Concepto

Folclore vasco

Cada concepto, cada término y cada campo agrupan una serie de componentes y elementos que, a su vez, se encuentren o no interrelacionados entre sí, contienen numerosas partículas: son los fundamentos sobre los que se sostienen todas y cada una de las ramificaciones existentes, como si de un árbol frondoso se tratara.

La edad, el sexo, la procedencia geográfica, el lugar de realización y el estatus económico y social, entre otras cosas, contenían una cierta rigidez materializada en cada una de las formalidades de cada uno de los mismos.

La conjunción de las facultades corporales, rítmicas y auditivas, dan por resultado la función psicomotriz del individuo. En base a estas funciones físicas, la persona materializa sus sentimientos exteriormente.

Existe una diferencia conceptual, al margen del aspecto artístico entre danza y baile, tal y como aún se entiende en ciertos lugares del país. Mientras la primera agrupa a un conjunto de elementos que contienen unas formas rituales, también tradicionales; el baile determina su aspecto más foráneo pero absorbido por la propia personalidad del pueblo que lo adquiere.

En Euskal Herria existen un gran número de danzas, siendo además muy variadas si atendemos al número de ejecutantes, tipología, conformación o indumentaria. Se hace difícil el concebir una clasificación estructurada, debido en parte a la interrelación entre muchas de ellas y a la diversidad, por otro lado, de sus componentes.

Así tenemos: danzas de varones en dos o más filas, en número regular o irregular, con o sin herramientas; danzas de varones itinerantes, con o sin herramienta; danzas de varones en círculo y danzas circulares; danzas-juego, de oficio, imitación o habilidad; danzas mixtas; danzas propias, o dirigidas, de muchachas o mujeres; danzas infantiles; y bailes mixtos.

En la actualidad, y ya desde hace muchos años, la especificación de "varones" ha tenido un cambio considerable, producto de la entrada del sexo femenino en la danza, con lo que ello conlleva a nivel coreográfico.

En una taberna, en una plaza, en el agua, o en una campa, la competición se manifiesta en su máxima expresión, aunque no todo Juego y/o Deporte confiere este aspecto tan básico e inerte al ser humano. La diferencia entre ambos, e incluso la conexión entre los dos espacios, entra dentro del campo experimental.

Existen juegos de todo tipo. Infantiles, de niños y de niñas: de carreras, de salto, de lanzamiento, o de habilidad. De jóvenes, mozos y mozas: de habilidad, de competición, o con utilización de animales. De adultos: de sobremesa y otros tipos.

La fina línea que aleja o acerca los conceptos de Juego y Deporte, nos ayuda a intimar en dicha relación, a pesar de dificultar tal diferenciación. La unión de esfuerzo mental, capacidad física y técnica reformulan continuamente los valores y sentimientos del participante, el cual se siente indefectiblemente absorbido por la habilidad, agilidad o fuerza, que se ha de demostrar.

Por su parte, el Deporte, contiene unos ingredientes que le hacen valedor, desde el punto de vista competitivo y económico. Deportes tan arraigados como defendidos en su autoctonía. Desde las regatas de traineras, hasta el corte de troncos, desde las pruebas de bueyes, hasta cualquier modalidad de pelota, todas éstas, y muchas otras, se convierten día a día, en los parámetros de defensa de todo aquello que cada habitante le siente ligado a la tierra que le ha visto nacer; a él y a sus antepasados.

Una parte esencial de la Danza y del Baile es la melodía. Se haría difícil comprender, hoy en día, la existencia de éstos sin su correspondiente música. Esta última tiene la capacidad y autonomía que la convierten en un mar de sensaciones para cualquier amante de tan importante elemento de la tradición y de expresión oral.

Pero, además de la melodía, la Canción, incluso el Versolarismo (Bertsolaritza) improvisado, forman parte de cualquier tradición que contenga tal componente, junto al ritmo, el compás o la velocidad.

