Sailkatu gabe

EUSKARA (PUNTOS DE VISTA PARA EL ESTUDIO DEL EUSKARA)

Origen. Comparación lingüística. Parentesco. Hasta el presente no se ha encontrado al euskara una filiación lingüística. Sucede algo parecido con la raza, pero a ésta se le relaciona, con fundamentos científicos, con el hombre llamado de cromañón. Los vascos, como raza, serian, según eso, una evolución local del hombre paleolítico del país. Si hemos de atenernos a las leyendas míticas, llegadas hasta nosotros por vía oral euskérica, los euskaldunak o vasco-hablantes conocieron ya esa edad en el mismo país en que habitan actualmente. Una serie de esas transmisiones orales, generación tras generación, se refieren a misteriosos animales rojos como el toro (zenzengorri), el novillo (txalgorri), la vaca (beigorri) y hasta un ser antropomorfo, el diablo (galtzagorri). Pero lo interesante es que esas leyendas se localizan en las cuevas que precisamente ha habitado el hombre paleolítico y que, como se sabe, existen todavía con pinturas rupestres representando ese tipo de mitos. El euskara ha servido también para transmitir otras leyendas que se refieren a hechos del neolítico, de la edad de los metales, de la época romana y de los tiempos históricos. Hay continuidad idiomática indudable. El área del euskara, sin embargo, ya en épocas recientes, ha sido mayor que la actual, sobre todo hacia Oriente, cubriendo por lo menos todo el Pirineo hasta el Valle de Arán y quizá hasta tocar la costa catalana según se desprende de la toponimia vasca estudiada por Corominas. El área toponímica vasca cubre las dos vertientes pirenaicas y se extiende con poca densidad, por Occidente, hasta Galicia. En cuanto a las relaciones del euskara con otras lenguas no se puede sostener con absoluta seguridad casi nada. Lo real y positivo es la unanimidad en presentar a la lengua vasca como un caso aislado y como lengua original y actualmente sin parientes, por lo menos cercanos. Se le reconoce la extraordinaria riqueza gramatical y cierta originalidad en sus estructuras y procedimientos. Las afinidades con otras lenguas son todas dudosas y sin consistencia. Se descarta el parentesco con el ibero, aunque se admiten contactos de vecindad y de una larguísima convivencia. La inscripción de Alcoy suena indudablemente a vasco, aunque no se entienda ni se vislumbre su significado. Se señala además la posibilidad de que el euskara se haya hablado en el Levante hispano en consonancia con la expansión paleolítica de los vasquitanos por esas tierras, patente en las pinturas de su estilo ahí encontradas. El euskara podría haber sido un sustrato del ibero histórico. La lengua aquitana no seria sino un dialecto del euskara a juzgar por las palabras euskéricas encontradas en las inscripciones de ese país con continuidad territorial del actual País Vasco. Efectivamente; la onomástica euskérica de las lápidas aquitanas se halla representada en territorio de los vascones en Lerga, con su Umme sahar, claro y contundente. Los elementos vascos en el bereber, si es que los hay, podrían explicarse por las irrupciones de vasquitanos paleolíticos comprobadas por la arqueología. Igual podría decirse de las supuestas afinidades caucásicas, pero en época todavía más remota. El resultado de las tablas de Swadesh parece confirmar esto. La supuesta llegada del euskara en el eneolítico, propuesta por Lafón, y admitida ligeramente por algunos autores (criterio de autoridad), parece inadmisible y desprovista de fundamento, pues el supuesto mestizaje aducido por Lafón, refiriéndose a los cráneos de Iziar, sería de época con milenios de separación a la convenida. Es posible que el antecesor del euskara haya tenido contactos con otras lenguas en sus andanzas antes de afincarse en tierras europeas. La lengua hablada por los vasquitanos paleolíticos habría sido, en su tiempo, lo que el latín en la historia, una lengua de cultura y de civilización europea. Tiene razón L. Michelena al suponer que la filiación de la lengua vasca seguirá siendo un misterio por falta de eslabones perdidos que impiden desvelarla.