Municipios

Pasaia (versión de 1994)

Historia XV-XVII. Nuevas diferencias San Sebastián-Rentería sobre el puerto (1455-1479). Pese a la sentencia de 1376 estas dos villas siguieron disputándose el puerto y su jurisdicción. Sometidas las diferencias al arbitraje de Martín García de Licona parece que éste pronunció un laudo el 23 de abril de 1455, declarando que la jurisdicción de este puerto y sus aguas desde las puntas hasta la iglesia de Lezo, cuanto la mar creciente alcanza, pertenecía a la entonces villa de San Sebastián, sin que conste qué dificultades hubo para el cumplimiento de esta sentencia arbitral. Resulta sí que Martín Martínez de Lasarte y Miguel Martínez de Urdagaya, jueces árbitros nuevamente nombrados, declararon el 12 de noviembre de 1456 que el término jurisdiccional de San Sebastián se extendía hasta la casa de Pontica, sus tierras y heredades inclusive con el juncal de la entrada de Rentería. No bastó tampoco esta resolución para aquietar a esta última villa en sus pretensiones sobre la jurisdicción de este puerto. Las reprodujo en el año de 1475, y se sometió otra vez su determinación a Juan Martínez de Rada y Miguel Sánchez de Ugarte, vecinos de las respectivas villas contendientes. Estos dictaron su sentencia arbitral el 5 de mayo del mismo año con acuerdo de Juan de Villa y Gonzalo García de Villadiego, doctores y catedráticos de la universidad de Salamanca, en calidad de asesores. Por ella, después de asentar que el señorío y propiedad del puerto no eran de San Sebastián, declararon que la jurisdicción civil y criminal, mero y mixto imperio pertenecían enteramente a la misma villa. En su conformidad comprendieron dentro del término de ésta todo lo que hay desde la entrada del bocal hasta Molinao, y desde aquí arriba hasta donde atienen los términos y jurisdicción de la misma ciudad en la tierra firme conjunta con la dicha ribera por donde sube la creciente de mar hacia la villa de Rentería. A solicitud de la provincia, reunida en la junta de Bergara de 14 de mayo de 1476, esta sentencia fue confirmada por los Reyes Católicos el 28 de abril de 1479.

Los primeros muelles y fortificaciones. Ya en el s. XV los Reyes Católicos enviaron al Corregidor de Guipúzcoa una carta, que contenía algunas instrucciones acerca de las fortificaciones de la Plaza de San Sebastián y el Puerto de Pasajes (19 de octubre de 1495). Iturrioz (1952) recoge que en la boca del puerto hubo un "castillo"; probablemente estuvo en el mismo lugar donde más tarde se levantó el de Santa Isabel, puesto que el terreno se le concedió para establecer en él un molino, que debía funcionar con la regata de Txurrutella. En lo alto del canal, en la parte occidental, una torre de cantería con trece piezas de artillería defendía la entrada. Más adentro, en la Plazuela de la Cruz (Piedad), hubo un baluarte junto a la casa de Escorza (debía ser la Casa-Torre), que José Quevedo heredó de sus antepasados los Villaviciosa. En una reforma que se hizo en la casa Escorza en 1765, se le obligó a su propietaria María de Celaia a no elevar la casa "tanto que impida los fuegos del baluarte de la Plazuela de la Cruz". Pero estas defensas debían de ser débiles desde el momento que los del Pasaje y pueblos circunvecinos suplicaron a Carlos V que defendiera con más eficacia el puerto, donde tantas armadas y naos particulares se refugiaban. En consecuencia, ordenó Carlos V la construcción de una fortaleza en cada orilla. La primera y más avanzada en la última estribación del Jaizkibel, en el lugar llamado de Txurrutella, de magnífico emplazamiento, desde el que se dominaba totalmente la entrada al puerto, y la otra, en la parte occidental, junto a la antigua capilla de San Pedro. La de Txurrutella, o la de la parte oriental, una vez comenzada, fue aplazada. San Sebastián, en cuya jurisdicción quedó enclavada la torre de San Pedro, puso en ella un alcalde- regidor, que en muchos años controló toda la vida del puerto. Era ésta una torre circular de piedra sillar, colocada en el mismo lugar del embarcadero de San Pedro a San Juan. En 1625 tenía trece piezas de artillería de hierro y bronce. Fue destruida en 1835 por un incendio. La fortaleza de Santa Isabel, llamada así por estar cerca de la iglesia del mismo nombre, estaba algo elevada sobre el muelle; tenía una batería baja, en una casamata, y otra alta, encima de ella, capaces ambas para doce piezas de artillería; una abundantísima fuente de agua a la entrada, dos bóvedas pequeñas a prueba de bomba, un cuartel para 30 hombres y alojamiento deficiente para los jefes y capellán. Sus fuegos defendían y enfilaban muy bien la entrada del puerto, pero no podían dar la menor protección a los buques que querían refugiarse en él, porque podían ser perseguidos hasta la misma entrada por el enemigo, desde el momento que las rocas Arando Grande y Arando Pequeño le protegían del ataque de nuestra artillería. La escritura más antigua que se conserva sobre la construcción de unos muelles en la parte oriental lleva la fecha del 9 de octubre de 1553. En ella, Joanot de Esquioz, mayordomo de la Iglesia Parroquial (del Pasaje-Lezo) y Martín de Amasa, maestro cantero de Tolosa, convienen en la construcción de un muelle, delante de la iglesia de San Juan de la Ribera (Bonanza), por ser el lugar más concurrido de naves y gentes. Más tarde, en 1654, se firmó el contrato de la construcción de otro muelle, más al interior, en la Plazuela de la Cruz (hoy humilladero de la Piedad), que fue ejecutado por Francisco de Aguirre, cantero de Lezo. Para el servicio de unas casas, situadas entre los muelles mencionados, donde se encuentra el Pósito de Pescadores, un ilustre hijo del lugar, el Almirante Mateo de Laya (hijo), consiguió la autorización, en 26 de diciembre de 1682, para proveerlas de sus respectivos muelles. Del lado occidental el fondeadero más antiguo fue el de la Herrera, empleado especialmente para el servicio de viajeros.

