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Historia del Arte. Barroco

En cuanto a la arquitectura religiosa, aunque el número de edificios construidos disminuyó respecto a otros períodos, todavía continuaron edificándose importantes construcciones para cubrir las necesidades eclesiásticas. Así, durante el inicio del período barroco destacó la consagración de nuevos conventos en las principales localidades de Euskal Herria. Además, en aquellas otras localidades donde previamente ya existían importantes iglesias, se añadieron nuevas portadas y, sobe todo, torres campanario con el objetivo de adecuar las construcciones a los nuevos objetivos simbólicos que se había marcado la Iglesia; por ello, le dedicaremos especial atención a las torres campanario, ya que su construcción dotó a Euskal Herria de uno de sus elementos arquitectónicos emblemáticos del paisaje arquitectónico vasco.

En cuanto a las características del barroco en Euskal Herria, las nuevas concepciones espaciales se introdujeron con relativa prontitud gracias a la fundación de conventos por parte de las nuevas órdenes religiosas. En las iglesias de estos edificios se encuentran las primeras características de la disciplina arquitectónica barroca en plantas con forma de cruz latina inscrita en un rectángulo, cabecera recta, capillas laterales entre contrafuertes y coro alto a los pies de la iglesia. En el interior, la única nave que se realizaba se cubría con bóveda de lunetos o de medio cañón, el crucero con cúpula encamonada sobre pechinas, y las capillas laterales con bóvedas de arista. En el exterior, en cambio, encontramos desde fachadas cuadrangulares rematadas con un frontón, hasta portadas que persiguen atraer al fiel por su sentido escenográfico y urbano.

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Por territorios, en este estilo existen importantes diferencias entre las provincias de Euskal Herria. Las novedades constructivas más importantes se dieron en Gipuzkoa, seguida de Bizkaia; es en estos dos territorios donde encontramos un mayor número de obras e innovaciones significativas desde un punto de vista tanto tipológico y estructural como decorativo. De hecho, entre las dos provincias costeras también existen diferencias y, así, en Gipuzkoa, por influencia de la construcción más importante de Euskal Herria -la basílica de Loiola- se hicieron propuestas de mayor barroquismo, con una concepción más plástica de las formas; en cambio, en Bizkaia, el barroco fue más desornamentado. En cuanto a Navarra, Álava e Iparralde, el número de construcciones edificadas fue mucho menor puesto que los edificios existentes de otros períodos ya cubrían las necesidades y, por este motivo, se construyeron principalmente en estilo barroco elementos adicionales como portadas, torres campanario y capillas.

Por tanto, en Navarra, Álava e Iparralde, de las construcciones realizadas íntegramente en estilo barroco destacaremos la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Labastida, con una portada en forma de retablo clasicista, y los conventos de las Carmelitas Descalzas en Pamplona, Encarnación en Corella, San Francisco en Viana y Concepcionistas Recoletas en Estella; en las fachadas de estos conventos destaca la influencia de la iglesia romana de Il Gesú, mientras que la fachada clasicista del convento de la Encarnación de Madrid influyó en el convento de San Antonio de Vitoria-Gasteiz donde destaca, con claras sugerencias herrerianas, su pórtico.

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En el resto de las edificaciones de estos tres territorios pertenecientes al siglo XVIII, podemos intuir la influencia del estilo barroco ya no sólo en los elementos decorativos. Así, en la iglesia de San Juan de Agurain en Álava y en las capillas de Santa Ana y el Espíritu Santo de la catedral de Tudela en Navarra, además de la profusa decoración, encontramos rupturas y dinamismo en las formas. En cuanto a los espacios, también en Navarra, la iglesia de la Compañía de María en Tudela nos presenta una planta octogonal, y la iglesia del Patrocinio en Milagro, responde a una compleja planta elíptica inscrita en una cruz griega. No obstante, los mejores ejemplos de la arquitectura religiosa barroca los encontramos en las portadas, destacando en Navarra la de la basílica de San Gregorio Ostiense en Sorlada, en exedra y rematada en cuarto de esfera.

En Bizkaia, el estilo barroco también se introdujo en la provincia a través de la construcción de conventos para las nuevas órdenes religiosas. Uno de los edificios más interesantes es la iglesia de los Santos Juanes de Bilbao, el primer templo en seguir en Euskal Herria los modelos de Il Gesú; en el interior, mantiene reminiscencias renacentistas con una planta de tres naves en diferentes alturas, pero también adopta elementos propiamente barrocos como el crucero y sobre él una cúpula con pechinas. Este modelo de planta también lo encontramos en las iglesias de Santa María de Uribarri de Durango, de la Sagrada Familia de Orduña y del Carmen de Markina-Xemein. En cuanto a las portadas, las iglesias de Güeñes, Turtzioz y Encarnación de Bilbao conservan portadas con sencillos esquemas de sabor escurialense. En el siglo XVIII hay que destacar la iglesia de San Nicolás de Bari en Bilbao, uno de los mejores ejemplos de espacio centralizado con planta de cruz griega insertada en un cuadrado transformado en octógono y con cúpula. En cuanto a las portadas, destacar la de la iglesia de San Severino de Balmaseda, y los pórticos construidos en Santa María de Uribarri de Durango en madera y la iglesia de Santiago en Bilbao de piedra.

