almoroto.

Dentro del propio casco urbano destaca también la casa Hospital Zahar, no tanto morfológicamente como por su antiguo carácter asistencial, tal y como su propio nombre nos indica. Además, frente a ella nos encontramos con el Lavadero, interesante estructura que data del año 1863 y en la que una cubierta de madera sostenida por robustos pilares alberga el pilón. Finalmente, y para terminar con este ámbito, conviene citar el caserío Errekalde, que mantiene una ventana geminada fechada en el siglo XVI, y la casa Oria, con una inscripción que señala su edificación en el año 1760.

En el barrio de Urreta nos encontramos con varias viviendas de acusado interés. De esta forma, Urreta Haundi es construcción del siglo XVIII que dispone de un arco de medio punto como acceso principal, mientras que Urreta Bitarte posee dos. En Santa Marina de Arginsain cabe reseñar la casa torre de Santa Marina Haundi y la ermita de Santa Marina, que mantiene también algún elemento medieval, especialmente el arco apuntado por el cual se accede al pórtico lateral. En Aizkorri Haundi se sitúa el caserío Urrutume, construido a principios del siglo XVI y renovado en 1690, convirtiéndose en un caserío barroco con el habitual acceso mediante un soportal de doble arcada. Sin embargo, a fines del XIX se produciría un derrumbe parcial de su mitad posterior.

Bibliografía

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    Ignacio CENDOYA ECHANIZ