Poets

Delclaux Ortiz de Bustamante, Jaime

Aunque Delclaux no pudo conocer esta dedicatoria, supo del aprecio que por su poesía y su persona en vida le tributó Juan Ramón Jiménez, a quien siguió poéticamente, siendo uno de los pocos escritores jóvenes de su tiempo que predicaban esa querencia por la poesía pura del poeta de Moguer. Este espíritu se había fomentado sobre todo por Delclaux y Bilbao Arístegui, quien sería posteriormente el principal promotor de la edición y estudio de la poesía del joven bilbaíno. En buena medida, la poesía pura fue el principal aliento de otros poetas que formaron parte de Alea, como Blas de Otero -en sus primeros momentos- o Lauaxeta, además de Bilbao Arístegui y Delclaux. Alea, agrupación de jóvenes intelectuales, quería recuperar con sus actividades el espíritu abierto que representó a primeros de siglo la revista Hermes, aunque el inicio de la guerra en 1936 truncó toda aspiración creadora. Sus reuniones y conferencias, que comienzan en febrero de ese mismo año, tenían lugar en los locales del Ateneo de Bilbao. Fue el poeta Esteban Urkiaga "Lauaxeta" -que tenía gran aprecio por la narrativa de Rafael Sánchez Mazas-, como recuerda José Miguel de Azaola (1986), quien más había apostado por la creación desde Alea de una revista similar a Hermes. La guerra, desbarató todo el programa cultural en el que venían trabajando un grupo de intelectuales de Bilbao, entre otros: el pintor y escritor Gustavo de Maeztu, Francisco de Azaola, Ramón de la Sota y Mac Mahon, Luis María de Vilallonga, Lauaxeta, Ramón de Ybarra, Sabino Ruiz Jalón, Manuel de la Sota, Pedro Ybarra, Jaime Delclaux, Elisa Córdova (sic), Pablo Bilbao Arístegui, Antonio Elías, Roberto de Urquiola ("Biancamano"), Verónica de la Sota, Luis de Barandiarán, Regina Soltura, Carmen Zubiría, Blas de Otero y José Miguel de Azaola. Éste fue el autor de la proclama redactada en 1936 para dar a conocer los propósitos de Alea, que presagiaban, dado el clima de enfrentamiento civil que se vivía, la guerra inmediata:

"ALEA pretende ser remanso de paz, al que puedan acogerse cuantos huyan de las luchas suicidas, en las que diariamente vemos empeñarse los mejores arrestos y perderse las más esperanzadoras individualidades de nuestra juventud".

Azaola ha recogido el sentido cultural de ese tiempo en diversos escritos, recordando a los miembros de aquel grupo abierto que la guerra o la enfermedad descompuso: Lauaxeta, Jaime Delclaux, enfermo, Francisco de Azaola y Ramón de Ybarra desaparecieron durante la contienda. Alea volvió a recomponerse en la inmediata postguerra, con la participación de los supervivientes, siendo Azaola el promotor de las actividades y Blas de Otero, el verdadero descubrimiento de aquellos años. Cuentan sus contertulios que en muchas veladas, la lectura de los poemas del joven Blas de Otero era una de las actividades preferidas. De hecho, fue en los "Cuadernos" editados por Alea donde se da a conocer el primer libro de poemas de Otero, Cántico espiritual (San Sebastián, 1942). Y es el traslado a esta ciudad de Azaola lo que va deshaciendo el grupo Alea, al desaparecer temporalmente su dinamizador. Muy pronto formará parte en San Sebastián (junto con Gabriel Celaya, Fausto Arocena, Mariano Ciriquiain, Joaquín Mendizábal, conde de Peñaflorida, y el padre Donostia) del grupo de fundadores de la revista Egan (1948), que tan importante papel llegaría a desarrollar en la difusión de la literatura vasca. Azaola se preocupó de publicar en 1949 once poemas inéditos de Jaime Delclaux en el número 3º de Egan. Al mismo tiempo, Bilbao Arístegui se preocupó de editar en Bilbao el primer libro de Jaime Delclaux, en el volumen Alma fugitiva, que recoge los poemas escritos por Delclaux entre 1935-1936.

Junto con los poemas inéditos aparecido en Egan (1949) se dio a conocer el testimonio de Juan Ramón Jiménez sobre la poesía del joven vasco, emitido en una carta del poeta andaluz a Pablo Bilbao, en la que valora los poemas de Delclaux de este modo:

"Los he leído y releído con el amor que ahora derraman tan sutil y secretamente en el que los lee con amor. Están palpitando misterio inmanente, es decir, son poesía de la que es imposible falsificar, tienen la emoción sencilla de lo alimentado con las raíces naturales del espíritu y reflejan en su ir corriente un espacio superior, con esas fugas de sonrisa y lágrimas secretas, cruzadas con vuelo delicado por los ámbitos de la vida".