Pintores

Balenciaga Altuna, Narciso (versión de 1977)

Pintor vanguardista nacido en Arrona, Gipuzkoa, en octubre de 1905. Tuvo desde la infancia una enfermedad ósea en las piernas que lo marginó hasta que unas damas de Euskal Billera le animaron a dibujar estando en el hospital; luego fue impulsado por amigos, entre los cuales su gran animador y favorecedor Zuloaga que, a los pocos años adquiriría para su pinacoteca varios de sus lienzos.

Según Juan Erenchun ("La Voz de España", 9-XI-1965), siguió el artista a los genios impresionistas Guiard y Regoyos: "su intuición artística luchó con dos dogmas: el impresionismo puro o luz sobre todo (Barbinzon) y el post-impresionismo puro luz como elemento constructivo (artista de Provenza). Poseedor de fina retina y paleta depurada, con briosa manera de construir, plasmó en sus óleos luz, profundidad, carácter y fuerza. Con personalidad bien definida y con un buen bagaje de lienzos, en los que quizá más que la fidelidad literaria del paisaje había verdadera emoción de la Naturaleza, acudió a concursos y realizó exposiciones con gran éxito."

"Se trata -dice Luis de Madariaga- de un buen pintor salido de aquellas promociones originadas en las exposiciones convocadas por la Diputación de Gipuzkoa presidida por don Vicente Laffitte." En 1928 obtuvo un segundo premio en la Exposición de Noveles de San Sebastián. En 1929 residió en la capital (Real Academia de San Fernando)y en Toledo. Su primera exposición fue organizada por la Asociación de Artistas Vascos en Bilbao en 1930. Al año siguiente consiguió el primer premio en la Exposición de Noveles de San Sebastián, en 1933 en el Ateneo de Madrid y en 1934 en el Gran Kursaal de San Sebastián, con Lecuona y Oteiza. Con pequeños ingresos marchó a tierras de Castilla, donde obtuvo bellos paisajes en Segovia, Toledo, Ávila y tierras manchegas, austeros de tintas, certeros de líneas e intensos de carácter y emoción.

Balenciaga siguió la ruta señalada por Erenchun a quien no obstante no vio hasta su vuelta. Sus respectivas maneras de pintar no tienen ninguna semejanza pues para entonces Balenciaga poseía ya una fuerte formación. En Gipuzkoa recorrió sus costas y rincones típicos del interior, sus Lanchas en el puerto de Guetaria fue adquirido en 1953 por Museo de Arte de Madrid, que era uno de los éxitos más codiciados por todos los artistas. Revistas y prensa diaria reprodujeron sus lienzos entre los que sobresalían su Pastora, de gran delicadeza: la Partida de mus de energía singular, sencillamente admirable: Iglesia de Orio, Arrona con nieve, Urrestilla, Iziar, Oiquina y su Interior de una fábrica de cemento con finas armonías grises, de muy difícil factura...

Recomendado por Aitzol, embarcó en el Arantzamendi junto con Oteiza rumbo a la Argentina en 1935, donde expuso en Buenos Aires y su provincia. Residió en Argentina con él con la intención de recorrer América del Sur a Norte, Filipinas. Japón, Tierra Santa, Italia y Francia. Comenzó concurriendo a Santiago de Chile y México. Enfermó cuando colgaba sus cuadros en el vestíbulo de la Biblioteca Nacional de México. Aquí, cuando estaba a punto de inaugurar su exposición, murió el 26 de noviembre de ese año, en accidente de tráfico, al igual que el gran Arteta. La junta directiva del Centro Vasco de Méjico y numerosos artistas, entre los que se hallaba el célebre concertista de arpa donostiarra señor Zabaleta, acompañaron al pintor de Arrona a su última morada, erigiéndole un sencillo mausoleo en cuya losa grabaron sentida dedicatoria: en el acto del entierro leyó una oración fúnebre el escritor Gaztelu.

Celebrada la exposición, gracias a un grupo de amigos de la colonia vasca, obtuvo un señalado éxito. Toda la prensa americana hizo grandes elogios de este joven artista: muchas de sus obras fueron adquiridas por los museos y por particulares para sus pinacotecas.

