Concepto

Sincretismo en la mitología vasca

Existen dos caminos para que elementos de la cultura antigua logren sobrevivir bajo la pujanza del influjo de la nueva. Uno es que se trate de elementos marginales, visto desde la óptica de la cultura dominante, es decir, que queden fuera de sus ámbitos de interés. Cuando esto no es posible, el otro camino es rebajar el estatus de dichos elementos, llevarlos a un segundo nivel, hacerlos más humildes. Un ejemplo del primer camino, en el caso del sincretismo entre paganismo vasco y cristianismo, lo constituiría la creencia de que arrojar una piedra al túmulo de un dolmen (en el sentido de contribuir a mantener dicho túmulo) posee el valor de una oración. Es evidente que la Iglesia de Roma no va a hacer un casus belli en torno a una práctica tan marginal. Sin abandonar dentro del mismo sincretismo, un ejemplo del segundo camino sería la continuidad del culto doméstico consistente en ofrecer diariamente alimentos y agua a los difuntos de la casa. El cristianismo acepta sin escándalo la continuidad de dicho culto,- antaño pieza central de la antigua religión-, siempre que no le dispute la supremacía ritual. Otra cosa sería si, a causa del mismo, el pueblo se negara a reunirse en la iglesia, pero como tal cosa no sucede y la supremacía de la Iglesia no es puesta en entredicho, se consiente su pervivencia.

Este tipo de sincretismo no es exclusivo de la relación entre paganismo vasco e Iglesia de Roma. Bien al contrario, no es más que un ejemplo de una larga lista. En efecto, la Iglesia de Roma hereda tal actitud de su aspecto romano más que de su tradición semítica, es decir, de su aspecto indoeuropeo, y en ese sentido sólo es un ejemplo más de una ideología de la religión común a todos los pueblos indoeuropeos.

La religión indoeuropea se distingue por dos aspectos característicos: presentar un politeísmo jerarquizado, y considerar la religión como un instrumento al servicio del Estado, que propicia la educación del pueblo y la armonía social. Esto es así en todas las culturas indoeuropeas desde muchos siglos antes de que el cristianismo se convirtiera en la religión oficial del imperio romano. El politeísmo es consentido, siempre que no ponga en solfa la jerarquía del Panteón; en tanto en cuanto no se discuta la supremacía de Júpiter, el pueblo es libre de adorar y sacrificar cada cual a sus divinidades favoritas. Y la religión pública tiene por objeto lograr la armonía y mantener el statu quo social. Mientras no se subviertan la jerarquía del Panteón o el orden social "natural", la religión es un ámbito lo bastante abierto como para permitir y acoger toda clase de exotismos locales. Dejando establecidas la supremacía de Dios Padre y de la Iglesia de Roma, la autoridad e infalibilidad del Santo Padre y el statu quo social, no es necesario entrar en disquisiciones teológicas inútiles para abrir las puertas y dejar a entrar a una pléyade de santos y vírgenes, reconvertidos del antiguo paganismo politeísta.

El cristianismo vasco, en la medida en que es continuador de dicha tradición indoeuropea, acogerá con semejante espíritu abierto y mirando hacia otro lado, ciertas manifestaciones del antiguo paganismo. Ayuda también el hecho de que muchas de sus manifestaciones más importantes se desarrollen en el ámbito doméstico, es decir, fuera de la esfera pública. No merece la pena el esfuerzo de combatir manifestaciones religiosas de escasa incidencia en la religión pública. Aunque el rezo de eguzki amandrea badoa bere amagana (la abuela sol acude donde su madre) que se dice en el ocaso en muchas casas pueda resultar tan herético como las teorías de Copérnico o Galileo, carece de dimensión pública, pertenece al ámbito doméstico, y no merece, felizmente, la atención del poder religioso. La humildad es la clave para sobrevivir. Por esa misma clave resulta posible repetir que los gentiles eran mejores cristianos que los propios cristianos. No se dice que fueran mejores, sino mejores cristianos, es decir, que se otorga que lo mejor es ser cristiano. Y además se compara a los gentiles con los humanos actuales, no se les compara con Jesucristo o con los santos. No se dice que los gentiles fueran más honrados que Jesucristo o más bondadosos que los santos. Tal cosa sería imposible de admitir. Se dice exactamente que eran mejores cristianos que los cristianos (kristauak baino kristau hobeak), y gracias a esa formulación más humilde ha logrado sobrevivir y llegar hasta nosotros la noticia de la honradez y bondad sin par de estos seres.

Otro modo de hacerse más humilde es el de rebajar el estatus del soporte del mensaje. Por ejemplo, un libro de Doctrina es una herramienta ideológica de muy alto estatus, sólo al alcance de la cultura dominante. Un cuento o una leyenda es un soporte más modesto que el anterior. Y una simple frase es aún más humilde que una leyenda. Así ha permanecido por ejemplo el recuerdo de la ejemplar honradez de los gentiles en las Islas Färoe danesas, enquistada en la frase "honrado como un gigante", sobreviviendo a dos aculturaciones sucesivas, una germánica y otra cristiana.