Concepto

Sublevación de Froya

La Corte de León y la Encomienda de Zaragoza (1135). Ya tenemos a García Ramírez participando en los grandes acontecimientos de la corte de León a título de vasallo, lo mismo que Alfonso Jordán de Tolosa aquitana, Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, y el rey Zafadola. Se trataba de la ceremonia de coronación imperial de Alfonso VII. Ocupan el lugar de preferencia el emperador, en el centro, a su derecha el rey García Ramírez de Pamplona y a su izquierda el obispo de León. En su derredor, los demás personajes. La ceremonia instituía como emperador al rey de Castilla-León en un contexto de mutuas concesiones y hechos consumados. Tal fue el de la inmediata ocupación del reino de Zaragoza por castellanos y pamploneses, ya que se trataba de tierras reconquistadas por Alfonso I el Batallador. Por ese motivo aragoneses y pamploneses podían esgrimir derechos sucesorios más o menos válidos y el emperador el derecho de la superioridad militar. En ese reino se hallaban ciudades relativamente importantes como Zaragoza, Tarazona, Calatayud y Daroca.

Otras ciudades cercanas como Tudela, Cascante, etc., pertenecían directamente al reino de Pamplona. Sin precisión de lugar, quizá Pradilla, en septiembre del mismo año, tuvieron una entrevista el rey de Castilla y el de Pamplona. Según lo tratado en ella, se entregaba a García Ramírez la encomienda del Reino de Zaragoza, reteniendo Alfoso VII la soberanía. De este modo se cumple en cierto modo lo estipulado en Nájera, aunque dure muy poco el nuevo estado de cosas. Se perdían la Rioja y la Bureba pero se conservaba el occidente del reino constituido por Bizkaia, Gipuzkoa y Alava. Uno de los gobernadores pamploneses era el conde Ladrón, que gozaba de la confianza del rey García Ramírez. Figura como conde de Alava en 1135 en la escritura de donación real a Irache de la villa de Ucar. Testifica "el conde don Ladrón en Alaba". (Colecc. Diplom. de Irache, Edic. Lacarra, p. 145-146). Respecto a Vizcaya, así consta en la escritura de donación de abril de 1135 a favor de los varones de Estella, cediéndoles la villa de Elgacena: Testifica "conde don Ladrón en Vizcaya". (Comptos. Cartulario, I, p. 183). En otra escritura de 1136, también de donación, el rey dona a la Iglesia de Pamplona la villa de Uarte. Testifica, "don Ladrón, en Guipúzcoa". (Doc. Medievales artajoneses, Jimeno Jurio, p. 205).

Lope Díaz de Haro seguía en la corte castellana como se confirma por las escrituras otorgadas en 1137. La desigualdad militar y financiera erigía a Alfonso VII en árbitro de la situación, fuere el que fuere el camino emprendido. García Ramírez debía recurrir al obispo Lucrosa, aragonés, y al monasterio de Irache para hacerse con medios económicos para poder pagar a sus caballeros. Esas entregas de dinero se compensaban en cierto modo con donaciones reales a la Iglesia de Pamplona de tierras, castillos y villas. No cabe duda que el nuevo rey contaba con la adhesión eclesiástica, la de la nobleza y la del pueblo. Restaurar la dinastía y el territorio no era empresa fácil en las circunstancias que le tocó vivir al que fue llamado a justo título "El Restaurador". Existe en el Archivo de Santa María de Pamplona un documento de confirmación de privilegios en el que García Ramírez dice reinar en Pamplona y en Zaragoza. García Ramírez se desenvolvía en una situación dificilísima. En primer lugar, la debilidad militar y financiera del reino frente a Castilla-León. En segundo lugar, las pretensiones de Ramiro el Monje sobre Pamplona.

En tercer lugar, la intromisión del papa Inocencio II pidiendo al castellano que diera cumplimiento al testamento de Alfonso el Batallador. La filiación artificial, padre-hijo, de Ramiro y García, había fracasado desde el principio, pues en el fondo de las cosas no había otra pretensión por parte aragonesa y castellana que el reparto del Reino tal como lo habían hecho en 1076. La constante histórica era la misma. Cambia únicamente el ropaje histórico de que la revisten. Ahora, en 1136, Alfonso VII da un giro total a su política. Arrebata a García la encomienda de Zaragoza y se la entrega a Ramiro el Monje. Pero en Aragón también existía el problema sucesorio. Si el Monje, en lugar de quedarse en el convento, se casara y tuviera descendencia, ésta podría pretender a la herencia del Batallador. Para ello contrae matrimonio con Inés de Poitiers, hija del duque de Aquitania y viuda del vizconde de Thouars, del que tenía ya tres hijos. El Papa tampoco juega limpio. No reconoce a Ramiro. Alfonso VII juega con ventaja (poder militar) y con todos.

Entrega el Reino de Zaragoza al aragonés. Del matrimonio del Monje con Inés nace Petronila, como esperaban para sus componendas políticas. Pero, por otra parte, Aragón, el Reino de Zaragoza y la pretensión sobre Pamplona para Petronila presuponía la unificación de aquella herencia. El juego ofrecía dos filos. O se pretendía formar un estado con Cataluña, Aragón, Zaragoza y Pamplona para Petronila o se pretendía hacer entrega de dicho conglomerado a las Ordenes Militares conforme la voluntad del Batallador. Ante estas dudas, Alfonso VII, jugaría sucio ante pamploneses y aragoneses. Celebra con éstos un acuerdo devolviéndoles el Reino de Zaragoza. Ramiro el Monje tiene prisa y se apresura a desposar a su hija Petronila, de un año de edad, con el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV, de 24 años, quien, a su vez, era cuñado del emperador. La situación del reino de Pamplona no podía ser más precaria. Ambos reyes, de Castilla y de Aragón, pretenden, de nuevo, repartirse el Reino.