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Oteiza Embil, Jorge

El poeta Gabriel Aresti, que dedicó a Jorge Oteiza el más largo poema que compuso, el que lleva por título la letra Q, de su libro Harri eta Herri (Piedra y pueblo), afirmó en uno de sus versos:

"Para comprender la escultura de Jorge Oteiza/ se necesita vista larga".

Aresti, como otros muchos autores, ha reconocido la intuición e ingenio de Oteiza, tanto en la formulación de bases teóricas como en la resolución de sus propuestas. Ya hemos visto anteriormente alguno de los reconocimientos internacionales que ha merecido su escultura. En la autobiografía escrita por el escultor, para el libro sobre el mismo, del escritor Miguel Pelay Orozco en 1978, Oteiza alude al tiempo que reside en Madrid, a partir de 1956, como

"el período experimental en mi vida de mayor intensidad, trabajo y concentración."

Y añade Oteiza:

"Lo debo a que dispongo, gracias a Juan Huarte, y creo que ya desde el año anterior, de grandes espacios para mi trabajo y de un ayudante para la realización en piedra, en el edificio de Nuevos Ministerios, cuya obra se encontraba interrumpida".

Tras el reconocimiento internacional, con el premio recibido en la Bienal de Escultura de Sao Paulo, en Brasil (1957), Oteiza realiza otras obras, como la estela del monte Agiña, en Lesaka (Navarra) en memoria del músico vasco Padre Donostia, en un conjunto realizado arquitectónicamente por Luis Vallet. Es este año de 1958 cuando Oteiza finaliza su investigación sobre la Ley de los Cambios. Así lo testimonia el propio autor:

"Y finalizo con mi Ley de los Cambios, mi experimentación en escultura, con escultura vacía, con un vacío conclusivo que relaciono con la naturaleza estética de nuestro cromlech microlítico vasco".

Oteiza lo ha dicho con otras palabras, a raíz de la exposición antológica de su obra en 1988, en la Fundación Caja de Pensiones, en Madrid, Barcelona y el Museo de Bellas Artes de Bilbao:

"Deseo justificar -escribía Oteiza con este motivo- la pobreza aparente de mi escultura me ha tocado servir al arte contemporáneo en una fase que debía resultar experimentalmente mínimal y conclusiva. Mi importancia podría residir en el rigor y la humildad de mi sometimiento a esta tarea experimental para que tuve que auxiliarme con una Ecuación molecular del Ser estético y una Ley para el proceso de los cambios/ ocupación-desocupación de la expresión".

Y, tras ratificar planteamientos ya expresados, Oteiza concluye:

"Mi conclusión en 1958 fue con un espacio vacío puramente receptivo que me dejó sin escultura en las manos/ uno años después esto sucedía visiblemente a muchos artistas; el Arte contemporáneo experimentalmente concluía".

En estas y otras manifestaciones, como queda expresamente señalado en su libro Quousque tandem...! (1963), se plantea en síntesis su interés por el reduccionismo y su geometría, que ha sido determinante en movimientos artísticos como el cubismo o el minimalismo, así como el constructivismo ruso. Teóricos e historiadores del arte como José María Moreno Galván o Francisco Calvo Serraller se han referido al conjunto de expresión teórica y práctica de Oteiza, para calificar a éste como uno de los autores más importantes del siglo XX.