Concepto

Historia del Arte. Eclecticismo

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El elemento arquitectónico que mejor define el estilo ecléctico es la ornamentación, de ahí que la mayoría de los arquitectos eclécticos en sus edificios más que elegir estilos seleccionaban la decoración. La mayoría de los elementos decorativos se utilizaron descompuestos y descontextualizados no sólo con el objetivo de resolver necesidades provocadas por el desarrollo económico y el crecimiento demográfico, sino porque, además, arquitectura y moral, estética y ética, discurrieron, como en el neoclasicismo paralelamente, y se consideró que el edificio a través de su fachada principalmente, debía de ser simbólico, estar al servicio del poder civil.

Por este motivo, las principales formas arquitectónicas que se utilizaron en el eclecticismo de Euskal Herria dependían de la moda imperante, pero también de la función que desempeñaba el edificio. Así, mientras que para la tipología religiosa los historicismos más recurridos fueron aquellos que recuperaban el románico y el gótico, en la arquitectura civil, los estilos más solicitados en Euskal Herria fueron el renacimiento y el barroco.

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En cuanto a la arquitectura civil, lo que predominó fue el modelo palacial urbano de influencia italiana, aunque con numerosos elementos arquitectónicos franceses, en el que los volúmenes son regulares y se distribuyen a través de pronunciados ejes bajo una rigurosa simetría; en la composición de la fachada, en la planta baja se imprime aspecto de solidez, mientras que en el piso principal se concentra la mayoría de los elementos ornamentales; a partir de aquí, en los pisos superiores se reduce progresivamente el tratamiento decorativo hasta finalizar con la cubierta.

Tanto en Álava como en Navarra, son numerosos los ejemplos de arquitectura civil ecléctica realizados durante este período. En Pamplona, destaca la sede de la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona realizado en estilo neomudejar, mientras que en Vitoria, además del Instituto provincial de Segunda Enseñanza -hoy sede del Parlamento Vasco- del Pantaleón Iradier, realizado en estilo renacentista, y del edificio de Correos y Telégrafos de Julio Saracibar, que sigue la impronta neorrural, destacan las numerosas villas que realizó Saracibar para la burguesía alavesa durante este tiempo -Casa Heraclio Fournier, Casa Zuloaga, Casa de las Jaquecas, Villa Sofía-, en las que el eclecticismo historicista se combina con elementos orientales.

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En Gipuzkoa, Donostia comenzó a construir los edificios de su ensanche combinando diferentes movimientos, aunque principalmente recurrió al renacimiento y al barroco. En estos edificios -Palacio de la Diputación de Gipuzkoa, Casino (actual Ayuntamiento), Teatro Victoria Eugenia, Hotel María Cristina, Palacio Miramar, Escuelas de Amara, Escuelas de Zuloaga, Instituto provincial (actual Koldo Mitxelena), Escuela de Artes y Oficios (actual edificio de Correos)- actuaron un grupo de arquitectos -José de Goicoa, Luis Aladren, Adolfo Morales de los Ríos, Francisco Urcola, Juan Rafael Aldai, Benito Olasagasti, o los foráneos Charles Mewes y Selder Wormun- que consiguieron realizar un eclecticismo amable en las formas, sin caer en las decoraciones recargadas, y sabiendo integrarse en el ensanche con el resto de las edificaciones destinadas a vivienda. Aunque el principal estilo que se eligió fue el renacimiento, con una lectura sencilla y sobria, destaca por su originalidad el Palacio de Miramar de Wormun por su pintoresquismo emulando una casa de la campiña inglesa.

El eclecticismo en Bilbao, aunque también acudió al renacimiento, prefirió recuperar el barroco realizando, además, una lectura más recargada tanto en la composición como en la decoración. Ejemplo de este estilo es el palacio de la Diputación de Bizkaia, donde Luis Aladren proyectó un edificio solemne y suntuoso, de estilo barroco y con detalles decorativos rococó. Sin embargo, el mejor exponente del estilo barroco en Bilbao se encuentra en el ayuntamiento y en el teatro Arriaga, ambas obras de Joaquín Rucoba; en el teatro destaca la alternancia entre formas rectas y curvas y la profusión decorativa de su fachada. En cuanto al resto de edificios -La Alhóndiga, Biblioteca Bidebarrieta, Universidad de Deusto, Hospital de Basurto, palacio de Lezama-Leguizamón- el trabajo de Manuel María Smith, Severino Achucarro, Ricardo Bastida y Calixto Emiliano Amann, entre otros, nos enseñan un eclecticismo en el que se combinan un gran número de estilos, incluyendo elementos populares de la arquitectura montañesa, como en el caso del arquitecto cántabro Leonardo Rucabado. Tanto éste como otros arquitectos de su generación, dejaron testimonio de este estilo en Getxo, en los barrios de Las Arenas, Algorta y Neguri, en los palacios de las familias burguesas que se enriquecieron gracias a la industrialización de la provincia.

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Sin embargo, la moda de retornar a la arquitectura popular en Euskal Herria tuvo su propio episodio singular con la aparición a principios del siglo XX de un estilo que se denomina neovasco y que se basa, fundamentalmente, en la adopción y reinterpretación de la tipología del caserío vasco en construcciones principalmente destinadas a la vivienda unifamiliar. Así, a partir de una recopilación de los principales elementos del caserío labortano -disimetría en las cubiertas y las fachadas, grandes vanos y estancias amplias, juegos de listones de madera en color en las fachadas con fines decorativos, el uso de la piedra en el zócalo del edificio-, los arquitectos franceses Edmond Durandeau, Henri Godbarge, Jean Longeray y William Marcel fueron los primeros que desarrollaron el estilo en las localidades turísticas de la costa de Lapurdi. Posteriormente se extendió por el resto de Euskal Herria tanto en la arquitectura de viviendas unifamiliares como en otro tipo de tipologías como edificios de aduanas o estaciones de ferrocarril, a través de la obra de Pedro Guimón, Amann, Smith, Rucabado, Achucarro, Bastida y otros arquitectos vascos.