Existen canciones de todo tipo y para determinadas circunstancias:

  • De cuestaciones y rondas de todo tipo
  • Por categorías de edad
  • Amorosas
  • Épicas
  • De juegos
  • Religiosas

La voz, como mera transmisora de cantos, baladas, romances y todo tipo de canciones tiene un paralelismo, con o sin apoyo, con la música producida por los diferentes instrumentos sonoros:

- Aérofonos: alboka, gaita, dulzaina, txistu y acordeón
- Idiófonos: castañuelas y musukitarra
- Membranófonos: tambor y pandero

La música es inherente a nuestra vida. De hecho, dependiendo del tipo de melodía, la misma inspira diferentes sentimientos, necesidades y valores, como queda demostrado en la anterior articulación de parámetros parciales.

Las danzas, los ceremoniales y otros actos, hoy en día, son conocidos individual o colectivamente, por un tipo de vestimenta determinada. Esto no ha sido siempre así. Tanto los tejidos, como los colores y los aditamentos tienen un sentido, simbólico o no, que en otro tiempo no lo tenían en la misma proporción.

Existen trajes tradicionales de niños y niñas, de solteros y solteras, de casados y casadas, de viudos y viudas, para interpretar esta u otra danza, para un músico tanbolintero o txistulari, para una Cofradía gastronómica, para una labor artesanal, etc. Las épocas adscritas a la utilización de ciertas indumentarias han ido variando con el paso del tiempo. De hecho, han existido momentos de mayor riqueza estética que otros posteriores y/o que otros anteriores.

Sin embargo, ciertos utensilios pueden tener un doble sentido. Mientras una escardilla tiene un sentido laboral, sirve al mismo tiempo para interpretar la Jorrai Dantza. Un palo hace de bastón, es decir de sujeción, mientras es manipulado en el Makil Jokua, o para hacer ruido en la cuestación de Santa Águeda. La makila con su punta resguardada era un arma blanca, como lo son las espadas, buscando un símil bélico.

Los aperos de labranza y las herramientas tienen el denominador común de servir en las tareas laborales. Cada una tiene su fin y como tal han sido utilizados, pasando hoy en día, a formar parte, como adorno, en jardines, y como observación del legado de otros tiempos, en museos.

La comida es vital para la subsistencia y como tal ha sido, es, y será tenida en cuenta por toda la humanidad. Pero, al margen de esa necesidad, los productos en su obtención, consecución y elaboración han tenido una ritualidad que les ha hecho merecedores de una amalgama de significados, diferenciados, según cultura y lugar de residencia, por el tipo de alimento, ingrediente o fin.

En Euskal Herria, las estaciones del año servían, en la actualidad no tanto, para determinar qué es lo que se debía consumir. Así tenemos que, la matanza del cerdo, por ejemplo, tenía un claro carácter de ofrecimiento: por un lado los productos, sin ningún tipo de proceso (hígado), curación (jamón, tocino), o con otros ingredientes (chorizos, morcillas, etc.). Estos alimentos eran consumidos a lo largo del año.

Otros sacrificios como el de la ternera o el buey, gallos y gallinas, patos y capones, etc., la pesca del bonito, bacalao, besugo o angulas... y mariscos, conformaban la parte nutricional procedente del mundo animal. Mientras, los vegetales servían como fuente de vitaminas clave: desde las alubias o el maíz traídos en su tiempo de América, tan socorridos durante generaciones, hasta el trigo con el cual se elabora el pan, uno de los productos básicos, junto a la leche en épocas de hambre.

Han existido unas diferencias relativas: en el tiempo histórico vivido; entre urbano y rural; entre costa e interior; entre estatus rico y pobre; entre clima atlántico y mediterráneo; entre verano e invierno; entre temperatura calurosa y gélida; entre trabajo y diversión; entre desayuno, almuerzo y cena; entre gustos y preponderancias varias.

El hecho gastronómico se ha convertido, con el tiempo, en el escaparate tamizador de una sociedad con ansias de ser visitada. Catapultada, en cierta forma, por un rango y bienestar que han modificado sustancialmente los antiguos cánones de supervivencia.

Uno de los ecos fundamentales para conocer nuestro pasado, al margen del documento de archivo, es el traspaso de los conocimientos de cada generación anterior a la siguiente. Esto ha sucedido hasta épocas bien cercanas en familia, o entre vecinos y amistades. En la actualidad, la vía oral sigue siendo, junto a la escrita, parte importante, pero la visual y la virtual las han desbancado en un alto porcentaje.