Activos astilleros. Desde el s. XV se concentran en la zona importantes astilleros. En San Pedro hubo uno Real y otro particular. En San Juan acaecía algo semejante. Los nombres de los de la orilla izquierda: Torreatzia y Kondemasti y Ondartxo. Los de la derecha: Bordalaborda, Kalaburtza, barrio de Vizcaya y plaza pública. Al sur: Berratxoko, Molinao y Basanoaga el de Lezo y los cuatro de Rentería. Estos astilleros proporcionaron a los Austrias gran parte de su Armada del Océano, entre otras naves la "Santa Ana" de Miguel de Oquendo y la Capitana Real de la Invencible. v. ASTILLERO.

Las célebres bateleras. En el s. XVII aparecen las primeras citas documentales referidas a las célebres bateleras que conducían barcos y botes de una orilla a la otra de las dos poblaciones. v. BATELERAS DE PASAJES. Lope Martínez de Isasti (1625) las alude como existiendo con anterioridad a sus días: "Asimismo ha tenido y tiene este lugar mugeres varoniles, que sin temer las tormentas de la mar, han acudido con chalupas á atoar, y meter en el puerto galeones de las armadas reales y otras naos que vienen de Terranova y de otras partes, remando con gran esfuerzo como si fuesen varones, en falta de marineros que andan por la mar en sus viages; que las han librado de manifiestos peligros y reconocido sus dueños, alabándolas por ello, que es cosa rara aun en la misma costa de Guipúzcoa".

Tratados de buena correspondencia. Las guerras francoespañolas de la Edad Moderna arruinaban a las localidades costeras de Laburdi, Guipúzcoa y Vizcaya. Para poner coto a esta situación, éstas establecieron pactos de no agresión que frecuentemente incluían a Pasaia, como el de 1543, que duró hasta 1652. Muchos pasaitarras se dedicaron activamente al corso, lo mismo que sus compatriotas laburdinos, lo cual ocasionó que, pese a no existir guerra abierta, el pillaje mutuo fuera frecuente.

Ataque a San Juan de Luz. Dos mil guipuzcoanos atacaron, como represalia por sus piraterías, a San Juan de Luz en 1558. Entre los atacantes eran pasaitarras Miguel de Iturriza, Antón de Altamira, Miguel de Echabe y Martín de Isué.

El desastre de 1578. Este año, las naves de Marquesa de Villaviciosa, Domingo de Villaviciosa, Juan de Hebora y Juanot de Navejas, engrosaron la escuadra destinada a Flandes y se fueron a pique pereciendo 160 marinos y todos sus capitanes.

Expedición de Magallanes. En la misma, acaecida en 1581, participaron los pasaitarras Juan de Villaviciosa, Miguel de Isasti y Nicolás de la Torre.

Escuadra a las Islas Terceras. Partió a las órdenes de Oquendo del puerto de Donibane en 1582 con la nave de Juanot de Villaviciosa, del lugar, y 40 marineros pasaitarras. Villaviciosa, de 80 años, murió pero los pasaitarras Juan de Escorza y Miguel de Arizabalo rindieron la capitana de Strozzi, francés aliado del prior de Crato, le despojaron de su estandarte (que lució en la Iglesia de Donibane) y decidieron la victoria de Felipe II.

Litigio sobre saca del hierro San Sebastián-Rentería. Donostia pretendió impedir a los vecinos de Rentería la saca de sus productos por este puerto, lo cual ocasionó un nuevo litigio entre ambos pueblos. Su resultado fue que San Sebastián ganó en el año de 1587 una real ejecutoria, en cuya virtud se prohibió a los vecinos de Rentería la saca de hierro por este puerto, no siendo de sus propias ferrerías.

