Concept

Yacimiento arqueológico

En general es posible distinguirlos en dos categorías: los sitios de habitación más permanente (así, sin duda, en Isturitz, Gatzarria, Santimamiñe o Aitzbitarte IV: en buena parte de sus niveles de depósito) y los de ocupación temporal para actividades especializadas (probablemente Bolinkoba, Atxuri, Atxeta o Lezia).

Por lo común el habitat prolongado se centraba en la embocadura y zona vestibular de las cuevas: allí donde llegaban de algún modo la influencia de la insolación (como fuente de luz y de templanza) exterior pero a la vez se daba una protección suficiente contra frío, vientos o precipitaciones. Según las dimensiones y formas de esas zonas de acceso se organizaban los espacios de uso (taller, basurero, hogares, lechos,...) que, en cuevas de amplitud (como es el caso de las dos salas de Isturitz), pudieron cambiarse de sitio en diversas épocas.

No han solido excavarse en su totalidad las superficies de esas cuevas constituidas en lugares de ocupación humana: de modo que se ignora la extensión efectiva de las áreas en que se asentaban aquellos grupos de población. Intentar, por eso, inferir de las dimensiones teóricamente aprovechables de esos antros el número de sus posibles ocupantes no pasa de ser un ejercicio intelectual arriesgado pero sugestivo de algunos índices de ocupación. Se recordará, sobre esto, la opinión expresada por H. Breuil a Le Rocq de que Isturitz pudo, en el Magdaleniense Medio, haber servido de acomodo o de centro de actividad a una población próxima al medio millar de personas: basándose en la gran extensión de sus dos salas (con algo más de 3.500 m2. de espacio utilizable) y en la impresionante densidad del depósito acumulado en esa época, tanto como en el territorio de caza y de abastecimiento que desde allí se debía dominar. Altuna (1982) piensa que en la boca y galería de entrada a Ekain pudieron albergarse simultáneamente entre 8 y 15 personas. Empleando módulos similares sobre extensión aprovechable/número de ocupantes, pienso que en Santimamiñe pudiera haber sido alojada en cualquiera de las etapas del Paleolítico Superior una población de entre 15 y 30 personas, y en Aitzbitarte IV entre 20 y 40. Por otra parte, la amplitud del covacho de Berroberria (adecuadamente orientado hacia el Sur, en una zona protegida por una suave pendiente que desciende hacia su embocadura) me hace pensar que fuera adecuada para recibir a un grupo de entre 20 y 40 individuos: aunque reiteradas inundaciones parciales de su espacio (cercano en total a los 200 m2.) limitarían en ocasiones la posibilidad de ocuparlo en su conjunto.

De modo excepcional se han solido reconocer huellas de la presencia humana en zonas al interior de las cuevas: así diversos hogares superficiales de probable cronología en el Magdaleniense cerca de los paneles pintados y grabados en Erberua. Aparte de quienes entraron a zonas alejadas de las bocas de las cuevas a realizar allí diversas representaciones figuradas o a trazar temas simbólicos apenas quedan muestras de esa frecuentación del medio subterráneo: se conservan en cuevas del Pirineo francés (como Niaux, Fontanet, Enlène, Montespan) huellas de pisadas, restos de antorchas, objetos abandonados...

Los principales yacimientos de habitación en el Paleolítico Superior vasco se ubican en cuevas emplazadas en circunstancias especiales para la estrategia de aquellas culturas de cazadores.

Gatzarria domina un valle cerrado en el conjunto montañoso del macizo de Arbailla que debió desempeñar una función de refugio para manadas de ciervos durante las fases climáticas más frías de inicios de Würm III, según ha mostrado F. Lavaud (1980). Aitzbitarte IV es una cueva de acogedoras proporciones, bien orientadas hacia el Oeste-Sudoeste, sobre el cauce del arroyo Landarbaso; y ofrece muchas posibilidades de caza tanto aguas arriba de esa corriente en un valle ciego, como en diversos parajes abruptos de vegetación boscosa o en zonas más abiertas hacia el N, en dirección hacia la costa.

Los ocupantes prehistóricos de Santimamiñe -en la falda meridional del monte Ereñusarre, a unos 150 m. sobre el nivel actual del mar- dominaban desde esa cueva un paisaje variado en que alternaban colinas suaves con algunos espacios relativamente llanos y con otros de bosque. La proximidad relativa del yacimiento al litoral cantábrico aseguró, además, a los grupos que allí habitaron el aprovisionamiento de algunos de sus recursos: nódulos de sílex en formaciones de playas (Pedernales, por ejemplo) y mariscos (cuya recolección adquirió mayor desarrollo en la liquidación del Paleolítico Superior y, sobre todo, en el Epipaleolítico). Como cueva Santimamiñe ofrece un espacio bien abrigado, de relativa amplitud: desde donde se controlaba la amplia cuenca abierta de la ría de Gernika donde debieron abundar ciervos, bisontes y caballos, en tanto que en roquedos próximos a la misma cueva eran asequibles las cabras monteses.

El yacimiento de Bolinkoba, por su parte, se ubica en una cueva de dimensiones reducidas situada en un paraje difícil sobre un acantilado rocoso, pero no lejos del amplio paisaje de la cuenca del Ibaizabal que debió abundar en manadas de ungulados. Los lugares próximos a Bolinkoba, sobre el cañón del desfiladero de Atxarte, ofrecían un biotopo excelente a las cabras monteses: de cuya caza se aprovecharon quienes ocuparon la cueva en diversas épocas del Paleolítico Superior. Ofrece así Bolinkoba un modelo representativo de las cuevas de ocupación temporal dedicadas a una función de caza especializada: al estilo de lo que hace no mucho hemos estudiado en el sitio del Rascaño sobre el santanderino río Miera, con un biotopo similar al de la cueva vizcaína, y también especializado en la caza de cabras.

El lugar de la colina de Gaztelu -donde se situan las tres cuevas de Isturitz, Haristoi y Erberua- reúne las condiciones teóricas de un centro ideal de territorio de explotación. Desde allí se puede controlar un área asequible con facilidad en menos de dos horas de marcha, donde se combinan muchas posibilidades de paisaje y componente animal. Valorando la función de la ocupación de Isturitz en el Auriñaciense ha detallado P. G. Bahn (1979) un completo cuadro del medio en que se emplaza aquel yacimiento excepcional. "Desde ese sitio hay una amplia vista en todas direcciones. Situado en la conjunción entre las estribaciones de la montaña y de la llanura, la cueva domina una serie de valles cerrados y una cuenca que asegura buenos pastos todo a lo largo del Erberua...". Una especial importancia adquirieron en ese paisaje las manadas de caballos y de renos a cuya captura preferente se dedicaron las gentes que vivían en Isturiz. Por otra parte el propio antro de la cueva ofreció en el ambiente frío y seco del Würm III condiciones realmente agradables, con una temperatura casi constante en torno a los 13º C. Así supone Isturitz un punto esencial en el poblamiento de toda la región: pues aparte de ser la única estación mayor en un amplio entorno debió ejercer función de punto de reunión de diversos grupos "tribales", normalmente en la temporada primavera-verano e incluso con los rigores del invierno glacial. Ese sentido "centrípeto" de Isturitz en el Auriñaciense típico se potenciará, sin duda, en épocas más recientes de la prehistoria: ¿hasta llegar a ser la base de operaciones de aquel casi medio millar de personas que sugirió Breuil en el Magdaleniense?