Concepto

La traducción en Euskal Herria

A partir del siglo XVIII, la producción literaria y traductora en euskara comenzó a transformarse, sobre todo por la influencia cada vez mayor de la Ilustración. En las provincias de oriente la secularización de las letras fue más temprana y directa, debido a las investigaciones filológicas de Antoine d'Abbadie y del príncipe Louis-Lucien Bonaparte, y se creó un grupo de traductores, escritores e investigadores notable: Artxu, Daskonagerre, Etxenike, Duvoisin, Intxauspe, Mendigatxa, Salaberri y Uriarte.

Son dignas de citar las traducciones relacionadas con las fabulas: Joan Batista Artxu público en verso las fábulas La Fontaine en 1848, y el clérigo Leonce Goyhetche, en 1852, otras 150 fábulas del mencionado autor, también en verso.

En las provincias occidentales, sobre todo, mediante la Sociedad Vascongada de Amigos del País instituida en 1765 por el aristócrata Francisco Xavier Munibe Idiáquez, conde de Peñaflorida, y siguiendo la línea marcada por el jesuita Manuel Larramendi, entre otros, se dedicaron a la traducción Pedro Antonio Añibarro, Agustin Kardaberaz, Sebastian Mendiburu, Bizenta Mogel y Juan Antonio Mogel. El vizcaíno J.A. Mogel tradujo los Pensamientos de Pascal, y su sobrina Bizenta 50 fábulas de Esopo (Ipui onac) del latín.

Es preciso retomar la influencia del príncipe Bonaparte (1775-1840), porque encomendó a diversos expertos en las diferentes variedades del euskara traducir los mismos textos religiosos, en base a un mapa de los dialectos elaborado por él mismo. El objetivo principal no consistía en impulsar la traducción, pero reclutó un grupo digno de mención: Duvoisin (labortano), Etxenike (baztanés), Intxauspe (suletino), Mendigatxa (roncalés), Otaegi (guipuzcoano y alto navarro), Salaberri (bajo navarro), Uriarte (vizcaíno y guipuzcoano). Obtuvo notable éxito en su tiempo la traducción del capitán Duvoisin de la Biblia, publicada en Londres en 1859 y en 1865.

El movimiento contrario al liberalismo originó la traducción de textos políticos (sobre todo desde el francés, aunque también del castellano): el jesuita Jose Ignacio Arana, en 1887, tradujo La doctrina de los liberales es pecado y en 1896 Sí, el liberalismo es pecado, de Sardá i Salvany; Laurent Diharassarry en 1890 Aphezen dretchoac eta eguinbideac eletzioetan [Derechos y deberes de los sacerdotes en las elecciones]; Michel Elissamburu Zer izan diren eta zer diren orain Framazonak munduan [Qué han sido y que son todavía los francmasones en el mundo] (1890) y Framazonak, bigarren edizionea, eta Frantziako hirur Errepubliken istorioa laburzqui [Los francmasones, segunda edición, y breve historia de las tres Repúblicas de Francia] (1891).

Por resultar totalmente diferente de los anteriores, debe mencionarse la crónica de José Colá y Goiti, La Emigración Vasco-Navarra, traducida por Marcelino Soroa como Euskal Naparren joaera edo emigrazioa (1885).

Además de literatura didáctica y política, en el siglo XIX siguieron traduciendo temas religiosos profusamente. Sin animo de resultar exhaustivo, he aquí algunos de los traductores y de las obras: Pedro Antonio Añibarro (Cristau dotriña, 1802-1803), Arrue (Mariaren Gloriak 1881, Kristoren imitazioa, 1887), Joakin Lizarraga (diversas obras, reseñables también por la variedad lingüística que utilizaba, dialecto alto navarro meridional que hoy ha desaparecido), Juan Antonio Moguel (Cristinaubaren jaquimbidea, 1879), Juan Jose Oteiza (San Lucasen ebanjelioa, protestante), Frantzizko Laphitz (Bi saindu heskualdunen bizia: San Inazio Loiolacoarena eta San Frantzizco Zabierecoarena, 1867; Santa Genovevaren vicitza, 1868).