Monarquía y Nobleza

Sancho VII el Fuerte (versión de 1996)

El problema de sucesión. Prohijamiento de Jaime I de Aragón. (1231). Sancho el Fuerte se veía solo y abatido. Viudo y sin hijos legítimos, sin sucesor al trono. La Dinastia Pirenaica se rompía sin hallar un vínculo sucesorio salvo si se tenía en cuenta que su hermana Blanca, casada en 1195 con Teobaldo V de Champaña, tenía un hijo llamado también Teobaldo, en quien podría recaer la sucesión si no se encontraba otra solución. Ambos monarcas veían las cosas desde distinta óptica, y en razón a su edad. Don Jaime, joven y ambicioso; don Sancho, viejo y enfermo, en vísperas de su muerte, que presentía. El discurso del rey de Aragón le cayó mal. A él solamente le interesaba la recuperación de las provincias navarras Rioja, Bureba, Alava, Guipúzcoa y Vizcaya, el reino de sus mayores. Don Jaime, en cambio, ansiaba una guerra ventajosa con abundantes ganancias. Y no sólo eso; se atrevió a pedir al rey de Navarra un préstamo de cien mil sueldos. Se comprometía a la preparación de mil caballeros que traería por Pascuas y otros mil que traería por San Miguel. Entregó como garantía los castillos de Ferrera, Ferrellón, Zalatamor, Ademuz y Castielfabib, y en donación la Peña Faxina, junto al Moncayo, y la Redonda, para fortificarlas. El rey de Aragón gastó el préstamo en la conquista de Mallorca. No cumplió sus compromisos y sin embargo se atrevió a presentarse en Tudela con sesenta caballeros. La entrevista fue de desconfianza. De nada valieron las razones de Jaime para convencer al viejo monarca. Quería convencerle de que con dos mil caballeros que preparaba y enviara a la frontera podían vencer a Lope Díaz de Haro y que, vencido éste, la guerra quedaría concluida. Oído todo esto don Sancho atajó cortante: «Dejadme hablaros. ¿No conocéis de qué se trata? Todos los nobles se comportan falsamente conmigo y desean solamente obtener de mí todo el dinero posible». Con un «ya lo pensaré», terminó el diálogo.