Pintores

Amárica Medina, Fernando

A finales de 1895 se traslada a Roma, donde ya se encontraba Díaz Olano, y recorre durante tres meses las ciudades de Nápoles, Milán, Florencia, Pisa y Venecia. Durante esta época le atrae todo lo relacionado con la técnica del retrato. Tres años más tarde, visita en Madrid el taller de Sorolla. Queda fascinado por la luminosidad y los timbres cromáticos que destilan los cuadros del valenciano. En 1900, con el reclamo de la Exposición Universal, se desplaza hasta París, donde además de interesarle la enseñanza del desnudo en la Academia Delecluze y de entablar relación con Anglada Camarasa, estudia a los impresionistas. Le impactan los trabajos de Monet y Sisley. Aprovecha su estancia en la capital francesa para viajar hasta Holanda en compañía del pintor peruano Carlos Bacaflor. Ejecuta algunas copias, un tanto espontáneas, de Rembrandt.

El cambio de siglo coincide con el período de mayor actividad del pintor vitoriano. En cuanto a viajes, comparecencias públicas y ambiciones artísticas. En 1899 remite a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid el paisaje Zadorra y Badaya desde Trespuentes. En 1903 es admitida su obra Tarde de septiembre a orillas del Zadorra (Trespuentes, Álava) en el Salón de París, disfrutando de igual reconocimiento en la edición de 1905 con un paisaje con figuras titulado Derrière L'eglise, triste coin ensoleillé. En 1908 vuelve a concurrir en París al Salón de la Sociedad Nacional de Bellas Artes con la tela Soledad melancólica. Participa también en la Exposición Internacional de Marsella con tres lienzos.

Avatares y desengaños varios incidirán en su ánimo desestimando futuras comparencias en la capital gala a pesar de la aceptación que estaban teniendo sus envíos entre el público y la crítica. Es ahora cuando Amárica lucha por conseguir que su firma fuese reconocida en el mundo del arte, cediendo cuadros en depósito a los marchantes para su venta y promoción. Precisamente en 1912, el extravío de uno de estos lotes en Berlín, las tres obras que había expuesto años atrás en Marsella, determinará como nos recuerda su biógrafa Paloma Apellániz que nunca más vuelva "a dejar cuadro alguno en depósito, ni a intentar la venta de ningún cuadro más. Los pocos que vendió fue a íntimos amigos, y tras infinitos ruegos y súplicas".