Consecuencias negativas del desastre de la Invencible (1588-1589). Tras fabricar y armar varias de sus naves, de este puerto salió la escuadra de Guipúzcoa comandada por Oquendo. Además de los marineros correspondientes, Pasaia contribuyó con los dos almirantes Juan de Villaviciosa, los capitanes Juanes de Hebora e hijo y una zafra comandada por Pedro de Hebora y Juanot de Villaviciosa. El episodio final de este desastre tuvo lugar en la boca del puerto cuando, tras explotar la capitana de Oquendo, sólo quedó un superviviente. Según relata Iturrioz Tellería, la situación de Pasaia, tras perder a sus mejores marinos y capitanes y más de 26 naves propias, fue deplorable. La industria naval entró en decadencia y con ellas la pesca y el comercio. Un préstamo de 1.200 ducados generaba unos intereses imposibles de atender. En 1590 el concejo de Donibane pidió ayuda al Rey. En un memorial firmado por Juan de Villaviciosa, Sebastián de Urrutia y Miguel de Bustinaga se lee que: "se halla el lugar totalmente gastado, perdido é destruido é para despoblarse con tanto gasto, pérdida de gente, hacienda y naos, y si el Rey mi señor, no lo manda remediar con su favor y hacienda, no será posible poder parar en la tierra, porque los moradores del dicho lugar viven con su trabajo de pescado, viajes de mar y como no tienen naos, ni navíos, ni propios, ni rentas el dicho pueblo, ni cosechas de la tierra, ni género alguno de ganado y del dicho ordinario trabajo pagan la foguera provincial dos veces al año, nueve fuegos y medio en que está encabezado el dicho pueblo y cuatro y medio por ciento de todo lo que ganan de pesca y viajes de mar para la fábrica y sustento de la Iglesia, é para las necesidades del concejo, é para pobres necesitados, por ser su ganancia tan poca é por haberse destruido todo; como dicho se a, tenían mucho trabajo en pagar los dichos gastos de foguera provincial y sustentos y fábrica de la Iglesia é necesidades del pueblo. Y cuarenta ducados que cada año pagan al maestro escuela, porque enseñe a leer y escribir a los hijos de los vecinos, de suerte que si el Rey m. s. no les hace alguna merced y equivalencia para pagar los dichos censos é sus corridos y deudas no podrán pagar los dichos vecinos y de necesidad habrán de salir de sus casas, é huir de las justicias, por no ser prendidos y perdidos totalmente, pues sobre sus personas y cosas han sacado los dichos censos". El Rey concedió 1.000 ducados en 1598 y 1.230 en 1599 que no debieron de llegar nunca.

Epidemia. En 1597 se abatió una terrible epidemia sobre Pasaia a consecuencia de la cual quedaron 210 huérfanos. Características de la misma en Cruz Mundet, J. R.: Una epidemia de peste bubónica: Pasajes de San Juan, 1597, Cuad. de Sección Hist. y Geog. n.° 8, SEV.

Corsarios pasaitarras. Como sus convecinos laburdinos, también los pasaitarras obtuvieron patentes de corso mediante las cuales atrapaban buenos botines, parte de los cuales cedían a la villa de Donibane. Iturrioz (1952) da los siguientes nombres: Dionisio de Puy, Juan de Mendiburu, Miguel de Ribadeo, Joanes de Zabalaga, Pedro Mateo, Gracián de Echeverri, Francisco de Salaberría, capitán Veraza, Francisco de Echaburu, Domingo de Sagastizabal, Alonso de Illarregui, Miguel de Bergara, Mateo de Laya, corsario Luque, corsario Prim, Nicolás de Aramburu, Antonio de Arizabalo, Joanes de Artía, Juan de Mendiburu, Juan de Miranda, Joanes de Iriondo, Juan de Alicante, Antonio de Zabala, Pedro Mateo, Francisco de Escorza, Pascual de Zubillunia, Joan López de Casu, Bernardo de Yanci, Joanes de Sagastieder, Bartolomé Anuero, Miguel Arizabalo, Antonio Lama, Martín Arizco y Cristóbal Bifru.

Intento de separación de Pasai Donibane (1614- 1674). A ejemplo de otros lugares, Donibane pretendió en el año de 1614 separarse de la jurisdicción de Hondarribia, constituyéndose en villa de por sí. Para este efecto, relata Gorosabel, interpuso su demanda en el consejo supremo de Hacienda, pero, habiéndose opuesto a ello Hondarribia, como también San Sebastián, mandó el rey por decreto dado en Valladolid el 1 de septiembre de 1615 que no se hiciese novedad en el particular. A pesar de esta dependencia, conservó siempre su gobierno económico propio. Así es que elegía sus regidores, diputados y jurados, administraba sus propios y rentas, recibía las cuentas a los que debían darlas, proveía los beneficios de su iglesia parroquial, en fin, ejercía los demás actos pertenecientes al régimen municipal. En cuanto al servicio militar tuvieron entre sí algunas diferencias, pretendiendo Pasaia conservar igual independencia, y alegando Hondarribia su superioridad. Tales controversias se suscitaron en los años de 1621 y 1674.