Danza

Danzas de Baja Navarra

La danza en cadena, donde los bailarines van unidos por las manos o por pañuelos formando hilera, fue en un tiempo la más extendida en las tradiciones populares europeas. Su variada morfología presenta en la región los formatos de branle, rondó, carole, farandole, etc. Hay registro de una suerte de farandole denominada Pamperruque que se bailaba en Baiona antes de la Revolución. Localmente, el danzta-luzia, dantza-korda o dantza-soka es una danza en cadena que comparte morfología y funciones con las ya citadas y con el género Gizon-dantza peninsular. Posee un carácter ritual, en parte solemne y en parte festivo, que reserva el primer y último lugar a los participantes preferentes. A modo de símbolo de su potestad, el primer y el último bailarín portan en su mano libre un ramo verde adornado con cintas en la mano al que suelen añadir algún fruto como manzana o pera. El resto de bailarines, de ambos sexos, completan la cuerda unidos por pañuelos. Su existencia en la Baja Navarra está documentada en el siglo XVI por los procesos de brujería de Pierre de Lancre.

Esta forma de danza tuvo gran aceptación entre las clases altas hasta bien entrado el siglo XVII. Momento a partir del cual comienza a perder valor hasta desaparecer a lo largo de la siguiente centuria. No obstante, en los ambientes populares el declive fue más pausado aunque con cierto deterioro de sus funciones y elementos hasta devenir en un mero divertimento dominical. Por ejemplo, se constata que en ocasiones los antiguos pasos de branle fueron sustituidos por movimientos importados de otros géneros de baile. El dantza luze no se mezclaba con bailes considerados de mera expansión como las cuadrillas, polcas, valses,... y se reservaba para señaladas ocasiones: la fiesta patronal y las bodas.

El dantza-luzea se conduce en sentido contrario al de las agujas del reloj desde el extremo derecho de la cuerda. La pareja de mayor dignidad ocupa la primera posición y la de cierre se reserva a la segunda en la prelación (rey de cabeza y rey de cola, respectivamente). El criterio puede ser la edad, la posición social o, más frecuentemente, el orden dado a la casa familiar por la tradición. El símbolo que portan los bailarines de los extremos habla de su primacía. La evolución apuntada del Dantza-luze, con pérdida de su originaria función de representación pública de un cierto orden social, ha hecho que el actual sea una especie moderna de un género muy antiguo.