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El cómic en el País Vasco

Una de las editoriales independientes más sólidas e influyentes del mercado español en 2011 tiene su sede en Bilbao. En dicha ciudad nació en 2001 Astiberri, que publicó durante cuatro años, hasta 2005, su propia revista de información y crítica, Trama, distribuida gratuitamente en las librerías especializadas de toda la península, y ha editado una sólida selección de cómic internacional de calidad y parte significativa de lo mejor del cómic de aquí, hasta completar un catálogo que diez años después suma más de trescientos títulos.

El prestigio que adorna las ediciones de Astiberri sigue al que gozaron antes otras editoriales de cómic radicadas en el País Vasco. Durante la primera posguerra, San Sebastián fue centro editorial principal gracias a la avanzada tecnología de impresión de los Talleres Offset Nerecán. De sus prensas salieron buena parte de las revistas de historietas editadas por los vencedores de la guerra, como Flechas y Pelayos, pero también la muy digna revista semanal Chicos, editada e impresa en la capital donostiarra en su primera etapa (1938-9) y uno de los hitos en el desarrollo del medio en la Península.

A comienzos de los setenta, en las postrimerías de la dictadura, Luis Gasca, estudioso y divulgador del cómic desde años atrás, animó la editorial donostiarra Buru Lan (1970-1977), que se especializó en la edición en fascículos coleccionables de clásicos del cómic, en particular norteamericano, como Flash Gordon, El príncipe Valiente o Rip Kirby. Buru Lan se dirigió a un público adulto y procuró dotar de prestigio al medio, alejándose de la idea del tebeo infantil que dominaba entonces el mercado español. También publicó revistas como El Globo (1973-4), que imitó a la muy prestigiosa revista italiana Linus y combinaba cómics, mayormente de origen foráneo, y artículos críticos, o Drácula (1970-1), con material de autores españoles. Fue el primer intento español de editar cómic para adultos.

El último antecedente en la edición de cómics de calidad lo constituye Ikusager de Vitoria. Empresa personal de su editor, Ernesto Santolaya, publicó entre 1979 y 2000 una cuarentena de cómics, la mitad de ellos en doble edición en euskara y castellano, en formato de álbum grande y ediciones de factura muy cuidada, con unos estándares de calidad muy por encima de los habituales en los productos del medio en castellano. Ikusager mostró preferencia por las series de referencia histórica, como Eloy de Antonio Hernández Palacios, situada en la guerra civil, o Lope de Aguirre, con guiones de Felipe Hernández Cava y dibujada por varios autores.

Como todos esos sellos anteriores, Astiberri edita para el mercado en lengua española, es decir, para todo el mercado español e incluso para el hispanoamericano, aunque ha publicado algunos títulos también en euskara. Constituyen sus señas de identidad la apuesta por el cómic de autor, dirigido a un público adulto y formado, y por formatos de edición próximos al libro. En línea con los sellos alternativos más prestigiosos del panorama internacional (Fantagraphics, Drawn & Quarterly, L'Association), Astiberri conjuga habitualmente la relativa austeridad del blanco y negro con el cuidado de los detalles editoriales, y ha puesto en el mercado obras de la extensión y el estilo que han determinado sus respectivos autores.

Entre ellos se cuentan autores vascos y navarros que han iniciado su andadura en la editorial bilbaína o poco menos, como Raquel Alzate, Javier de Isusi, José Ángel Labari "Jali" o Leandro Alzate, y otros que han acudido a este sello de prestigio después de haber asentado su obra en otras editoriales, como Luis Durán, Mauro Entrialgo, Bernardo Vergara o Santiago Valenzuela. Son firmas de acusada personalidad, por lo que apenas se puede hablar de una línea editorial de Astiberri que no sea la mencionada de publicar obras de autor.

Las ediciones de Astiberri han contribuido decisivamente durante esta primera década del siglo XXI a definir la nueva imagen del cómic como producto cultural, asociada a menudo a la etiqueta "novela gráfica". Acompaña en dicha tarea a otros sellos españoles, sobre todo los llamados independientes, que publican cómic no estrictamente comercial, en cuyos catálogos el lector puede encontrar también obra de los mencionados artistas vascos o de otros.

El cómic vasco de 2011 se caracteriza por la práctica imposibilidad, dadas las dimensiones del mercado, de que sus autores logren estatuto de profesionales, salvo cuando dibujan regularmente para la prensa española. Ello les induce a trabajar para mercados foráneos de mayor capacidad económica -esencialmente el norteamericano o el francés- o a dibujar para editores independientes obras originales y ajenas a pautas comerciales, dibujando inquietudes propias y buscando con visible ambición enriquecer los recursos formales del medio. Quizá por eso mismo han encontrado un público adulto y con capacidad de gasto, dispuesto a aceptar que el cómic tiene la estatura de cualquier arte.