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FEMINISMO

El feminismo, como correlato de la Declaración de los Derechos Humanos de 1789 (véase al final del artículo el apéndice "Cuaderno de agravios de las mujeres de San Juan de Luz y de Cibour al rey"), es una corriente que lenta y trabajosamente va abriéndose camino a lo largo del siglo XIX en Europa y el nuevo continente. Recibe un impulso determinante con los movimientos de la izquierda internacionalistas -socialismo, anarquismo- y efectúa las primeras grandes conquistas en los años 20, tras la I Guerra Mundial, que revoluciona estructuras sociales, dominios territoriales, modas y costumbres. Pese a la no beligerancia española, la inserción de España en el marco europeo determina la similitud de este proceso a ambos lados de la frontera. La revolución francesa y la española de 1868 habían planteado ya la problemática de la marginación femenina, principalmente en el campo de la cultura y enseñanza. Esta problemática sigue vigente durante muchos años. En Euskalerria decimonónica los niños aprendían a leer y a escribir. Las niñas acudían en mucho menor número a la escuela y, además, en la mayoría de los casos, sólo aprendían a leer (Lasa: Sobre la enseñanza primaria..., pp. 22-23). Está de más decir que, pese a existir alguna pintora -Benita de Benito, Inocencia Arangoa-, alguna concertista y alguna actriz, en el siglo XIX la inmensa mayoría de las mujeres desempeñaban trabajos rudos y/o mal remunerados: cargueras, bagajeras, labradoras, fresqueras, pescadoras, sirvientas, nodrizas, costureras, obreras, tocineras, lavanderas, tahoneras, matronas, lecheras, etc. La prensa vasca del último tercio de siglo acusa ya recibo de un nuevo término -"emancipación de la mujer"- al que acoge con sorna no exenta de molestia (Corella: Historia de Vizcaya a través..., t. I, p. 765), paternalismo zafio (Ibidem, p. 653) o chiste reiterativo. Noticias tales como la admisión de la primera mujer en la Universidad inglesa (1877) es reproducida escuetamente (Ibidem, pp. 218-219) o ignorada. Por lo demás, la igualdad de oportunidad ante la elección de un trabajo o profesión ejercidos tradicionalmente por varones es casi inexistente. Las Escuelas de Artes y Oficios vascas imparten lo que vino en llamarse "enseñanza de la mujer" dividida en tres secciones: 1.° Dibujo de adorno, de la estampa y yeso. 2.° Industrial: corte y confección. 3.° Comercial: aritmética mercantil y teneduría de libros. Todo conocimiento superior, incluida la enseñanza de este rango, era producto del autodidactismo hurtado, al obligatorio trabajo doméstico en las clases medias, al ocio en las acomodadas. Dentro de este contexto, nuestras primeras formulaciones feministas tienen lugar en el seno del movimiento socialista del Bilbao de comienzos del siglo XX. La teorización viene a la zaga de la acción; son varias las huelgas de los primeros años del siglo en las que -cerilleras de Irún (1903), lecheras de Bilbao (1903), amas de casa de Baracaldo (1905), etc.- las mujeres han adoptado un rol determinante. A tenor de la constitución de sus Juventudes, el Partido Socialista organiza, en julio de 1904, un grupo feminista cuya propaganda corrió a cargo de Virginia González, destacada cuadro socialista. Poco o nada se sabe de estos años iniciales, salvo la fama extraordinaria que alcanzó Belén Zárraga, propagandista librepensadora que recorrió durante años los pueblos vascos. En la procesión cívica bilbaína del 2 de mayo de 1918, participan junto a los "jóvenes bárbaros", republicanos y socialistas, un grupo de "damas rojas", lo que hace exclamar al monárquico Goyoaga, lleno de indignación: "Eso, sinceramente hablando, no fue nunca la procesión del 2 de mayo. Si nuestros abuelos levantaran la cabeza, volverían avergonzados a sus tumbas" (Ybarra: Política..., 493). Pero el movimiento feminista se caracteriza por su multiplicidad de frentes; no sólo penetra al socialismo y al vanguardismo en general sino que se va abriendo camino en medios más conservadores y clásicos como en nuestra Sociedad de Estudios Vascos creada en 1918 que no admite mujeres en su directiva, pero cuyo Informe sobre la Enseñanza en el país, obra de Urabayen, denuncia la marginalidad de la mujer en la misma: "La educación de la mujer, una cosa que bien hecha transformaría al mundo mucho más deprisa que lo que esperamos dedicando al hombre casi todos nuestros esfuerzos, se reduce en nuestro País Vasco a cuatro escuelas de maestras, insuficientes en todos los conceptos" (BSEV, 2, 1919, p. 23). Del empuje revolucionario de la Guerra del 14 y de la apertura de las Escuelas de Magisterio a las mujeres procede la primera incorporación -tímida pero irreversible de la población femenina a la vida pública. La participación de la mujer en las tareas civiles de los países beligerantes se comenta en la prensa y en la conversación diaria: "Hoy que vemos a la mujer, en los países beligerantes, sustituir al hombre en todas las funciones de la vida civil y en muchos aspectos de la militar, no cabe poner en duda el valor de la mujer vasca, que aún mejor que el hombre representa las virtudes de la energía y laboriosidad de la raza para las faenas del campo. Instrúyasela; organícense para ella y para los hombres de mañana cursillos intensivos de agricultura general, de ganadería, avicultura y apicultura y de pequeñas industrias rurales; créese al mismo tiempo un centro, por lo poco, de investigaciones agronómicas que prepare el terreno para futuras y más amplias innovaciones, y no se habrá trabajado en balde. Que cuando los años nivelen los sexos en las generaciones venideras..." (Arzadun, Andrés de: Divagaciones sobre cuestiones agrícolas, "Hermes" n.