Danza

Danzas de Baja Navarra

Los jautziak -literalmente, saltos- son bailes propios de un área que comprende la merindad de la Baja Navarra -incluso Luzaide / Valcarlos-, los territorios de Laburdi y Xuberoa y el país de Bearne. En la Baja Navarra los jautziak son los bailes por excelencia. Sus melodías son binarias y su duración muy variable. Algunos de los bailes principales o mayores superan los trescientos compases en tanto que hay segidak -o bailes menores- de tan sólo dieciséis. A su vez, presentan frases de tres, cuatro, cinco y hasta de doce o catorce compases. Su ritmo es animado, con valor de blanca entre 90 y 100, y aún se advierte una cierta aceleración en los últimos tiempos. Un limitado número de pasos básicos combinados de manera múltiple, pero no aleatoria, conforman la numerosa serie de jautziak distintos. Se bailan con motivo de cualquier fiesta aunque en algunas cobran especial valor como, por ejemplo, en la Bestaberri (Corpus) o el Carnaval. Tanto sus denominaciones como sus evoluciones y sus líneas melódicas coinciden, en algunos de ellos, con las de las mutil-dantzak del Valle de Baztán.

Las múltiples combinaciones posibles de los pasos y la diversidad de melodías hacen que sea difícil memorizar todos los bailes conocidos y sus variantes. Por eso, es práctica común que un experto anuncie de viva voz cada paso a los participantes. Cada paso básico se identifica por su nombre, que varía poco de una zona a otra. Con este aviso, quien está iniciado puede bailar cualquier jautzi sin necesidad de memorizar la secuencia de pasos. Su duración y complejidad, la riqueza de las evoluciones y la fuerza y agilidad necesarias han concitado el interés de etnógrafos y folcloristas. En función de la zona, el estilo de baile varía considerablemente, aunque se trate siempre de los mismos pasos. Desde un punto de vista social, el dominio de los jautziak acredita la aptitud y el talento del dantzari y acrecienta su posición ante la comunidad.

Las colecciones documentadas más antiguas de jautziak son "Dantza Yauzi osoak bere segidekin" de Chanoine Pierre Laharrague editada en Burdeos en 1900 y "Recueil des sauts ou branles Basques notés par P.L. Instituteur" dedicada por el autor al sacerdote Dassance en 1898. Estos recopiladores ya registraban doce jautziak principales y nueve adiciones o segidak a saber: Laburrak, Baztandarrak o Lapurtarrak, Chibandriak , Mutchikoak, Chochuarenak, Antchigorrak, Moneindarrak, Alemanak, Milafrankarrak, Ainhoarrak, Laphurtar-laburrak o Laphurtar-motxak. Y las segundas, Hegi, Ostalertsa, Matelotta, Zeratara yiten zara?, Hetcha Pete, Hatcha Pelo, Zalhu Yannes, Phik-et-itzul, Phik-et-ebats. Y eran los más reputados por su belleza y dificultad: Mutchikoak, Lapurtarrak, Moneindarrak, Milafrankarrak y Ainhoarrak. Cien años más tarde, se conserva viva toda la serie. Es fácil advertir que varios de ellos reciben el nombre del lugar de origen o del pueblo al que estaban dedicados (Azkain, Kanbo, Millafranka, Ainhoa, Baztan).

Los bailarines se disponen en círculo -en una hilera- y bailan con los brazos caídos, cierto rigor en el torso y mueven las piernas de manera ágil y algo etérea. En el género de danzas circulares, suelen clasificarse los jautziak entre aquellas que se bailan en sentido contrario al de las agujas del reloj. Aunque este sea su sentido básico, sus evoluciones y simetrías hacen que los pasos que se ejecutan en una dirección se rehagan en la contraria, si bien pocas veces sucede así de forma estrictamente regular. Ciertas pautas facilitan el encadenamiento de pasos, de tal modo que, cualquiera de ellos se inicia siempre con el pie exterior al círculo. Todos los pasos terminan con apoyo del cuerpo sobre el pie interior -retrasando ligeramente el exterior- lo cual facilita respetar la primera regla al iniciar el siguiente movimiento.

Una docena y media de pasos diferentes son suficientes para bailar todos los jautziak. Tan sólo es preciso encadenar los pasos y, como queda dicho, si no se conoce el baile completo proceder según el anuncio del experto. Pero sin duda, el placer del baile es más intenso cuando se conoce de memoria y se libera de la servidumbre de la atención y escucha. Los más diestros bailarines conocen de memoria un buen número de jautziak, entre ellos, por descontados, los propios de su localidad.

Por lo general, el nombre del paso revela su movimiento: Aintzina (aurrera o en avant), Erdizka, Sotez (iautzi o zote en Valcarlos), Dobla, Lau hurrats, Pika-Pika ezker, Pika eskuin-, Erdizka eta hiru, Ebats, Luze eta ebats, Kontrapasa, Zeina, Ezker-hiru, Eskuin-hiru, Ezker airean, Ebats eta hiru, Sotez eta hiru (zote eta hiru). A comienzos del siglo XX, Sauveur Harruquet ofrecía un listado de dieciocho pasos que apenas muestra diferencia con el reseñado y vigente: En avant, Erdizka, Sautez, Dobla, Lau-urhats, Pika, Ezker, Ezkuin, Erdizka eta hiru, Sautez eta hiru, Ebats, Luze eta ebats, Contrapasak, Segna, Ezker-hiru, Ezkuin-hiru, Ezker-airian, Ebats eta hiru.

Cada paso ocupa musicalmente un número determinado de pulsos. Y en una misma frase musical pueden ajustarse dos o más combinaciones diferentes de pasos. Por ello se dan variantes en su ejecución que son más numerosas entre los más difundidos.

En cuanto al modo de bailar los jautziak presentan una notable variedad de estilos. Su extensión en el tiempo y en el espacio favorece las distintas expresiones que, como danza popular viva, son tantas como sus bailadores. En la fiesta del Corpus, tras los actos ceremoniales, el corro espontáneo que baila los viejos jautziak en la plaza ofrece múltiples maneras. Éstas suelen agruparse en dos formas básicas: los bailados a paso, cuando los pies acarician siempre el suelo y dan gracia especial al movimiento corporal, y los aéreos, con profusión de antrexatak, que exigen mucha mayor potencia y resistencia y en los que el cuerpo parece olvidar la ley de la gravedad y convierte al dantzari en volante (bolantia).

Los jautziak se distinguen por la actitud ensimismada del danzari, con el cuerpo recto y la cabeza ligeramente inclinada y la mirada atrapada en el propio círculo. Los brazos penden de forma natural acompañando proporcionadamente al cuerpo cuyo único motor son los pies. El danzari alcanza su gozo interior en la ejecución precisa de sus pasos y, al mismo tiempo, en la armonía colectiva del conjunto dispuesto en un plano de igualdad. La disposición de ánimo que muestran los bailarines de un jautzi, recogida y seria aún en plena fiesta, revela el carácter sobrenatural que se atribuye a esta elemental y vieja forma de danza circular.

Al igual que tantas otras manifestaciones públicas populares, los jautziak han sido siempre bailes masculinos. Hasta bien avanzado el siglo XX, ninguno de los habitantes de la zona hubiese pensado que las mujeres llegarían a bailarlos en público. Es más, la mujer que de esta forma se exhibiera vería depreciar su reputación. Así rezaba una conocida cantinela: Dantzari ona, irule gaiztoa, irule gaiztoa, edale ona. Pero muchas de ellas los conocían y bailaban en ambientes recogidos y, es sabido, que también solían ocuparse de su transmisión a los jóvenes varones de la familia.