Sailkatu gabe

EUSKARA (PUNTOS DE VISTA PARA EL ESTUDIO DEL EUSKARA)

Antigüedad y arcaísmo. Antes de nada, hay que distinguir entre antigüedad de la documentación lingüística que se posee y antigüedad de la lengua propiamente dicha. Y en el caso vasco hay que distinguir con más insistencia entre documentos orales y documentos escritos. Los primeros son, por el mensaje que conllevan, evidentemente muy antiguos, en tanto los segundos, escasos y avaros de noticias. Y sin embargo, los testimonios escritos de las lápidas aquitanas nos hablan ya de un euskara coetáneo al latín, siglos antes de nacer los romances. Cada romance nace del latín, es su evolución y transformación histórica, pero que llega a un punto tal en que ambos extremos, latín y castellano, por ejemplo, se hacen incomprensibles el uno al otro si no media un estudio adecuado. En cambio, los pocos testimonios euskéricos del tiempo del latín, se identifican, sin gran dificultad, con sus formas actuales en el habla popular. En este sentido, el euskara es más antiguo, como lengua, que cualquiera de los romances. Con respecto al latín la situación cambia totalmente. El latín se origina en el indoeuropeo ¿y antes? Eso mismo ocurre con el euskara sólo que desconocemos al proto-euskara y su antigüedad relativa. Claro que, en punto a origen, todas las lenguas se pierden en los albores humanos y del lenguaje oral y son, por ese motivo, igualmente antiguas. Pero no ocurre lo mismo si preguntamos desde cuando existe el euskara en el Occidente europeo y, en concreto, en el Pirineo. Mientras el euskara subsiste durante milenios, (proto-euskara y euskara) se suceden, unas tras otras, las lenguas vecinas, ibero, celta, celtíbero, latín, árabe y romances. Indoeuropeización y romanización tienen lugar como dos grandes procesos provocados por invasión, sin que se conozca un hecho paralelo referente al euskara. Aquí, pues, en nuestra tierra, la lengua vasca es mucho más antigua que las citadas lenguas, conocidas y habladas en sus vecindades durante periodos de tiempo limitados históricamente. De ahí, de hallarse en medio de esa avalancha, entre extraños, la denominación de "lengua isla". En cuanto a la documentación, incluido su sentido cronológico, pero oral, podemos decir que ha llegado hasta nosotros, generación tras generación. Esos documentos orales o ipuiak, los conocemos en la versión dada a nuestra generación por la anterior pero que proceden, hacia atrás, hasta llegar a sus orígenes en momentos distintos según el mensaje que porten. En cuanto lo que tienen de lengua, en sí, no ofrece ninguna peculiaridad deconocida si no es en cuanto a la data de esa cadena de transmisiones y a la cronología de las noticias así llegadas hasta nosotros. El euskara, según esos documentos orales, es, pues, antiquísimo, aquí, en nuestra tierra. Pero si nos fijamos en la documentación escrita, no va más allá de la dominación romana, es decir, unos siglos más lejos que la aparición de los romances. A la documentación inscrita en piedra, le sucede la manuscrita, la impresa, la televisada, sin que ninguna de ellas afecte, para nada, a la antigüedad o no antigüedad del idioma como tal idioma. Ahora bien; aparte esa antigüedad histórica, podemos considerar si el euskara es o no una lengua arcaica o si posee, y en qué medida, arcaísmos aislados. Precisamente, hace unos años, L. Michelena publicó un librito muy interesante titulado "Textos arcaicos vascos" en el que se recogen materiales literarios que van desde las inscripciones aquitanas hasta los primeros cantos medievales y que, en ocasiones, contienen algún elemento intraducible o difícil de traducir para el vasco-hablante no preparado debidamente. Entre ellos, p. ej., cita uno de los refranes y sentencias de 1596, ya en plena edad moderna, intraducible para el vasco de hoy, a no llevar adosada la traducción romance correspondiente, pero es un texto que se reduce a dos palabras en ese caso: Yquedac ta diqueada, pero tenemos también, de ese tiempo, el libro de poesías de Echepare (1545), escrito en un euskara no muy distanciado del actual. La antigüedad, pues, es relativa al propio desarrollo de la lengua, a su radicación en el país o a su duración en el tiempo.