° 7, 1917, p. 474). La "enseñanza de la mujer" pasa a ser en los años 20 el tema polémico obligado del mundo cultural, enseñanza que se concibe entonces, en la mayoría de los sectores de opinión, como una especialidad sólo para mujeres. Así lo testimonian el II y IV Congreso de Estudios Vascos de 1920 y 1926, el proyecto de ikastola de Landeta (1923), e incluso las primeras mujeres que se asoman a las páginas de revistas y periódicos durante las primeras décadas del siglo. Carlistas, integristas, nacionalistas crean también sus respectivas ramas femeninas conscientes de la importancia potencial de esta nueva masa de maniobra que no es aún ni electora ni elegible, salvo en muy contados países del mundo. Algunos grupos, como el partido integrista, emiten incluso periódicos especiales (La mujer integrista, de San Sebastián, 1922). La irrupción en el terreno cultural es también evidente, como atestiguan las personalidades de la pedagoga María de Maeztu, las poetisas Ernestina de Champourcin y Angela Figuera Aymerich o la pintora Héléne Elizaga, las colaboradoras de "Euskal-Esnalea", las colaboradoras de Euskaltzaindia, etc. Las actas de la Sociedad de Estudios Vascos acusan también su sorpresa: "Gauza adigarria da, benetan, anderak eta neskatillak "Eusko Ikaskuntza"k eraldutako itzeizkizun guztietara aurrez ta gero ta lagun geiegoz erduten dirala. Auxe atsegiñez ikusi bear dogu" (BSEV, 16, 1922, p. 29). En 1926 Primo de Rivera va a dar un paso importante, poco apreciado por la historiografía: la admisión de la mujer en las concejalías (Irún, Bilbao, etc.) y el voto de la mujer en el plebiscito de adhesión de dicho año. Tímidos pasos, pasos "sui generis", pero pasos, finalmente, que indican una evolución y una aceptación de la premisa más perentoria del feminismo mundial: el sufragio. Con el advenimiento de la República el tema sufragista vuelve a suscitarse, ya que este derecho es controvertido por sectores que temen verlo convertido en un instrumento antirrepublicano (ver discursos de C. Campoamor y V. Kent el 1 de octubre de 1931). Sancionado, por fin, el voto femenino en la Constitución republicana española, el sufragio democrático vasco es ejercido por primera vez en la votación del Estatuto Vasco de Autonomía del 5 de noviembre de 1933 mientras en las provincias continentales las mujeres tendrán que esperar hasta el 23 de setiembre de 1945, tras la II Guerra, para ejercer este derecho. Pero, tanto en un lado como en el otro de la muga se produce un compás de espera dentro del movimiento feminista, que desaparecerá o sobrevivirá penosamente durante la dictadura franquista. Como en otros lugares de Europa, dicho movimiento resurge a modo de correlato de la explosión libertaria que sacude al mundo en la primavera de 1968 (Francia, EE. UU., Japón, Alemania) pero con las variantes que los diferentes regímenes políticos imponen en unas y otras provincias vascas. Durante la década de los sesenta, la mujer vasca que participa en la resistencia constata que, al igual que las jóvenes militantes francesas, ella también ocupa siempre un discreto segundo lugar, ineludible. Hay algo en ese cuestionar total del mundo que escapa a la crítica (y a la autocrítica): la condición femenina. Es, pues, en 1968 cuando se crean los primeros círculos clandestinos feministas vinculados a organizaciones jóvenes de izquierda. De estos grupos surge el convencimiento de que el feminismo debe de ser un movimiento independiente de organizaciones políticas y crítico respecto a todas ellas, con un objetivo muy concreto e intransferible. En vísperas de la muerte del dictador todos estos colectivos pueden reducirse a dos: los que admiten o no la doble militancia. El 8-11 de diciembre de 1977 tienen lugar en Bilbao (Lejona) las I Jornadas de la Mujer de Euskadi - Euskadiko Emakumeen Lehenengo Topaketak. En ellas participan las dos tendencias, e incluso mujeres de movimientos feministas católicos desconocidos hasta entonces. Los grupos organizadores de estas históricas jornadas fueron: Coordinadoras de Grupos de Barrios y Pueblos; Mujeres Cristianas; Asamblea de Mujeres de Vizcaya; Gipuzkoako Feminista Talde Autonomoa; Nafarroako Emakumearen Askatasun Mugimendua; Asamblea de Mujeres de Alava; Emazteak Iraultzan; Groupe de Libération de la Femme de Bayonne y Lambroa. Por estas fechas, y al calor de los nuevos aires de libertad política, se crean las plataformas unitarias denominadas Asamblea de Mujeres de Guipúzcoa, Vizcaya, etc., en las que, salvando las diferencias ideológicas, se sientan las bases del trabajo en común, en torno a una problemática específica del postfranquismo.

Idoia ESTORNÉS ZUBIZARRETA