Sin embargo, el mayor número de construcciones barrocas y las más importantes las encontramos en Gipuzkoa, el territorio que conoció un mayor crecimiento económico y demográfico. Uno de los primeros edificios que recogió la influencia del estilo barroco fue el convento de Santa Clara en Azkoitia, que sigue la tipología del primer estilo con una edificación austera y tipología de fachada rectangular resuelta con extremada desnudez. El modelo conventual de planta de cruz latina y tradición clasicista en la decoración también se repitió en las parroquias de Alegia y Pasai Donibane, y en las portadas de las iglesias de Getaria, Errenteria, Segura y San Vicente de Donostia.

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El siglo XVIII en Gipuzkoa estuvo determinado por una construcción que desde su propia concepción estaba llamada a ser el edificio más importante del período barroco en Euskal Herria. Nos referimos a la basílica de Loiola, uno de los edificios más singulares por su vinculación con el barroco romano, algo poco frecuente por estos lares. Diseñado por el arquitecto italiano Carlo Fontana, discípulo de Bernini, de la construcción se encargaron diferentes maestros de obra vascos, entre los que hay que destacar a Martín de Zaldua, Sebastián de Lecuona e Ignacio Ibero; estos y otros artistas vascos que tomaron parte en la basílica, modificaron los planos del conjunto, un proyecto sumamente decorativo, adaptándolo a la sobriedad del estilo barroco que se estaba desarrollando en Euskal Herria. La construcción más importante del conjunto es la basílica, donde destacan la escalinata de acceso, el pórtico convexo, la planta centralizada en forma de rotonda y la monumental cúpula con tirantes entre torres subordinadas. La influencia de la basílica de Loiola fue muy importante, destacando además de la iglesia de San Nicolás de Bari en Bilbao, la iglesia de San Martín de Tours de Andoain, con elementos decorativos inspirados en la basílica de Loiola.

De las iglesias que se construyeron en el siglo XVIII en Gipuzkoa, la más ambiciosa e interesante fue la basílica de Santa María del Coro de Donostia, donde destaca su planta de salón con tres naves de idéntica altura y su cubierta de bóvedas góticas. Otros ejemplos significativos de este siglo en Gipuzkoa son las portadas de las iglesias de la Asunción de Segura, Santa María la Real de Azkoitia, San Miguel de Oñati y San Juan Bautista de Hernani, donde la fachada rectangular está definida por dos pilastras que soportan un frontón triangular y acogen un arco. En cuanto a la iglesia de Pasajes San Pedro, destacar, además de su portada, la planta de salón de tres naves y, en general, la propia volumetría en forma de cubo que nos acerca al neoclasicismo.

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Para terminar con la arquitectura religiosa, señalar que uno de los elementos arquitectónicos más característicos del paisaje arquitectónico de Euskal Herria son las torres campanario. Concebidas inicialmente como lugar donde ubicar las campanas de la iglesia, este tipo de torre se convirtió durante el período barroco en el emblema de la Iglesia católica y de su poder en la sociedad vasca. De hecho, las torres campanario regulaban la vida cotidiana mediante el repique de campanas.

La torre campanario está organizada en cuatro partes distintas. En primer lugar se encuentra la base, formada por un cuerpo bajo de planta cuadrada decorado con pilastras en las esquinas. A continuación, está el segundo cuerpo, que es el que alberga las campanas y también lleva pilastras en los ángulos y decoración de pináculos. Después se sitúa el entablamento, la cornisa y, en algunos casos, la balaustrada, que forman el tercer cuerpo y donde podemos encontrar la misma decoración que en los primeros cuerpos. Finalmente, la construcción se remata con una cúpula que termina en una linterna que repite la decoración, en menor tamaño, del cuerpo de las campanas.

Las primeras torres campanario se construyeron a finales del siglo XVII y fueron muy sencillas tanto en la decoración como en la estructura, a base de sobrios cubos de tradición escurialense; a esta etapa pertenecen las torres de Kanpezu, Bilar y Labastida en Álava, Markina-Xemein y Portugalete en Bizkaia, y Eibar en Gipuzkoa. Sin embargo, las torres más importantes y significativas en el paisaje arquitectónico vasco fueron las construidas en el siglo XVIII. En estas torres quedó establecida la tipología que hemos descrito y fue evidente la influencia que ejerció en ellas la estructura y la decoración de la basílica de Loiola. La principales torres campanario se encuentran en Gipuzkoa -Elgoibar, Andoain, Tolosa, Eskoriatza, Bergara, Hondarribia, Ordizia, Usurbil, Hernani, Ibarra, Aretxabaleta, Urretxu- aunque también encontramos ejemplos en el resto de territorios, destacando las de Portugalete, Elorrio, Otxandio, Durango, Balmaseda, Ermua y Guezala en Bizkaia, Oion y las iglesias de San Miguel y San Pedro en Vitoria-Gasteiz en Álava y Lesaka en Navarra. En esta última provincia encontramos en la Ribera un tipo distinto de torre campanario que tanto en lo material como en lo estructural, son deudoras de la tradición mudéjar; encontramos torres de este tipo en las iglesias de Santa Eufemia de Villafranca, San Julián y Santa Basilia en Andosilla, Santiago en Funes, Santa María de Desojo y en la catedral de Tudela.