Concepto

Intercambios de género en las fiestas de Euskal Herria

En las pastorales suletinas, tradicionalmente los papeles femeninos también eran interpretados por varones, hasta que la paulatina incorporación de la mujer en la segunda mitad del siglo XX fue asumiendo, primero, los papeles femeninos, y posteriormente otros masculinos. El mismo proceso se ha dado en el mismo valle en carnavales, primero en la "maskarada roja" (que danzan vistosamente y visten ropas de calidad) y por último en "la negra", integrada por personajes sucios, malhablados, que se tiran por el suelo, obscenos... proceso de cambio que ha sido estudiado por Kepa Fernández de Larrinoa.

Uno de los argumentos más esgrimidos para oponerse a la participación igualitaria de las mujeres en muchos rituales festivos era, y en cierta medida sigue siendo, el de que "se disfrazan de hombres". En el caso de la Tamborrada donostiarra, por ejemplo, se recurrió a "recrear" el papel de las aguadoras para dar cabida a las mujeres, vestidas a la manera tradicional (más según un concepto folklórico que histórico de la vestimenta), ante el choque que provocaba en los años 70 del siglo XX ver mujeres vestidas con uniformes decimonónicos, si no era de cantineras. La asunción del traje de cocinero también ha sido gradual, pese a que la única diferencia que se podía argüir respecto al de "cocinera" era el pantalón frente a la falda, a menudo casi tapados por un gran delantal. En la Tamborrada infantil, durante décadas, a medida que las niñas se iban incorporando a papeles "masculinos", se les exigía que ocultaran su "feminidad": pelo recogido, sin pendientes, sin maquillar, etc., algo que ya no sucede en la actualidad.

Seguramente, la progresiva asimilación por parte de las mujeres a partir de la segunda mitad del siglo XX de prendas por antonomasia masculinas, especialmente los pantalones, también ha facilitado su asimilación en las vestimentas tradicionales. En Tolosa, donde la incorporación de mujeres a compañías del Alarde de San Juan es anterior a las reivindicaciones igualitaristas bidasotarras de 1996, algunas visten falda.

Tal vez en algunos casos "la masculinidad" no recayera tanto en la ropa como en otros elementos, especialmente las armas. Puede ser el caso de la gran oposición a la presencia igualitaria en los Alardes de Irun y Hondarribia, ya que mujeres tradicionalistas que acuden como público visten pantalones y chaquetas desde hace décadas, además de las prendas ya citadas arriba, sin que nadie considere que "van disfrazadas". Tampoco se considera travestismo el traje de cantinera, en origen militar, quizá porque formalmente la casaca, pese a los galones, se asemeja más a un corpiño, y porque los pantalones, abombachados, casi quedan ocultos por la amplia falda plisada.

La percepción del mismo personaje folklórico puede variar a lo largo del tiempo. La de la cantinera es un caso evidente, desde cierta depreciación a lo largo del XIX y primera mitad del XX hasta su exaltación en la segunda mitad, y sobre todo desde 1996 por quienes se oponen a la participación igualitaria de la mujer en los Alardes. En Hondarribia (Gipuzkoa), la presencia de compañías de mujeres bien vestidas "en traje enteramente militar", con bocas de fuego e incluyendo algunas amazonas, está documentada en 1701 para agasajar a al rey Felipe V, y en 1745 como despedida a la Infanta María Teresa Antonia. Teniendo en cuenta que en los alardes, entendidos como obligatorias paradas militares, se iba de paisano, sin uniforme, sin jinetes y con armas de fuego o blancas, parece que aquellos agasajos fueron más paradas folklóricas que puramente militares. Independientemente de que no se sabe en qué consistió el "traje enteramente militar" en un tiempo en que las mujeres no participaban en los ejércitos uniformados, es interesante el cambio de percepción respecto a aquellas compañías mujeres. Lo que hace décadas era calificado de "curioso" (Arizmendi: 1976), resulta tan inaceptable a partir de 1996 que directamente se niega la existencia de tal documentación y se consideran los datos aportados de mentiras (Aramburu: 98).

La cuestión del género, pues, no se centra en lo apropiado o no del atuendo, sino en percibir el acto en sí, o el papel que se realiza en él, como correspondiente a varones o mujeres. La incorporación de mujeres a la mutil-dantza (literalmente danza de mozos) del navarro valle de Baztan en un buen ejemplo. De todos modos, es posible que la interpretación de la ezpata-dantza de Legazpi o la soka-dantza de Eibar por mujeres vestidas con el tradicional traje femenino haya contribuido a su aceptación. Es también el caso de la sagar-dantza, o danza de manzanas, otra mutil-dantza de Baztan y por tanto masculina en origen, que desde hace décadas es habitualmente interpretada únicamente por mujeres, tal vez porque sus movimientos son más delicados y oferentes que en otras mutil-danzas del mismo repertorio. Allí donde la participación femenina no se ha obstaculizado, sino que se ha favorecido para reavivar una fiesta en declive o cuestionada desde algunos sectores, como el Alarde del Moro de Antzuola, la vestimenta no se ha planteado con tradicionales criterios de género.