A partir del siglo XVIII, es muy complicado hacer historia de la imprenta, ya que el sector de la impresión se estabilizó enormemente y ello provocó que tanto las imprentas "fijas" como las itinerantes se multiplicaran. La facilidad para adquirir materiales necesarios para la impresión (papel, tinta, letras, etcétera) aumentó notablemente, la producción se abarató aún más y la creación de nuevos tipos de publicaciones (los periódicos, por ejemplo) contribuyeron a la mencionada estabilización del sector. La situación resultó ser, pues, idónea para la creación de nuevas imprentas, entre ellas algunas que con el paso del tiempo se convirtieron en casas de impresión históricas.
Las mayores imprentas de Bilbao a comienzos del siglo XIX fueron la establecida por Larumbe y Egusquiza a finales del siglo precedente, la de Nicolás Dal Mazzo (o Delmas) y la de su hijo Juan Bautista Ernesto, nacido en 1820. De procedencia italiana, Nicolás Dal Mazzo situó su imprenta bilbaína en 1816 tras trabajar como vendedor de libros en diferentes lugares de España. La vida de su hijo Juan Bautista fue irregular, y además de colaborar en alguno de ellos, de su imprenta salieron varios periódicos.
Bernard Lamaignére abrió su imprenta en la calle Víctor Hugo de Baiona en 1803 y tras su muerte su viuda quedó al cargo del negocio. En dicha imprenta se publicaron numerosos trabajos importantes a lo largo del siglo XIX. Entre otros, cabe destacar los trabajos de buenos investigadores de la época como Morel, Inchauspe o algunos encargos del príncipe Bonaparte, así como el boletín de la Asociación científica y artística de Baiona (Bulletin de la Societé des Sciences et Arts de Bayonne) desde mediados del siglo XIX hasta comienzos del XX.
Al hablar de la imprenta vasca del siglo XIX, es obligatorio mencionar algunas casas-imprenta históricas de Gipuzkoa, ya que fue en dicho territorio, en Donostia y Tolosa concretamente, donde se situaron las imprentas más conocidas de Euskal Herria tanto en su tiempo como posteriormente.
Mientras otras pequeñas y medianas imprentas se abrían paso en pueblos y ciudades como Azkoitia, Eibar, Hernani, Bergara o en la propia Donostia, el oiartzuarra Ignació Ramón Baroja creó la imprenta y librería Casa Baroja en la capital guipuzcoana en 1812. Tras un incendio, Baroja decidió retornar a su pueblo natal, pero tras llevarse a cabo los trabajos de reconstrucción pertinentes, volvió a la entonces Calle San Telmo de Donostia para trasladarse e instalarse, posteriormente, en la actual plaza de la Constitución. A partir de aquel momento, la imprenta de los Baroja cosechó únicamente éxitos: el alcalde de la ciudad, Evaristo de Echagüe la nombró imprenta de la ciudad y poco a poco se constituyó todo un movimiento cultural en torno a ella. Además de libros, Casa Baroja publicó también importantes revistas culturales como Euskalerria.
Tras el fallecimiento de Ignacio Ramón, la familia Baroja se encargó de continuar las labores de imprenta y librería. Fue Antonio Baroja el primero en hacerse cargo, pero tras su muerte prematura la Casa Baroja quedó en manos de Josefa Baroja. Como hemos mencionado, además de imprenta, Casa Baroja destacó enormemente por ser uno de los puntos culturales de referencia: muchos hombres de la cultura de la época acudían a reunirse en ella y no fueron pocos los estudiosos extranjeros que se interesaron por visitar el lugar. Junto a grandes obras (el trabajo de M. Thiers sobre la revolución francesa en 12 tomos, por ejemplo), los Baroja también publicaron periódicos y revistas (El liberal Guipuzcoano, Revista de legislación extranjera), folletos, manuales y panfletos propagandísticos. Reimprimieron, asimismo, algunos clásicos vascos como Iztueta, Iturriaga o Lardizabal. Casa Baroja fue una imprenta de gran importancia tanto por la variedad como por la calidad de sus publicaciones: publicó mucho, bien y acerca de muchos temas (religión, lengua, historia, agricultura, ciencia general, etcétera).
En la Donostia de finales del siglo XIX abrió su imprenta el articulista y director de algunos periódicos Pío Zuazua. Entre otros, son rememorables las reimpresiones de la gramática y el diccionario de Larramendi (ambos en 1853).
Como se ha dicho anteriormente, Tolosa fue, junto a Donostia, otro de los núcleos importantes de la imprenta vasca en el siglo XIX. Francisco de Lama creó allí su imprenta en la década de 1780 y a lo largo de cincuenta años (re)imprimió numerosas obras de autores vascos, entre los que se encuentran algunos de los grandes autores en euskera del siglo: Kardaberaz (varias obras), Ubillos (1785), la cuarta edición de la doctrina de Olaetxea (1787), Añibarro (1803), Mogel (1803), Juan Bautista Agirre (1803, 1850), Astigarraga (1835), etcétera. Tras la muerte de Lama su viuda se hizo cargo de la imprenta hasta la década de 1860.
En la década de 1830 apareció una nueva imprenta de obligada referencia en Tolosa: la puesta en marcha por Juan Ignacio Mendizabal. No llegó a publicar más de dos libros en vida (de Basterretxea y Kardaberaz), pero su viuda se encargó de dar continuación al trabajo de imprenta. Durante varios años publicó a autores como Kardaberaz (varias obras), Añibarro (1853), Gerriko (1858), Astigarraga (varias obras), Juan Bautista Agirre (varias obras) o Lizana (1871). La trayectoria de la imprenta de los Mendizabal se alargó durante algún tiempo más, hasta las primeras décadas del siglo XX. En 1875 la hija y heredera de Mendizabal imprimió el trabajo Amorezco eta dolorezco Jesu-Christoren pausoac, y dos años después su marido, Eusebio López, originario de Lodosa, se hizo cargo de la imprenta, trabajo que desempeñó hasta finales de los años 1920. Publicó docenas de libros, entre ellos los de muchos autores vascos como Kardaberaz, Irazusta, Arrue, Mendiburu, Jose Ignazio Arana, Eusebio Azkue, Iturriaga, Juan Antonio eta Juan Jose Mogel, Soroa, Lardizabal, Novia de Salcedo e Iztueta. Ixaka López Mendizabal, hijo de Eusebio López, también se ocupó de las labores editoriales bien arraigadas en la familia ya en el siglo XX, si bien fue más conocido como promotor cultural (son memorables, entre otros, los materiales que preparó para el aprendizaje del euskera) y político.
Antes de finalizar, cabe mencionar que durante la segunda mitad del siglo XIX el príncipe Bonaparte hizo publicar numerosos trabajos fuera de Euskal Herria, en imprentas como Billing, Barclay, Strangeways and Walden o Standford.