Sailkatu gabe

EUSKARA (PUNTOS DE VISTA PARA EL ESTUDIO DEL EUSKARA)

El euskara en las épocas romana y germánica. (Del s. II al s. IX). De más lejos no se sabe apenas nada, pero el hecho de que los mensajes orales euskéricos hayan llegado hasta nosotros quiere decir que éstos y el euskara que les sirve de vehículo son tan antiguos como las noticias que transmiten, ya que se han transmitido en un pueblo sin literatura escrita. Esto es muy importante. Los nombres de las herramientas, de la edad de la piedra, formados sobre la raíz aitz, "roca", prueban su raíz prehistórica y la del euskara. M. Lecuona, que ha estudiado el fenómeno dialectal bajo el punto de vista histórico, llega a la conclusión que la diversificación vizcaíno-guipuzcoano es no posterior a la época neolítica en la que llega la cultura indoeuropea calco de la cual son el labortano-guipuzcoano ostegun-ortzegun, "jueves", y que contrasta con el vizcaíno eguen, "día del Cielo" y "día de la Luz", respectivamente,y ambos de esa cultura. Las leyendas nos recuerdan además otros mitos enigmáticos y noticias de la primera siembra, del primer pan, de nuevas herramientas como la hoz, de recogida de miel silvestre, de la introducción del gallo, de los primeros herreros, de la invención de la soldadura, del hacha sin ojo, del primer fuelle, de los puentes romanos y de la introducción del cristianismo. Toda una cronología y documentación oral milenaria que conecta con la tradición histórica. Al llegar los romanos se encuentran con una serie de tribus montañesas y riberas llamadas ilergetes, vecetanos, aquitanos, vascones, várdulos, caristios y autrigones poblando las dos vertientes del Pirineo; las zonas más meridionales del Ebro habían ya sufrido una influencia celtíbera muy importante. Y, no obstante, solamente el nombre Vasconia recuerda a lo vasco bajo el punto de vista del solo nombre, porque las lápidas latinas esculpidas durante los siglos de dominación romana que rezuman euskara se hallan precisamente, en su mayor densidad, fuera de la tribu vascona, en la aquitana, que es la más extensa y de mayor número de ciudades. En estas lápidas afloran nombres de divinidades como Aherbels, Aberri, Lurgorri, Leheren, Baigorixo, Iturbe, Anderixo, Arixo, Asto-Ilun, Garr, Baeserte, Arteh, Larrason, etc., y nombres comunes como Andere, Nescato, Sembe, Cison, etc., con claras significaciones en el vasco actual en una extensa área euskérica en el alto Garona. La escasez de lápidas de este tipo puede explicarse en el resto del país por su gran ruralización y sin embargo se conocen actualmente desde Bilbao a Jaca algunas como Vimburu, Baelisto, Losae, Lacubegi, Selatsa, Usece, Herauscorritsche, etc., cuyo número se irá enriqueciendo a medida que se descubran como ha ocurrido con la lápida de Lerga (Nav.), donde aparece Ummesahar claramente euskérico. El euskara, pues, desbordaba ampliamente a la tribu vascona que quedaba, en cierto modo, central aunque hemos de suponer, basándonos en datos ciertos que el euskara llegaba hasta las cercanías de la costa mediterránea por el Pirineo. Estos datos se basan en los estudios recientes sobre el sustrato pirenaico y la certitud de haber pasado los montañeses catalanes del vascuence al latín sin pasar por el romance. (Estudios de Abadal.) La toponimia vasca conservada en plena Edad Media y actualmente a lo largo de todo el Pirineo basifica y cimenta a los datos proporcionados por historiadores y lingüistas. Vasconia quedaba delimitada por las ciudades que los historiadores y geógrafos romanos nos señalan como suyas: Cascante, Tudela, Lodosa, Andosilla, Cornago, Calahorra, Alfaro, Arakil, Oyarzun, San Juan Pie de Puerto, Pamplona, Santacara, Jaca, Egea y Mallen. El euskara de esta área coincide con lo que hoy se llama dialecto navarro del euskara en sus variedades alta y baja. Los demás dialectos coindicen más o menos con lo que fueron las tribus ya citadas. La información es escasa pero consistente. La romanización desplazó al euskara en el trascurso de los cuatro siglos de dominación de una buena parte de Euskalerria en ondas que se iban propagando de oriente a occidente y con más rapidez y densidad en las zonas de ciudades como la aquitana y vascona de la parte del Ebro. Se salvó el trecho que va desde el alto Gállego al Ibaizábal por falta de tiempo. Para Menéndez Pidal la línea Lérida, Barbastro, Huesca, marca el limite del área euskaldun en la época romana. En esta situación llegaron las invasiones germánicas, sobre todo las oleadas del 409 en adelante. Por lo que se sabe y se barrunta en la historia que sigue (siglos V al IX) muchas ciudades conservaron el euskara probablemente en estado de bilingüismo con el latín pues de otro modo no se explica que persistiera en Huesca hasta por lo menos bien entrado el s. XIV. Duceré, por otra parte, ha encontrado un testimonio de euskara en Dax, y Pamplona lo ha conservado hasta el siglo pasado. Durante el Ducado vascón-aquitano, por algo andaban juntos y hacían tan buenas migas frente a godos y francos; debió de conservarse euskaldun toda la montaña, por lo menos la de Gascuña, Aragón y Lérida. Por eso no nos choque nada que la "Chansón de Sainte Foi" nos hable del martirio de la santa a manos de los vascones del valle de Arán. En esta época histórica lo vascón se impone y no se habla ya más de las viejas demarcaciones. Fue el nombre el que se extiende, favorecido por la nueva organización política y la identidad de lengua. Esta unión vascona se realizó a pesar de las persistentes divisiones intravascas institucionalizadas por la administración romana, al separar a aquitanos de vascones y a éstos, de várdulos, caristios y autrigones. Al Ebro se le llama en el s. III "río de los vascones" y vascuen-ce, no es otra cosa que lengua de vascones. De esta época salió el euskara malparado en la ribera del Ebro por la pertinaz ocupación visigoda y en la ribera del Garona por la dominación franca. Luego los musulmanes, astures, y, más tarde, leoneses, completaron la obra desvasquizadora. En el alto Aragón debió de persistir el euskara porque Corominas ha encontrado actualmente hasta un 67 % de toponimia euskérica en la región de Jaca y un 38 % en Sobrarbe. En el s. IX surge el Reino de Pamplona sobre las ruinas del Ducado, destruido por Carlo Magno, a pesar de la gran derrota de Roncesvalles. El Reino va integrando paulatinamente desde 824 todas las tierras vascas hasta poder titularse reinar en Pamplona, Alava, Guipúzcoa, Vizcaya, Nájera y Tudela. Con Sancho el Mayor hay un destello que se desvanece cuando llegan a integrar la Corona pamplonesa Gascuña y Tolosa.