Concept

Yacimiento arqueológico

En diversos lugares de Europa se han identificado importantes construcciones de habitación sobre espacios abiertos, en diversas épocas del Paleolítico Superior. En las estepas de la Europa Oriental se llegaron a levantar capaces chozas semisubterráneas, cavadas en el suelo hasta casi un metro de profundidad, techadas con pieles o con tepes de césped y protegidas o armadas con las defensas y grandes costillas del mamut: en Kostenki (sobre el Don) se conserva una habitación comunal de 34 m. de largo por 5,5 de ancho, con hasta nueve hogares en su interior. En otros casos, son cabañas de planta circular y cubierta cónica, de las que se han conservado los apoyos, los cercados de piedra que las protegían y hasta las pesas que mantenían tensos el cordaje y paredes: en Borneck tienen plantas ligeramente ovaladas de 3,5 m. de eje mayor. Más cerca de nosotros, se puede recordar el campamento magdaleniense de Pincevent (dep. del Seine-et-Marne, en Francia) sobre un depósito de limos de la orilla izquierda del Sena: según la minuciosa excavación dirigida por A. Leroi-Gourhan se componía de tres tiendas "familiares", cada una de ellas de unos 9 m.2 de superficie, en cuyo interior se situaban hogueras alineadas, en torno a ellas zonas de taller y de restos de comida (reno), y en espacios inmediatos los lechos. En el lugar del Fourneau du Diable (en la Dordoña) D. Peyrony estudió un yacimiento sobre terrazas del Dronne, al pie de un escarpe rocoso: en su nivel solutrense los ocupantes del sitio crearon un espacio con piedras, probable cimiento de una cabaña rectangular de 12 por 7 metros en planta.

Las trazas de presencia humana en espacios abiertos de Euskal Herria nunca, hasta ahora, han podido ser relacionadas con evidencias de construcciones o acondicionamientos del estilo de los recordados. Los restos de industrias de la piedra tallada han sido en nuestros sitios de aire libre recogidos por lo común en superficie, sin contexto de fauna o de depósitos estratigráficos evidentes. Sólo los yacimientos de la zona de Kurtzia, de Xabiaga y de Le Basté se presentan sedimentados: con sus restos industriales in situ, insertos en una serie estratigráfica. En los tres lugares citados su atribución a algunas de las etapas paleolíticas no ofrece dificultad en una consideración tipológica: en Le Basté hay, además, una segura apoyatura geológica en la datación de sus estratos. Pero se puede mantener una duda razonable en cuanto a la precisión cultural de los lotes de utensilios tallados (por lo común escasos) procedentes de los otros sitios al aire libre, no estratificados: varios en Iparralde, en el litoral de Laburdi y en puntos de las formaciones del Adur (Ahetze, Bidart, Saint-Pée-Sur-Nivelle, Villefranque, Arancou, Bidache, Came, Labastide-Villefranche,...); las piezas recogidas en el Bajo Bidasoa, en término de Hondarribia ("Guadalupe" ¿es Musteriense?, Faro de Higuer, Manziategi Zar, ¿acaso Bordagain?); los "talleres" del Sur de Gipuzkoa que no sabemos si atribuir al "Leptolítico" o a épocas ya del Postglaciar (así Erroitegi, Otzarrita o Arenartzako Kortia en el barrio Arantzazu de Oñate; o Maomendi en Aia de Ataun); o la dudable referencia a un taller magdaleniense en el término navarro de Etxauri.

Reteniendo de los sitios citados sólo los más próximos a la línea actual de costa debe subrayarse su carácter de hallazgos aislados, o en lotes tan reducidos como para suponer que a pesar de la probable reiteración de la presencia humana en el lugar debió durar en cada etapa muy poco tiempo. En algunos casos parece incluso, en la opinión de C. Chauchat (1968) que "todo ocurrió como si los paleolíticos no se hubieran detenido sino el tiempo justo, no volviendo a ese sitio nunca después". La mayoría abrumadora de los raspadores en el efectivo industrial rescatado en la excavación de Xabiaga I, en un depósito clasificado como del Auriñaciense Final, ha servido para interpretar la función de ese sitio como de taller especializado en tales instrumentos. Si recordamos la distancia a que en el Würm III y IV se encontraba la costa (a más de 6 km., por lo común, en Laburdi) habrá que suponer la existencia de otros establecimientos humanos, acaso importantes, en esa franja hoy anegada por las aguas del Atlántico. En cuyo caso, la identificación que hoy tenemos de esos sitios de aire libre puede corresponder en su mayoría a lugares de acampada provisional de quienes venían desde los campamentos base del interior hacia la costa. O bien que fueran estaciones satélites de aquella población litoral que hoy no conocemos.