Syndicates

Solidaridad de Trabajadores Vascos (1997 version)

La fundación de "Solidaridad de Obreros Vascos-Eusko Langileen Alkartasuna" en junio de 1911 hizo por fin realidad la vieja propuesta de Sabino Arana, quien ya en 1897 había publicado un llamamiento a los obreros vascos animándoles a organizarse entre ellos, para de esta manera combatir tanto a la "despótica opresión burguesa" como a la aún "más odiosa dominación maketa" por parte de los obreros inmigrados y las organizaciones socialistas. Después de la muerte de Sabino, el Partido Nacionalista Vasco retomó esta idea del fundador y estableció en su organigrama unas "Comisiones de Acción Social", siendo la de Vizcaya la que preparó la fundación del sindicato. ¿Quiénes fueron estos primeros sindicalistas nacionalistas?. Nuevas investigaciones han puesto de relieve un interesante paralelismo entre el perfil social de los primeros "Solidarios" y el de los primeros sindicalistas de las organizaciones obreras de otros países europeos como Inglaterra. Francia o Alemania En todos estos casos fueron los obreros cualificados, a menudo con una cierta tradición organizativa artesanal, los que constituían la base de lo, primeros sindicatos obreros. En el caso vasco de ELA se puede observar un predominio de profesiones ligadas al sector de la construcción y de la industria siderúrgica y metalúrgica del hinterland industrial de Bilbao, mientras que el sindicato nacionalista no arraigó entre los obreros del muelle -sometidos a una fuerte presión empresarial- y tuvo sus problemas en el sector minero, un sector con altas cotas de obreros inmigrados.El paralelismo entre los países europeos y la evolución de los afiliados de ELA sigue durante los años de la I Guerra Mundial y la postguerra, porque es entonces, y debido al ciclo expansivo de las industrias europeas y vasca, cuando se produce una mayor "proletarización" de los afiliados de las organizaciones obreras en el sentido de una mayor presencia de jóvenes obreros no-cualificados de las grandes plantas industriales entre sus filas. Los escasos datos sobre el número de afiliados de ELA nos demuestran su fuerza en las localidades cercanas a los grandes centros industriales y su relativamente constante crecimiento, de manera que al comienzo de la dictadura de Primo de Rivera en Vizcaya casi había alcanzado el número de afiliados de la UGT si bien no sólo por mérito propio sino también por la enorme crisis y pérdida de afiliados por la que había pasado la UGT entre 1921 y 1923. Salvo su ya mencionada debilidad en ramas industriales con un alto porcentaje de obreros de origen no-vasco, el perfil social del sindicalista "solidario" ya no se distinguía demasiado del "ugetista tipo". Los inmigrantes quedaron excluidos expresis verbis de la organización sindical nacionalista por el requisito reglamentario de tener entre los primeros cuatro apellidos por lo menos uno vasco, una práctica aranista seguida asimismo por el partido.

Como organización gestionada en el seno del PNV no ha de extrañar la afinidad ideológica entre partido y sindicato. Los ejes centrales del discurso de ELA se pueden resumir con las claves de antisocialismo, vasquismo. catolicismo y, armonía de clases. Dada la ausencia de verdaderos dirigentes e ideólogos carismáticos en las filas del sindicato durante los primeros años de su existencia, fueron los ideólogos del partido los principales encargados de elaborar el discurso del sindicato, entre ellos no sólo el omnipresente "Kizkitza" (Engracio de Aranzadi), sino también muchos clérigos. No obstante, en los años de la postguerra, que marcan una importante cesura en la historia del sindicato nacionalista, junto con la ortodoxia sabiniana se van articulando voces críticas, aún minoritarias, que reflejan a nivel ideológico un proceso que se hará patente también en otros ámbitos: un importante avance en el proceso de la formación de la conciencia de clase. Críticas a la discriminación de los obreros inmigrados y sobre todo a la prueba de los apellidos, atrevidas reivindicaciones respecto a "una revisión general de la propiedad", o ataques poco disimulados a la clase patronal vasca (y nacionalista), todo ello son muestras, aún contadas pero no por ello menos novedosas, de esta evolución, también ideológica, del sindicato nacionalista.

Durante sus primeros años de actividad sindical ELA estuvo volcada en todo tipo de labores "mutualistas", es decir, la organización de ayudas financieras a sus socios en casos de enfermedad o muerte, en tiempos de paro, etc. Estos servicios sociales, que supo "vender" hábilmente en sus folletos propagandísticos y su prensa, constituyeron uno de sus principales atractivos a la hora de captar socios, hecho comprensible, por otra parte, en el marco de un Estado cuya política de bienestar y protección social todavía estaba en sus comienzos. No obstante, la actividad de ELA no se agotaba en el mutualismo. A lo largo de los doce años anteriores a la Dictadura de Primo, el sindicato nacionalista tomó parte activamente en varios conflictos sociales, empezando por la campaña en favor de un salario mínimo en el sector minero entre abril y agosto de 1914 hasta la gran oleada huelguística en contra de las reducciones salariales en la siderurgia de Vizcaya entre enero y julio de 1922, por no mencionar la huelga general en contra del golpe militar de Primo en septiembre de 1923. Un análisis global de estas actividades reivindicativas nos permite destacar dos conclusiones.

