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MONEDA

La moneda medieval. El reino de Navarra. Al finalizar el Imperio Romano y bajo influencia visigoda, no se conocen acuñaciones en el territorio de Euskal Herria y ya en el siglo VIII la influencia carolingia por el norte y, musulmana por el sur, hacen que circulen ambos numerarios. En el 756 el príncipe Omeya Abderrahaman I se declara independiente de los Califas de oriente acuñando plata y cobre en Al Andalus. De la circulación de esta moneda nos da fe el tesorillo de Dirhems de San Andrés de Ordoiz (Estella) que contiene 205 monedas de plata acuñadas en Al Andalus entre el 782 y el 884. Los «Baskunes» como eran denominados en los textos árabes, palabra que ya vimos aparecía en las leyendas de las monedas prerromanas, se encontraban entre dos culturas, la Europa carolingia que se extendió por Cataluña, y la musulmana que abarcaba el sur de Euskalherria y así por ejemplo Pamplona sufre vaivenes entre estas dos tendencias opuestas y fruto de este conflicto será el surgimiento del reino de Pamplona en directa conexión, al menos al principio, con los Banu Quasi de Tudela. Durante varios siglos no se dan acuñaciones de monedas y es en el siglo XI cuando comienzan a emitirse bajo los reyes de Navarra. Conviene señalar antes de abordar el tema, la gran confusión, desconocimiento y a veces controversia que existe sobre estas monedas en muchos casos de atribución incierta. Los motivos en el reverso son en principio el árbol crucífero, representado como un arbusto de dos ramas simétricas de cuyo tronco surge la cruz y que se ve en las monedas episcopales gerundenses de influencia carolingia del siglo X. El estilo de estas primeras acuñaciones sigue pues la influencia de las acuñaciones carolingias iniciadas por Carlomagno en Cataluña. La primera moneda medieval navarra (81) pertenece a Sancho III el Mayor (1000-1035) y presenta en el anverso el busto del monarca con la leyenda Imperator y en el reverso el árbol crucífero y Naiara. Sólo se conoce un ejemplar de este dinero de vellón con un peso relativamente alto (1,5 g.) para este tipo de monedas. Probablemente fue acuñada en Nájera, entonces «sedis regia» como la califican documentos de Sancho el Mayor. Fue Heiss quien atribuyó esta moneda a Sancho III aunque posteriormente Gil Farres la considera de Alfonso VII, lo cual generó una cierta polémica que pervive en la actualidad. Es importante destacar lo poco que ha progresado la numismática navarra medieval desde que Heiss hace más de un siglo sistematizó la moneda medieval. Si bien hay que reconocer el indudable valor de esta obra, la catalogación de la moneda se encuentra «compartimentizada» en reinos y es en el momento actual, en la década de los 80 y al establecer relaciones con la moneda aragonesa, cuando se está avanzando en el conocimiento de la moneda navarra. Otro factor importante es la falta de numerario, en muchos casos como en el que acabamos de mencionar se conoce un único ejemplar y en la mayor parte de las ocasiones tan sólo se conservan unos pocos ejemplares, debido por una parte a las adversas condiciones climatológicas para la conservación de los metales (finas láminas de aleación de cobre y plata) y por otra a la escasa cantidad de moneda emitida hasta el siglo XIV y podemos pensar que como ocurrió en otros reinos circulase la moneda árabe, de buena calidad, siendo también frecuente el pago en grano. De García III (1035-1045) se conocen muy pocos ejemplares (82) que presentan tipos similares a los de Sancho el Mayor. A Sancho IV (1054-1076) se habían atribuido las monedas con leyenda en arco (89-90) si bien recientemente se le asigna la de leyenda horizontal (83). Mientras que Sancho Ramírez (1076-1094) acuñó numerosa moneda en Aragón, son raras las piezas navarras que presentan dos tipos diferentes en el reverso, con árbol crucífero y leyenda Navar siguiendo la tradición de monarcas anteriores (84) o con cruz (85) y leyenda Aragonensi. A Alfonso el Batallador (1104-1134) se ha atribuido recientemente (en 1986) para Navarra la moneda que como en el caso anterior presenta la cruz y la leyenda Aragonensis (86). De García IV el Restaurador (1134-1150) también aparecen dos tipos de cruz (87) supuestamente acuñados en Tudela y de árbol crucífero (88) en Pamplona. Las monedas de dinero de vellón y óbolo (89-90) de Sancho VI el Sabio (1156-1194) fueron atribuidas por Heiss a Sancho IV y así se han mantenido en la mayor parte de los catálogos numismáticos recientes si bien Poey d'Avant, también en el siglo pasado, los asigna a Sancho VI. Estas monedas presentan una variada tipología en anversos y reversos. Las monedas acuñadas por los diferentes reyes Sanchos se mencionan en documentos de 1117 como «sueldos sanchetes», el nombre de «sanchete» se aplicó por extensión a los dineros circulantes hasta el siglo XIII. En esta época el sistema monetario está basado en el dinero de plata que frecuentemente degenera por adición de cobre, a vellón. La equivalencia de estas monedas es 1 libra = 20 sueldos y un sueldo = 12 dineros. Con Sancho VI desaparece en la moneda navarra el «arbor ad modum floris» del reverso, conservándose aún el perfil esquematizado del monarca en el anverso. Antes de proseguir con las monedas de los reyes de Navarra, comentaremos una interesante moneda musulmana acuñada en Tudela hacia 1047 por Alhachib Mondir, tercer hijo de Suleiman y contemporáneo del rey García Sánchez II de Navarra. De confirmarse la teoría de que Sancho VI fue el primer monarca navarro que acuñó moneda, la primera emisión medieval de Euskal Herria sería un Dirhem musulmán. Ya comentamos la controversia existente en torno a las probables emisiones de Sancho el Sabio y en el cambio de siglo Sancho VII el Fuerte (1197-1234) acuña dineros y óbolos en cuyo reverso figura la luna creciente y estrella, correspondientes a las armas del burgo de San Saturnino en Pamplona (91-92). Es en esta época cuando se produce la incorporación de Vizcaya, Alava y Guipúzcoa a la corona de Castilla y desde entonces será el numerario castellano, a partir de Alfonso VIII es que circulará en estas provincias que carecieron de cecas propias. Es interesante señalar que la costumbre establecía el que cada monarca pudiera emitir tan sólo una moneda en su reinado, moneda que se retiraba al fallecer, debiendo estar ya preparadas las del siguiente rey para el mismo día de la coronación. Solamente bajo circunstancias excepcionales podía el rey proceder a nuevas emisiones. Esta costumbre que se mantiene hasta mediados del s. XIV hace que sean muy raras las monedas existentes en la actualidad, aparte que al utilizar en su confección aleaciones con cobre (vellón) y su pequeño grosor unido a las desfavorables condiciones climáticas, no propician su conservación. Algo más frecuentes son las monedas de la casa de los Condes de Champagne con acuñaciones de Teobaldo I (1234-1253) (93), Teobaldo II (1253-1270) (94-94') y Juana I (1274-1284) (95-95'). Lo más destacable en estas acuñaciones es la desaparición de la figura del monarca, que es sustituida en el anverso por una cruz, mientras que en el reverso figura un castillo de tres torres y luna creciente, que en Teobaldo I, tanto en dineros como en óbolos, conserva la estrella como en la moneda de Sancho VII.