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La Zamacolada

A la mañana del día siguiente, sábado dieciocho de agosto, se celebró una asamblea vecinal en Abando, en la que se desautorizó la aprobación del nuevo plan militar por sus apoderados en las anteriores Juntas Generales. Después, los abandotarras se apoderaron de una partida de fusiles almacenados en el depósito de Señorío y más de doscientos hombres de esta anteiglesia y otras cercanas, armados con estos fusiles, se dirigieron a Bilbao. Allí realizaron varios registros y terminaron apresando a los miembros de la Diputación, que condujeron de vuelta a su anteiglesia para comparecer ante su asamblea, tratándoles "ladrones" y "traidores a la patria".

El corregidor, los diputados generales José Agustín Ibáñez de la Rentería y Pedro Jiménez Bretón, y los secretarios del Señorío Benito de Arechabala y Diego Antonio de Basaguren fueron encerrados en la casa consistorial de Abando, junto a Pedro Francisco de Abendaño, diputado general del bienio anterior que había sido trasladado también por la fuerza allí desde el Convento de San Francisco en el que vivía retirado desde hacía unos meses. Más tarde se les obligó a salir al balcón que daba la plaza situada en los actuales Jardines de Albia para atender las reclamaciones de la multitud reunida ante el ayuntamiento. Se leyó desde allí un escrito en el que se recogieron las principales reivindicaciones de los amotinados, a las que se añadieron otras por parte de los congregados. Gracias a ello y a la noticia de la anulación de la reforma militar hasta la inminente celebración de unas nuevas generales pudieron calmarse los ánimos. Esto fue aprovechado por algunos destacados bilbainos, como fueron el ex-secretario de Estado Mariano Luis de Urquijo y el almirante José de Mazarredo, para conseguir la libertad de las autoridades ofreciendo la garantía de que quedaban bajo su custodia personal.

La situación, aún así, estaba lejos de resultar tranquila. Durante toda la noche se produjeron constantes movimientos de patrullas entre Abando, Begoña, Deusto, Barakaldo y Bilbao, realizando los amotinados numerosos registros para encontrar a los autores del nuevo sistema militar y localizar pruebas que les comprometieran. Mazarredo tuvo que firmar numerosas copias, para los grupos provenientes de las distintas anteiglesias, del documento impreso por el que el corregidor Luis Marcelino Pereira había convocado nuevas Juntas Generales para el día veintidós. Los disturbios no se limitaron a Bilbao y sus anteiglesias colindantes. A ocho o nueve kilómetros de Abando, una partida de barakaldeses apresó al consultor del Señorío y a su secretario, que fueron conducidos a Abando. También se dieron incidentes protagonizados por vecinos opuestos a la reforma militar en Sestao, Portugalete, Gordexola, los Cuatro Concejos de Somorrostro, Lezama, Loiu, Sondika, Erandio, Galdakao. Arrigorriaga y Etxebarri.

En Arratia se celebró una Junta de Merindad, convocada por Zamácola, que se había refugiado en Dima, en la que se decidió tomar medidas para garantizar la seguridad en el valle, armándose algunos vecinos para ello. Las noticias de este acuerdo hicieron temer un enfrentamiento armado entre vizcaínos, por lo que la Diputación pidió a los arratianos a que depusieran las armas. Zamácola y los miembros de su facción que se habían reunido con él, tras escapar de los amotinados que les perseguían, huyeron hacia Navarra, donde se mantuvieron bajo la protección de las tropas del Virrey.