Antiguamente, los cuentos, las canciones y toda narrativa oral era traspasada por medio de los padres y los abuelos a los hijos y nietos, lo cual indica el gran valor de transmisión y, al mismo tiempo también, por que no decirlo, de variación, observable en la gran cantidad de versiones de unos mismos personajes.

La Mitología, las leyendas, los cuentos, los hechos de cierta relevancia y otros de índole épica, histórica o de relación, profundizaban en ese mundo mágico que se buscaba e interpretaba. Seres de ficción como Mari, Basajaun, lamiak, o el mismísimo Olentzero, junto a otros ("Los tres cerditos", "El flautista de Hamelin"...), pero también procedentes de la literatura y con apellido internacional, como los Hnos. Grimm, Charles Perrault, Rabelais o Hans C. Andersen: "Caperucita Roja", "Pulgarcito", Hansel & Gretel, "Gargantúa", "La Cenicienta" o "La Bella durmiente", se han convertido durante generaciones en los ídolos del mundo infantil.

Roland, Zumalakarregi, Elkano, Lope de Agirre y otros personajes históricos también han sucumbido ante la impronta necesaria de una necesidad de ídolos procedentes del pasado. Más lejano en el tiempo, con las divinidades mitológicas, de las cuales se establecen su procedencia en el rito y éste, a su vez, de la propia tradición realizada.

Desde el nacimiento y, a lo largo del tiempo de infancia, los objetos de origen natural se suceden. En un principio, como relación y fusión entre el adulto y las diferentes fases de aprendizaje. Sin salir de casa, o en los alrededores, se producía la búsqueda de objetos: desde simples piedras, pasando por la flora y las frutas silvestres existentes; para finalizar con otros elementos obtenidos indirectamente.

Una rama de fresno servía para construir una txulubita; una calabaza se vaciaba e infundía temor a los más pequeños; con un hueso de albaricoque se jugaba "a los güitos"; con dos ramas afiladas se jugaba a la txirikilla o calderón.

Pero la Naturaleza no solo ayudaba a servir de ocio, las flores de San Juan se colocaban en el dintel para preservar al caserío, el laurel bendecido el Domingo de Ramos junto a la cruz de espino se colocaba en medio de las heredades, o ramas de diferentes árboles eran pasto de las llamas en las hogueras de los Solsticios de Verano e Invierno.

Asimismo, constatamos un cambio significativo, respecto de ciertos elementos protectores que jugaban un papel necesario y preponderante en el hogar, frente a los llamados, hoy en día, adornos, por ejemplo los de Navidad, que sirven como vertiente visual, con tintes estéticos.

En lo que respecta a la fauna, podemos observar dos vías de utilización: una primera, la del uso y disfrute del ser humano, bajo el epígrafe "como manda la tradición" en el Oilar Jokua o "Juego del Gallo", o las Idi probak o pruebas de bueyes; la segunda, como uso para el trabajo de cada día, en las labores del campo, o como alimento cuando se sacrifica el animal.

En el aspecto meramente formal de invocaciones, los conjuros hacia ciertas alimañas, las rogativas ante sequías y las bendiciones de campos, parecían surtir efecto en unas comunidades, fuertemente arraigadas a su origen y como prueba del poder de Dios, ante circunstancias negativas.

"¡Tómalo Juan!, ¡dámelo Pedro!" es lo que se exclamaba al pasar un niño, recién nacido o de corta edad, por una abertura incisa en un tronco o rama. De esta forma se protegía al infante ante una hernia. El pisar el rocío, descalzo, al amanecer del día de San Juan, revitalizaba las uñas, o aseguraba la fertilidad.

Como estos ejemplos existen innumerables fórmulas llevadas a cabo para establecer, lo que podemos denominar, cánones de preservación y protección del ser humano, en sus diferentes edades y sexos.

La relación con la Naturaleza, una vez más, se determina como crucial. Desde un punto de vista higiénico o medicinal, lo más reseñable es la característica religiosa que toman algunas aseveraciones, eje de la relación entre el ser humano y las distintas sensaciones, mitad místicas, mitad sobrenaturales, fruto todo ello de unas necesidades que intentan cubrir el vacío existente a nivel físico y psíquico.