En primer lugar se puede observar un claro aumento de la importancia de la combatividad del sindicato nacionalista, medida en su mayor disponibilidad para organizar o participar en huelgas, con un punto culminante en los años veinte. Sin embargo, ELA no funcionó como un bloque centralizado, sino más bien como una organización que otorgaba un amplio margen de autonomía a sus secciones, lo que a veces daba resultados aparentemente contradictorios. Así nos encontramos por ejemplo con el hecho de que mientras ELA en el conflictivo ramo de la construcción de Bilbao llevaba una política cada vez más radical y combativa, su sección en los "Astilleros Euskalduna" seguía manteniéndose fiel a una línea dócil ante el gran empresario nacionalista Ramón de la Sota y Llano, que, como moneda de cambio de un trato preferencial hacia el sindicato nacionalista y relativamente favorables condiciones laborales, había conseguido el beneplácito, y a veces incluso el apoyo activo de ELA en su lucha represiva frente a cualquier intento de comportamiento no-conformista y socialista entre los trabajadores de la plantilla. En segundo lugar destacaríamos la importante intromisión de conflictos políticos e ideológicos en la praxis sindical de ELA lo que queda patente en su relación con los otros sindicatos. Si antes hemos mencionado la relativa cercanía ideológica entre ELA y los sindicatos y católicos, lo mismo se puede afirmar con respecto a su relación generalmente buena en el marco de la labor reivindicativa.

En la mayoría de las huelgas con participación solidaria encontraremos codo a codo a sindicalistas nacionalistas y católicos. Con los socialistas, en cambio, prevalecieron unas relaciones extremadamente tensas. Son contadas las ocasiones en las que el frente sindical agrupara tanto a solidarios como a ugetistas. Por una parte, ELA rechazó cualquier tipo de "huelga política", de manera que el argumento de la supuesta manipulación socialista de los intereses obreros representados por la UGT le servía como excusa para distanciarse de las "huelgas políticas" planteadas por la UGT. Los obreros socialistas, por otra parte, tildaban a los solidarios de amarillos y esquiroles, por lo que generalmente ni se planteaban una colaboración con ellos. La gran Huelga Revolucionaria de agosto de 1917 agudizó aún más si cabe los conflictos entre obreros nacionalistas y socialistas. ELA había recurrido nuevamente a su habitual argumento para condenar esta huelga política y se quedó tan impresionada de la vehemente campaña antisocialista desencadenada por la prensa derechista y nacionalista tras los sangrientos incidentes de agosto, que no participó en ninguna huelga hasta 1919. Una vez reanudada su actividad reivindicativa por parte del sindicato nacionalista, fueron la UGT y el Sindicato Unico anarcosindicalista los que con su campaña del Closed Shop dirigida con el beneplácito de muchos de los grandes empresarios contra ELA y los sindicatos católicos dificultaron la unidad sindical. Así llegamos a la curiosa situación de que durante las huelgas contra los recortes salariales de 1922 la tradicionalmente tan "pacífica" ELA defendiera su posición contraria a cualquier rebaja salarial hasta el final, y eso también después de que el Sindicato Metalúrgico de Vizcaya hubiera pactado una rebaja del 8 % Por lo tanto, y a pesar del proceso de radicalización del sindicato nacionalista, la interferencia del conflicto político en el ámbito sindical no permitió una normalización de las relaciones extremadamente tesas entre ELA y UGT y es precisamente la ausencia de este conflicto político la que explica la menor crispación entre ELA y los anarcosindicalistas, con los que incluso organizó una huelga política (1921 contra el gobernador civil de Vizcaya).

Ya hemos mencionado el fuerte nexo inicial, incluso orgánico, entre sindicato y partido. La historia de ELA posterior a 1911 es la historia de un proceso de paulatina emancipación del sindicato nacionalista de la tutela del Partido Nacionalista Vasco. A pesar de esta búsqueda de autonomía y sus consecuencias conflictivas, los dirigentes de ELA no llegaron a plantearse nunca una ruptura con el partido. Cuando por una parte, la creciente agudización de los conflictos sociales puso nuevamente la Cuestión Social al orden del día de los políticos, y por otra, la dogmática defensa de una supuesta "neutralidad social" por parte de los líderes de la Comunión Nacionalista le impidió al partido reaccionar ante este malestar social de sus afiliados, las divergencias entre la ortodoxia nacionalista conservadora y el nacionalismo sindical quedaron patentes. La inhibición del partido ante los conflictos sociales reflejada en la ausencia de cualquier programa social para muchos críticos del sindicato no era más que un mal disfrazado apoyo a los intereses de la burguesía vasca. En los difíciles años de la postguerra, el "Obrero Vasco". órgano oficial del sindicato, dio rienda suelta a los críticos que se enfrentaron al diario nacionalista "Euzkadi", "que en la cuestión social es un periódico como los otros, de esencia burguesa", o incluso reflexionaron en voz alta sobre la conveniencia de crear un "partido obrero vasco".

El único intento de canalizar estas críticas sindicalistas, compartidas en parte por las Juventudes Vascas, fue la convocatoria de una asamblea nacional monográfica dedicada a definir la posición del partido ante la Cuestión Social. Pero cuando en mayo de 1920 los delegados se reunieron en San Sebastián, el estallido del conflicto interno sobre la cuestión nacional copó toda la atención de los reunidos, teniendo que ser aplazada la discusión de la Cuestión Social hasta un próximo congreso, que nunca llegó a celebrarse. El descontento de muchos obreros nacionalistas con la política de la Comunión fomentó un caldo de cultivo crítico en las bases jeltzales que contribuyó a minar la unidad del nacionalismo político con el resultado de la escisión del partido en 1921 . El refundado PNV atrajo la simpatía de varios de los líderes de ELA entre ellos Manu Robles Aranguiz, aunque la dirección del sindicato se había proclamado oficialmente "neutral" en el conflicto No obstante, y a pesar de que las fuentes nos describen al PNV como más "popular" que la "aburguesada" Comunión, La incorporación del archiconservador Luis Arana a la dirección del nuevo partido cortó en seco todas las especulaciones sobre una posible mayor sensibilidad-también programática-del nuevo partido ante la Cuestión Social y las demandas obreras.

Ludger Mess