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Argentina. Integración social de los inmigrantes vascos

El idioma, cabe pensar, pudo ser otro elemento movilizador para la cohesión de los inmigrantes en el nuevo lugar. Creemos que no es el caso de una mayoría vasca en Argentina. Esto no significa que no existiese una fracción de inmigrantes vascos con problemas idiomáticos. El inconveniente principal reside en la imposibilidad de estimar porcentajes de vascos con o sin problemas idiomáticos graves. Los argumentos en que se basan los sostenedores de que el idioma fue un mecanismo de acercamiento crucial entre los vascos, giran alrededor de altos porcentajes de analfabetismo (la única manera de aprender el castellano, sostienen, era acudir a las escuelas) entre los inmigrantes. Contradictoriamente, en los porcentajes de alfabetismo vasco para distintos puntos de la provincia, predominan los vascos que saben leer y escribir. Pero como si eso fuera poco, no estamos de acuerdo en que el castellano se podía aprender -al menos los vocablos básicos- únicamente en las Escuelas de Euskal Herria, como tampoco que los que vivían fuera de los pueblos eran gente hosca, embrutecida y aislada del mundo. En primer lugar el ámbito de "aprendizaje" debió provenir de la relación entre personas, ya en el pueblo como en otro sitio. En segundo lugar, la geografía de Euskal Herria obligaba a que los campesinos frecuentaran si no el pueblo, a la gente del pueblo. Pensemos en la trashumancia pastoril, la venta de pescado fresco tierra adentro, el comercio, la concurrencia al mercado, las innumerables fiestas anuales, etcétera. Bizkaia y Gipuzkoa, zonas expulsoras nucleares, se convirtieron desde 1870 en polos laborales hacia donde convergieron peninsulares apuntalando fuertemente el castellano. La tradición comercial (desde el siglo XVIII) con América y el traslado de las Aduanas a la costa de 1841, son otros elementos de peso en contra del supuesto mapa vascófono decimonónico -principalmente peninsular. Otros elementos -no menores- que debilitan la fortaleza idiomática del pueblo vasco del siglo pasado son la cantidad de periódicos editados en castellano, como así también la totalidad de los documentos -que involucran declaraciones de vascos- e incluso los afiches de las agencias de viaje que eran confeccionados -y tenían éxito- para ser leídos por aquellos "vascoparlantes". Esto no niega que una vez en América algunos vascos -principalmente franceses- tuvieran dificultades idiomáticas.

Pero una cosa es reconocer que algunos inmigrantes euskaldunes solicitaban ayuda para llegar a algún sitio o leer un documento específico antes de firmarlo y otra, muy distinta, afirmar que el conocimiento de la lengua vasca se nos presenta como el dato fundamental en el establecimiento de los lazos de solidaridad de los recién llegados: arrancado de su medio natural y transplantado en un territorio donde todo (lengua, costumbres, idiosincrasia) les era ajeno. Esto podría reflejar mayormente lo sucedido con los vascos en Estados Unidos, pero no en Argentina o Uruguay. Los problemas que les ocasionaba el idioma no eran ni tan graves ni tan extensivos a la colectividad como para cohesionarlos naturalmente e incluso desembocar en la conformación de instituciones. También se debe tener en cuenta que el idioma vasco -euskera- reconocía diversos dialectos regionales, lo que bien pudo determinar una predisposición a completar el aprendizaje del castellano en el nuevo lugar. Pese a la inexistencia de fuentes directas que lo prueben o no, existen indicadores para sostener nuestro argumento. Si tomamos como referencia la movilidad geográfica característica de los vascos durante el período, todo parece indicar que no encontraron -como pudieron hallar en el país del norte- barreras lingüísticas o culturales infranqueables.

Pensemos también en el número de trabajadores vascos en distintos puntos de la provincia que se ocupaban de tareas (fondas, comercio) que dependían del trato con el cliente. Otro indicador adicional deviene de la temprana intervención de los vascos en cuanta comisión vecinal se conformaba en cualquiera de los pueblos analizados; incluso de su participación en sociedades de Socorros Mutuos Españolas. También debe recordarse, sin ir más lejos, la aparición de una revista cuyo destinatario era la colectividad vasca en todo el país, La Vasconia, aparecida en 1893. Está escrita casi íntegramente en castellano; es de suponer que su editor José Uriarte conocía bastante bien las posibilidades de lectura de los potenciales consumidores. También pudo suceder que los vascos que hablaban el euskera -y frecuentemente eran bilingües- por lo general no supieran escribirlo, fenómeno que llega casi hasta nuestros días. Esto explicaría -a nuestro criterio débilmente- la presencia de buena parte de los textos, periódicos y fuentes en castellano sin la necesidad de reducir el mapa vascófono en Vasconia o en la pampa argentina.

Hubo, de todos modos, personalidades dentro de la colectividad que se convirtieron en puntos de referencia y cohesión para los recién llegados; algunos de los cuales podía encontrarse con problemas idiomáticos. Tal el caso de Crescencio Echevarría a quien a fines de siglo XIX los paisanos de su pueblo, Bermeo, pusieron su nombre a una calle por los servicios prestados en América. Por su parte, la gente de la zona de Tolosa, Gipuzkoa, venía con una recomendación de Sarasola para ser orientado en Buenos Aires por Antonio Irazu; mientras que José María Aldasoro, llegado al país en 1886, instaló una oficina en Buenos Aires y allí también recibía a los vascos recién llegados que no sabían ni encontraban donde ubicarse. Echevarría, Irazu y Aldasoro fueron referencias importantes para los vascos que llegaban al país, pero, por su trato breve y fugaz, no tenían la misma influencia que un "líder" de referencia permanente como el vasco Graciano Ayzaguer en el proceso de integración de sus paisanos en Tandil.