Según Gil Fillol, Balenciaga se muestra en sus óleos cercano a Manet, como en otros próximo a Gauguin, persiguiendo en unos únicamente efectos coloristas y luminosos y en otros intentando modelar sobre esqueletos de color.

Ha sido objeto de varias retrospectivas como la del Museo de San Telmo de San Sebastián en 1983 y el de la Casa de Cultura de Zumaia de 1993.

Comentarios sobre su obra

"El tipo de pintura de Balenciaga, quizá a sabiendas o quizá porque ello sea la forma manifiesta tímida de su claro alborear de arte, es la impresionista y expresionista, a la vez plena de un vigor que caracteriza a su obra joven.

Colores cálidos y colores fríos a discreción. En el segundo grupo incluimos sus dos paisajes de Orio y en el primero el del puerto viejo de Guetaria, donde el brillo, tamizado de pastas cálidas diestramente entonadas, produce un efecto vivo perfectamente cualificado, donde los rojos y amarillos conviven en armónico madridaje y el equilibrio de las masas se hace perfecto. Aquí residen a un tiempo la impresión y la expresión, cualidades ponderables, que parecen servir de guión primordial a los nuevos artistas. Este último lienzo de Balenciaga ha sido adquirido por el Museo de Arte Moderno, lo que nos complacemos en aplaudir, pues ya va siendo hora de que se reconozca oficialmente todo aquello que dignamente merezca consideración para el arte moderno nacional."

(Rafael López Izquierdo en "La Nación" de Madrid, 1-IV-1933).

"Algunos paisajes urbanos, como Orio , Guetaria entran por los ojos a primera vista y después, contemplados con detalle, producen una sensación de verdadero disfrute semejante a la de un manjar exquisitamente elaborado; las minúsculas figurillas del fondo, acodadas en el pretil, la fachada engalanada con un toque de rosa, que es ropa tendida, la ría con sus suaves reflejos... En otros óleos, menos fáciles de digerir, con sus entonaciones violentas o sombrías, al rato, advertimos un contenido despiadado, corrosivo. Como esa plaza de pueblo donde la muchedumbre, agolpada, baila y se divierte en una especie de danza macabra. Las fiestas o lugares de reunión, lo popular, no están interpretados con el toque ingenuista, tierno de Regoyos, aunque nos hacen inevitablemente pensar en él; no se plantean ni con la religiosidad de los Zubiaurre, ni con el caricaturesco folklorismo de José Arrúe: nos sitúan más cerca de la línea expresionista alemana, desde Ensor a Kirchner en su modo tan descarnado de contemplar la doliente miseria humana, más bien configurada como máscara o despojo. Los dos autorretratos nos trasladan de golpe, del joven ilusionado enamorado de la pintura, al hombre que penetra en el panorama sombrío de la trastienda artística. De una declaración amorosa a la pintura (la mano, la paleta, el pañuelo del artista) al abnegado y sufrido pintor que recibe el puñetazo y se automargina.

Pienso que Balenciaga conocía los límites establecidos entre el impresionismo ingenuo de Regoyos y el ampuloso tremendismo de Zuloaga (del Zuloaga que fue su protector). Tal vez por eso, la suya es una visión que se plantea otras metas: por un lado, la desmitificación del motivo vasco; y por otro, la pintura más allá del tema. La mancha, la inmaterialidad de la forma, la disolución producida por la luz, la disgregación de lo etéreo, conviven en contraste y oposición con el volumen y la forma construidos, eternizados al modo de Cezanne, o mejor, en homenaje a Cezanne (...) Por otro lado, el blanco de las rosquillas rituales, el gris predominante de la fábrica de cemento, nos están contando un modo de sentir el peso, la opresión de lo cotidiano desde una mirada en absoluta complacida con lo que le rodea. Lo que Balenciaga ama es la pintura, y sabe que necesita salir de ese pequeño mundo en el que no puede avanzar y perfeccionarse."

(Adelina Moya en La Voz de Euskadi, 16-VI-1983).

Ainhoa AROZAMENA AYALA