Léxico

CLIMA

Presión y Régimen de vientos. Como consecuencia del régimen térmico que acabamos de describir, nuestro país participa al mismo tiempo del régimen de vientos que caracteriza a la península ibérica, del de las depresiones barométricas del golfo de Gascuña y del pasillo aquitano, del de los vientos de montaña y, por fin, aunque débilmente, del de los vientos de invierno del macizo central francés. Durante los meses de diciembre, enero y febrero los vientos dominantes provienen de la meseta ibérica. Esta, cuya característica es la extrema frialdad, es en esta época del año la sede de un anticiclón que se suelda frecuentemente al de las Azores dando origen a una serie de vientos dirigidos hacia dos centros de atracción: hacia el Mediterráneo a través del pasillo del Ebro, al que barre con frecuencia hasta Pamplona, Logroño y Huesca por medio de vientos fríos y secos del O., del NO. y del N.; hacia el golfo de Bizkaia y Aquitania a través de los Pirineos, cuyo rápido descenso de la vertiente septentrional los transforma en vientos violentos, cálidos y desecantes, de dirección SE-NO. o S-N., parecidos al viento africano (San Sebastián, Vergara, Bilbao).

Un segundo centro de emisión de vientos es el anticiclón de las Azores, de donde proceden húmedos vientos del SO. que envuelven la parte occidental y noroccidental de nuestro país (Orduña, Biarritz).

De la masa pirenaica situada al E. del Somport, a la que recubre en invierno un caparazón de nieve, surgen también vientos fríos del NE. y del E. (Jaca).

Por su parte, el anticiclón de Europa central emite vientos fríos y secos que, en dirección E-O, o NE-SO., llegan a veces hasta el pie del monte pirenaico continental (Lescar, Biarritz). Se hacen sentir con insistencia en todo el sector de la cadena situado al E. de Tolosa desde el momento en que el anticiclón de Europa central y el de la meseta ibérica se sueldan: vienen entonces, en esta parte de los Pirineos, días de frío seco acompañado de fuertes heladas.

A pesar de la importancia de estos anticiclones, el Atlántico Norte no les va a la zaga como centro atmosférico de primer orden como consecuencia del desplazamiento del mínimo de Islandia hacia el S.: las depresiones originarias del océano, sucediéndose unas a otras casi sin interrupción de O. a E., encuentran en el centro ávido de aire, que es el Mediterráneo occidental, dos trayectorias en la parte meridional de la cuenca aquitana y el valle del Ebro. En el primer caso -que es el más frecuente-, la región litoral recibe sucesivamente vientos NE, N, NO. y O. mientras que el resto del país es atravesado por vientos en dirección SE, S, SO. y O; en el segundo caso, la totalidad de la cadena conoce uno tras otro los vientos NE, N, NO y O, mientras que sólo el valle del Ebro recibe vientos SE, S, SO. y O. El paso de estas depresiones se traduce siempre por abundantes precipitaciones acarreadas por los vientos del cuadrante O.

Los importantes cambios que afectan en primavera al régimen térmico determinan en el de vientos profundas transformaciones: al calentarse el interior de Francia y de la Península Ibérica, los vientos del océano tienden a suplantar a los del continente. Acaecen así en la circulación atmosférica perturbaciones considerables. Es la época de los bruscos cambios de viento, de las borrascas de lluvia y de nieve. Si la meseta ibérica sigue emitiendo hacia el pasillo del Ebro vientos del O. y del NO., y, hacia el golfo de Gascuña, vientos del SE. y del S, transformados siempre a su bajada de la vertiente septentrional en vientos violentos, cálidos y secos, si la masa de los Altos Pirineos y el anticiclón de Europa central envían todavía durante la primera mitad de la primavera vientos fríos y secos (Jaca, Lescar, Biarritz), los vientos húmedos originarios del Atlántico y de dirección NO-SE. se han constituido ya en netamente preponderantes entre Hendaya y Bilbao y penetran en la cuenca del Ebro (Pamplona) anunciando así el régimen que va a resultar vencedor. Efectivamente, durante el verano el viento ibérico es suplantado. Recalentado, el interior de España se transforma en un centro poderoso de consumo de aire que atrae los vientos del océano atlántico en cuya superficie el máximo barométrico de las Azores se extiende hasta la latitud de la Coruña llegando sus prolongaciones hasta el golfo de Bizkaia: vientos del N., del NO. y del O., húmedos y frescos en toda la vertiente septentrional de la cadena, vientos de la misma dirección, de caracteres más violentos y más secos por su movimiento de descenso, en toda la vertiente meridional: sin embargo no son para ésta el equivalente de lo que es el "Viento Sur" para la vertiente septentrional porque en este lado el descenso es mucho más lento que al N. de la divisoria de aguas, lo que hace disminuir la compresión y el calentamiento de las masas de aire en movimiento hacia el S.

Independientemente de este caso general, pueden acaecer otros dos casos particulares. Puede ocurrir que el anticiclón de las Azores, en vez de extenderse hacia el N. se fije a la altura de Marruecos, disminuyendo con ello la presión desde el centro de España hacia el centro de Francia: entonces soplan sobre nuestro país vientos del S. o del SO, cálidos y secos en todas partes, pero especialmente en la vertiente septentrional debido al movimiento de descenso que experimentan. Puede ocurrir asimismo que el área anticiclonal del Mediterráneo occidental adquiera más importancia que la del golfo de Bizkaia: en este caso, vientos del SE. y del E., extremadamente cálidos y desecantes, se hacen sentir hasta la vertiente septentrional de la cadena. Pero estas últimas condiciones barométricas no son estables y no dan nunca lugar a vientos que no sean de corta duración. El régimen oceánico de vientos apenas persiste más allá del mes de agosto: durante el otoño, bajo la influencia de condiciones térmicas nuevas, la circulación atmosférica experimenta una perturbación profunda. El centro de Francia, la masa pirenaica y el N. de la península, al enfriarse mucho más rápido que el océano, se convierten en áreas ciclonales de las que divergen nuevamente los vientos: del macizo central francés descienden vientos secos del N., del NE. y del E. hacia la región comprendida entre Lescar y Biarritz; de los Altos Pirineos descienden otros hacia Jaca, mientras que el N. de la meseta ibérica envía vientos secos ya sea del NO. y del O. hacia las cuencas del Ebro, del Arga y del Aragón, ya sea del S. y del SE. hacia el golfo de Bizkaia: en éstos se repite, en la vertiente septentrional de la cadena, el mismo fenómeno de calentamiento y de desecación que acaece con los vientos del S. que se desatan en invierno. Pero el anticiclón de las Azores, a la vez que disminuye de importancia y se desplaza hacia el S, sigue enviando vientos lluviosos orientados de SO. a NE. que atraviesan en diagonal el NO. de la península ibérica y alcanzan el E. de nuestro país. Por otra parte, el enfriamiento del interior de España no se efectúa aún con la suficiente intensidad como para impedir a los vientos húmedos del Atlántico que penetren de vez en cuando hasta la vertiente meridional de la cadena, ni impide a las depresiones oceánicas -cortejo inseparable del mínimo de Islandia que se desplaza asimismo hacia el S- llegar hasta la vertiente meridional de la cadena. De esta forma se efectúa, a través de vientos y borrascas, la segunda eversión del viento ibérico, preludio del régimen de invierno.

En resumen, el juego de presiones barométricas determina en la vertiente septentrional un régimen de vientos principalmente oceánicos, frescos o fríos, siempre húmedos, y en la vertiente meridional un sistema de vientos de origen ya sea oceánico, ya continental generalmente secos