Concept

Comercio (version de 1978)

La revolución de los transportes. La revolución industrial inglesa, que dio a luz la primera estructura económica madura del globo, vino acompañada de una paralela expansión en los medios de transporte -canales y carreteras primero, ferrocarriles y barcos a vapor a partir de la tercera década del s. XIX que permitió a los fabricantes el acceso a los grandes mercados de materias primas y a los comerciantes la ampliación de sus mercados de venta. El País Vasco tuvo pronto conciencia de la necesidad de mejorar los medios de transporte si quería conservar un comercio pujante, al ritmo de los tiempos. La barrera de montañas que aislaba la fachada marítima del interior de la Península comenzó a ser superada en la segunda mitad del siglo XVIII con la apertura del camino de Orduña, el puerto de Arlabán y el de Azpiroz; la red de carreteras creció considerablemente a lo largo del s. XIX, salvo en los paréntesis de la francesada y las guerras carlistas. Finalmente, el ferrocarril vino a configurar decisivamente las corrientes de tráfico y los principales centros de comercio del país. Que a mediados del pasado siglo se era plenamente consciente de la importancia decisiva del ferrocarril viene a demostrarlo la pugna entre las entidades públicas navarras, vizcaínas y guipuzcoano-alavesas por conseguir el paso por las respectivas provincias de la línea Madrid-París. Habiendo triunfado la solución guipuzcoano-alavesa con la Compañía del Norte, no tardaron bilbaínos y riojanos en construir la «Tudela-Bilbao», que aseguraba a la capital de Vizcaya prioridad en la exportación de los productos del Valle del Ebro, y venía a confirmar la interrelación comercial riojano-bilbaína. Navarra sólo pudo conseguir el Zaragoza-Alsasua, de importancia mucho menor, que no fue suficiente para romper el tradicional aislamiento del viejo reino. Si el ferrocarril incrementó la importancia del puerto de Bilbao, su efecto fue decisivo en el de Pasajes, hasta entonces muy mal comunicado con el interior. San Sebastián y Biarritz comenzaron a ser capitales turísticas con un alto consumo de productos de lujo y la casi totalidad del comercio a través de la frontera tomó el camino de Irún, aislando más aún a Navarra de la Baja Navarra y Zuberoa. El último tercio del siglo pasado fue una época de formidable expansión económica en Guipúzcoa y Vizcaya. La intensificación del movimiento comercial exigió la creación de una densa red de ferrocarriles de vía estrecha en ambas provincias, mientras que Alava y Navarra, más retrasadas en su desarrollo, se mantenían al margen de la expansión. En particular Vizcaya conoció, gracias a la exportación de mineral de Somorrostro, capitalizada y hecha fructífera por la vieja clase comerciante bilbaína, un crecimiento espectacular. Así, la flota bilbaína de vapor creció, de un arqueo de 66.000 toneladas en 1882, a 108.000 toneladas en 1885.