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Batalla de Roncesvalles

¿Quién mandaba en Pamplona?. Al decir los cronistas árabes que el Emir se dirigió contra Pamplona, no especifican quién era el jefe de la ciudad y de las montañas. El único personaje que se vislumbra, mientras no se sepa otra cosa, en un Enneko, padre de Enneko Ennekez, el primer rey de los vascos pamploneses. Ibn Hayyan e Ibn Hazm le dan vida hasta el año 820. El historiador Lévy Provençal le coloca en su genealogía como padre del rey Eneko Enekez (Iñigo Iñiguez) y esposo de la que luego, al quedarse viuda, habría de ser la mujer de Musa Ibn Fortún Ibn Kasi muerto en 788. Las relaciones con los Banu Kasi debieron de empezar entre Eneko padre y Musa Ibn Fortún que entonces dominaban tierras aragonesas hacia Huesca. Según la Crónica árabe «En Nuwairi» los Banu Kasi se apoderaron de Tudela entre el 802-803 con ayuda de los francos (vascones). Por eso el dato del Arzobispo don Rodrigo, de que Eneko procedía de la región vascona de Bigorra, aparece muy en el contexto. Las relaciones con los Banu Kasi debieron tener lugar en el oriente de las tierras pamplonesas, de los valles Salazar, Roncal y Hecho. Cuando la viuda de Eneko (padre) casa con el Banu kasi Musa Ibn Fortún es señal de que existía un trato muy próximo entre ambas familias, musulmana y cristiana. La Crónica del Val de Ilzarbe rastrea noticias de esta época al decir que este primer jefe o rey estaba establecido en la villa de Isaba, a la que dice, ennobleció. Anota la misma crónica que había fortificado las villas de Aibar, Cáseda, Gallipienzo, San Martín de Unx y Ujué. El problema estriba en el dudoso valor de esta crónica. Desde luego, las fortificaciones de dichos pueblos cierran los accesos a la cuenca alta del río Aragón, hacia Jaca, y también hacia Pamplona. Las foces de Burgui, de Arbayún y la del Irati no dejan de ser puertas difíciles de forzar para una ulterior penetración al interior de los valles. Como llama la atención Lacarra, «de ser cabeza de un distrito, Pamplona ha pasado a depender del jefe indígena que mande en el territorio, al cual la ciudad acaba de dar su nombre Arba Pampilonense- y sus gentes serán conocidas como pamploneses». Pero hay que añadir algo más: es la región de los monasterios, sobre todo, de dos grandes e influyentes: Leire y San Juan de la Peña. Este Enneko, rey, de hecho, en un reducido territorio, bien pudo ser en algún momento el dueño de Pamplona como ciudad de las montañas, de los valles pirenaicos desde Zubiri hasta Jaca. La ciudad de Pamplona fue disputada por francos, vascones y musulmanes, pasando de unas manos a otras, como había sucedido con godos y francos. Solamente cuando ambas familias establecen lazos de parentesco y alianzas políticas, Banu Kasi-Eneko, es cuando Pamplona pasa a ser capital de un reino vascón. La ciudad de Pamplona, Iruña, nos la presentan los cronistas árabes como ciudad de los vascones (baskunis) y dominando un territorio de habla vasca (baskiya). Desde la guerra con godos y francos, Pamplona había cobrado fama de peligrosa fortaleza vasca. Cada vez que los godos y, después, los musulmanes la ocupaban, los montañeses se encargaban de recuperarla. Los valles más fragosos, desde el Baztán a Jaca, pasando por Roncesvalles, sirvieron siempre de refugio y fortaleza a los vascos. El sobrenombre de Eneko, Arista (léase Aritza), que vale tanto como «el Roble», o «el Fuerte», induciría a considerarle como pariente del jefe vascón Ximen el Fuerte, cuyas tierras, al parecer, corrían por Deyerri, alrededor de Estella. Y quizá, también, fuera pariente del enigmático Ibn Belaskot, cuyo nombre ignoramos, y cuyas tierras debieron hallarse, cerca de Estella, hacia Alava, y quizá con extrema frontera oriental por Belaskoain. Esto no quita la certitud de que la casa Belasca alavesa haya podido tener su raíz y origen en la alto aragonesa, pero según esa misma tradición, vinculada a los francos. Los Banu Kasi iban ganando tierras, Ebro arriba, hasta llegar los tiempos de Enneko (hijo), en los que ya los vemos señorear en Tudela y llanuras riojanas. Parece que la expansión eneka hacia occidente corre pareja con la banu kasi. De todos modos, las conjeturas no pueden ser tomadas como hechos incontrovertibles, como lo hacen algunos de nuestros historiadores actuales de la escuela pidalina. Existe un Eneko, padre de Enneko Enekez (hijo), primer rey de los vascos (en 824), que trata a los Banu kasi desde sus tierras. Y ese caudillo, cuya viuda casa con Musa, no fue un caudillo cualquiera. Según Rada procedía de Bigorra. Traducimos: «... un varón del Condado de Bigorcia, acostumbrado a guerras e incursiones desde la infancia, llamado Enecho, al cual, por su dureza en los combates, se le dio el nombre de Arista...» Nos dice también: «...moraba en lacomarca de los Pirineos y, descendiendo luego a la parte llana de Navarra, tuvo allí muchas guerras, por lo cual entre los habitantes mereció el Principado. .. » Pero ¿de qué Eneko habla aquí el arzobispo? Parece ser, de Eneko padre. ¿Por qué se vino de Bigorra? La desmembración de Vasconia por Carlo Magno fue entre los años 768 y 769. Fueron años de muchos exilios de caudillos independentistas. Este pudo ser uno de ellos. Escaparía a la persecución franca. Y «es de pensar -como dice Lacarra- que, al igual que en los siglos anteriores, no habría un jefe único, sino varios, que se mueven en los límites de valles o de comarcas reducidas, y, muchas veces, rivales entre sí. Sin duda mantienen contactos y alianzas con los jefes de la vertiente del Pirineo». (Hist. R. Nav., I, p. 30). En todo caso -termina Lacarra- la falta de un jefe único y de una ciudad dirigente de un distrito iba a dificultar enormemente la labor de los musulmanes, y también la de los francos, para asentar su dominación. Otro nuevo hecho que hay que constatar en las crónicas a medida que se alejan de la fecha de los acontecimientos es el ir introduciendo a los musulmanes, bien como poseedores de Pamplona, bien como asediantes de la misma. Así, Regino de Prum, que escribe ya en 908 y en Alemania, no duda en consignar en sus anales que Carlo Magno expulsó a los musulmanes de Pamplona.