Léxico

MONEDA

Incorporación de Navarra a la corona de Castilla. Con Fernando el Católico se introducen en la moneda iniciales o marcas con el fin de conocer la ceca para «si alguna moneda de oro o plata está falta de peso o de ley, se sepa quien es el ensayador que la labró». A partir de este momento los sucesivos reyes de Castilla y Aragón lo serán también de Navarra manteniendo el numeral de la casa de Navarra, así Carlos I de Castilla es IV de Navarra, Felipe II es IV de Navarra, etc... En unos casos se mantendrá esta norma y en otros figurará sólo el numeral castellano en las acuñaciones navarras. Bajo el reinado de Fernando el Católico se acuñan en oro cuádruples reales de 16 g. (144), doblones de 7 g. (145) y reales de oro de 3,5 g. (146) así como reales de plata, relativamente frecuentes, de varios tipos (147), medios reales (148), cornados (149) y medios cornados. Bajo Carlos I (IV de Navarra) siguen acuñándose los mismos doblones de oro y reales de plata donde figura el nombre de Fernando pero apareciendo en anverso y reverso y en anverso respectivamente las letras K.K. coronadas (150-151). También son atribuidos a este monarca cornados o dineros (152). Con Felipe III (V de Navarra) (1598-1621) desaparece el vellón (aleación de plata y cobre) acuñándose monedas de cobre: ochavos o 4 cornados (153-154) y cornados (155-156). Hasta este momento además de la moneda navarra y castellana, circulaban gran cantidad de blancas y cornados franceses llamados «banquetas» y las Cortes proponen y consiguen la eliminación de esta moneda lo que se compensa con abundante amonedación en tiempo de Felipe III (V de Navarra). Bajo este monarca son abundantes las acuñaciones, quizás algunas de ellas producidas en cecas fuera del Reino, y lo más significativo en esta época son los frecuentes contrafueros producidos al figurar en las monedas la leyenda de «Castelle et Navarrae» lo cual es motivo de protestas en el Reino. Parece ser que precisamente debido a estas reclamaciones se acuñan las mejores piezas de la numismática navarra como es el caso del «cicuentín» (164) con valor de 50 reales y 175 g. de peso de los que en la actualidad se conocen cuatro ejemplares. Estas piezas son fundidas en vez de acuñadas (aun existiendo los troqueles para su acuñación). Bajo Felipe IV se acuñan monedas de oro de ocho escudos (162) y cuatro escudos (163) y en plata además del cicuentín antes reseñado, la polémica moneda de ocho reales (165), de cuatro reales (166), de dos reales (167-168), real (169) y medio real (170), estas últimas con la leyenda que alude a Castilla origen de fuertes protestas. En cuanto a las acuñaciones en cobre, se emiten ochavos de cuatro cornados (171-173) y de dos (174), cuartos (172) y cornados (175-176). Las fuertes oscilaciones económicas acaecidas bajo el reinado de Felipe IV y que se traducen en frecuentes cambios de valor, conseguido mediante resellos y nuevas acuñaciones, quedan reflejadas en la diversa amonedación producida en Navarra en esta época. Contrasta la variedad, riqueza y a veces belleza de las monedas de Felipe IV con las de su sucesor Carlos II (V de Navarra) de quien conocemos alguna muy rara pieza de cornado (177). Bajo Felipe V (VII de Navarra) se acuñan maravedís de un característico contorno octogonal (178-179) y Fernando VI (II de Navarra) sigue emitiendo maravedís octogonales (180-181) y cornados cuadrados (182). En esta época, Navarra padece de una falta de numerario argenteo debido a la exportación de moneda de plata que se produce hacia Francia. Carlos III (II de Navarra) sigue la acuñación de maravedís (183) y tomados ( 184) mientras que tan sólo conocemos maravedís ( 185) de Carlos IV (VII de Navarra). La numismática navarra se revitaliza con las abundantes acuñaciones de Fernando VII (III de Navarra) quien emite piezas de seis maravedís o seisenas (186-187), de tres o tresenas (188-190), de un maravedí (191-193) y cornados redondos (194) y cuadrados (195). Bajo el reinado de Isabel II (I de Navarra) y en medio de las visicitudes de las guerras carlistas se emite en Pamplona la última moneda fundida de ocho maravedíes (197-198) que ya no lleva ni leyenda ni escudo alusivo al reino de Navarra y es en 1835 cuando finaliza la historia numismática del viejo Reino, iniciada en el siglo XI y que desaparece en aras del centralismo económico que llega hasta nuestros días.