No en vano, una gran parte de las enfermedades y sintomatología a prevenir, se cimentan en fórmulas curativas, por medio de hierbas y plantas, que sirven para solucionar dolores y malformaciones. Unas veces más eficaces, otras veces sin resultado positivo, siempre han convenido en trasvasarse por medio de generación en generación.

Aspecto clave de la vida, la vivienda se ha convertido a lo largo del tiempo en algo tan esencial como estético y de bienestar, pero antiguamente lo práctico superaba al resto, ya que las necesidades, laborales principalmente, tenían una importancia que era manifestada en la forma de vivir.

Dentro del continente está el contenido. Todos y cada uno de los artículos y objetos que se encuentran en el interior de una vivienda son parte integrante y generalmente, están adheridas a su vida. Por un lado, tenemos diferentes tipologías de vivienda, dependiendo de la zona dentro de un mismo pueblo o término municipal, por otro según el lugar geográfico, matizado en el clima húmedo, seco, o lluvioso: desde los tejados a dos aguas de algunos caseríos de Bizkaia y Gipuzkoa, a los de cuatro de pizarra, existentes en Zuberoa o en el Valle de Erronkari (N).

Caseríos, bordas, chabolas, caserones o casas pueden contener elementos y grafía simbólica que, en muchas ocasiones, nos ayudan a conocer el lugar, a sus moradores, o el entorno. Ornamentación que también se halla en el mobiliario existente en el interior de dichas viviendas.

La casa, ha estado ligada a los dueños, con la sepultura, como un todo en uno. Esta idea, y al mismo tiempo materialización del hecho, se considera básica para comprender mejor la simbiosis ejercida por el ser humano en relación a la tierra, a los animales que domestica y que le dan el producto, y a la huerta de donde obtiene el resto de la alimentación.

Pero no podemos dejar a un lado la importancia de la industria. Era un trabajo mejor recompensado económicamente si lo comparamos con el campo y la ganadería, pero no por ello, antaño, con menos dureza física.

Desde la extracción del hierro con piquetas y transportado en vagonetas, hasta la manipulación de éste en las ferrerías, se desarrolla un proceso que culmina con el producto elaborado. Pero lo mismo sucedía a niveles más estrictos y de edición limitada, por ejemplo la maquinaria utilizada para elaborar herramientas e instrumentos musicales.

O en el campo de la armería, tan ligada a ciertos gremios y que en tiempos anteriores funcionaban con otros tipos de armas. Muchas veces podemos observar todo tipo de éstos y otros artilugios, no tan bélicos, en muestras etnográficas y museos del mismo corte.

Pinceladas técnicas que lo fueron en su momento, pero que hoy en día forman parte del acervo cultural de nuestro pasado, ya que no existen limitaciones temporales para determinar qué es y qué no es parte de nuestro Folclore. Es más, esa ambigüedad, nos obliga a insertar y acumular fases que nos demostrarán todas las actividades propias de un mundo nada estudiado en el país.

Tal y como se nombra a lo largo de la historia, "los usos y costumbres", abarcaban toda una serie de normas entendidas como tales y, en mayor o menor medida, mantenidas por los diferentes mandos de gobierno.

El derecho consuetudinario regía desde la providencia de un matrimonio hasta la llegada de unos funerales. No obstante, ciertas prácticas, como la de ofrecer grandes comilonas, como celebración de la muerte de un ser querido, desde el siglo XVII, prohibidas, seguían realizándose por el mantenimiento de una "tradición", que obligaba a conservar mediante un alto gasto de dinero tal realización, a costa de perder propiedades y tierras.

El aspecto económico ha tenido un valor preponderante a lo largo de la historia del ser humano. Los trueques, cambios, compras y adquisiciones en ferias o mercados, y apuestas de diversa índole, tenían, y en la actualidad también funciona así, un cierto aire de reválida que, junto a las ventas ambulantes y otras funciones anexas son parte involucrada en las necesidades laborales y, por ende, en el poder de cada sociedad.