Musicals

Arin-arin - Porrusalda

En la segunda mitad del siglo XX el fandango y el arin-arin, en cierta medida, se han profesionalizado. Los grupos de danza han uniformizado los pasos y, como ha ocurrido en general con la mayoría de los bailes vascos, éstos se hacen de forma cada vez más atlética, y por supuesto a mayor velocidad. Al ritmo de hoy en día, pongamos, las semicorcheas que aparecían en los cuadernos de los tamborileros del siglo XIX difícilmente se pueden hacer. Se crean coreografías de gran inspiración, pero visto el alto nivel de los concursos que emite la televisión, no hay mucha gente que se atreva a salir a bailar a la plaza, y quizá por ello hoy en día sea exageración denominar danza social a estos bailes.

Con todo, en las seis mil primeras páginas de la segunda época de la revista Txistulari, aparecidas entre 1955 y 1998 (Agirregomezkorta y Vesga 1998), sin tener en cuenta las que se incluyen en suites, rapsodias u otras obras más largas, aparecen en sus índices ciento sesenta y dos piezas con la denominación de arin-arin, incluidas las porrusaldas. Esto supone más del 7 % del total, ocupando el cuarto lugar entre los géneros por su número, detrás de biribilketas, zortzikos y fandangos.

Hoy día el arin-arin está completamente vivo. La mayor parte de la gente tiene la tendencia a confundirlo con la porrusalda, pero esa diferencia sólo tiene verdadero sentido, como hemos mencionado, en el ámbito de la trikitixa. Siendo de estructura simple y completamente integrada en los parámetros de la música erudita europea, ha sufrido diferentes influencias a lo largo de la historia, y seguramente la más notable la de la contradanza, pero para mucha gente, la pareja de bailes que constituye con el fandango es el sinónimo de baile vasco al suelto.