Religious Orders

COMPAÑÍA DE JESÚS

Personalidades y actividades del Barroco. Entre los ministerios espirituales preferidos de los jesuitas estaba la práctica de los Ejercicios de San Ignacio, que frecuentemente se daban no a grupos numerosos (aunque no eran raros a comunidades religiosas), sino individualmente. En las crónicas y cartas particulares se habla con mucha frecuencia de muchos predicadores populares, que dejaron fama de santidad y de celo.

Así, el ya nombrado Tirso González, que llegaría a surcar todos los caminos de la península ibérica. De sus inicios por tierras de Extremadura pasaba en 1665 a Navarra. ¿Cómo respondía el pueblo a sus afanes? Véase lo que él mismo nos cuenta: "Los llantos, lágrimas y pedir a voces misericordia, casi en todos los sermones, ha sido cosa singular. Y el fervor con que dos veces en cada misión se juntaban más de cuatrocientos hombres a tomar disciplina en las iglesias fue tal, que de oír desde afuera las mujeres lo que hacían los hombres, se volvían a llorar y sollozar tanto, que se oían de muy lejos. Algunos vi yo que tenían los ojos hinchados de llorar. Hombres había que se disciplinaban con tal fuerza, que al fin de la disciplina caían desmayados".

Por santo era aclamado en todas partes Pedro de Calatayud (+1773). Acostumbraba a entrar en los pueblos, crucifijo en mano, al anochecer. Sus misiones las calificaban los documentos de "portentosas". Durante medio siglo no hubo región ni ciudad que no escuchase su palabra de fuego y no se conmoviese en las "procesiones de penitencia" (hasta con flagelaciones sangrientas) y en el "asalto general", acto decisivo de la misión. En la de Tafalla, su pueblo natal, se reunían para oírle 53 pueblecitos de los contornos, y más de 100 en la de Pamplona, en cuyo "asalto general" desfilaban 20.000 hombres, excluidas las mujeres. En dar los Ejercicios espirituales al clero del XVIII nadie le ha superado. Véanse unos datos: el año 1739 daba ejercicios en Burgos a 450 sacerdotes y en 1755, allí mismo, a 700; en Logroño (1749) a 447; en Calahorra a 550; en Nájera a 679; en Santo Domingo de la Calzada a 750; en Bilbao a 557. Y así en Madrid, Sevilla, Toledo, Segovia, Braga, Chaves, etc.

Autor ascético, de nobilísima familia, sería Francisco Javier de Idiaquez (+ 1790) hijo mayor del duque de Granada de Ega. Renunciaba a sus dignidades para entrar en la Compañía. De su espiritualidad jugosa y sencilla salían las "Prácticas del Noviciado de Villagarcía", con las que se educará a los novicios jesuitas hasta entrado el siglo XX. De vida penitente y contemplativa sobresale la figura del guipuzcoano Agustín Cardaveraz (+1770). Recorrería el País Vasco dando misiones y trabajaría en Loyola en el ministerio de los Ejercicios espirituales.Colaboraría con el también jesuita Bernardo Francisco de Hoyos (+1735) en la extensión de la devoción al Corazón de Jesús.

Confidente de ambos en lo relacionado con esta devoción sería el jesuita Juan de Loyola (+1762). Su labor no se limitó a dar consejos a Hoyos y Cardaveraz, sino que tomando la pluma, escribía el conocido libro Tesoro escondido en el Corazón de Jesús, descubierto en España (Valladolid 1734).

La teología la cultivaron Diego de Avendaño (1688), Miguel de Elizalde (1678) y Martín de Esparza (1689).

En el campo de la Historia destacará Gabriel de Henao (1704), investigador de lo relacionado con Bizkaia y Gipuzkoa.

De agudísimo filósofo se califica al P. Luis Losada (1748), de quien el gran vascófilo Manuel de Larramendi (1766), su discípulo, haría grandes elogios.